El Papa Francisco pidió hoy “humildemente perdón” por las ofensas de la Iglesia católica y por los crímenes cometidos contra los pueblos originarios durante la conquista de América. En un largo e intenso discurso pronunciado ante más de mil 500 participantes en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, en el auditorio de la ExpoFeria de esta ciudad, el pontífice condenó “las nuevas formas de colonialismo” que buscan imponer “el poder del ídolo dinero”. En ese momento hizo una breve pausa y reconoció que algunos, con derecho, podrían decir que él como Papa olvida ciertas acciones de la Iglesia al hablar de colonialismo. Entonces replicó: “Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios”. Recordó que eso ya lo reconocieron sus antecesores y él quiso refrendarlo, citando a Juan Pablo II cuando solicitó que la Iglesia “se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos”. También llamó a todos, creyentes y no creyentes, a que se acuerden de tantos obispos, sacerdotes y laicos que predicaron y predican la buena noticia de Jesús con coraje y mansedumbre, respeto y paz. Ellos, precisó, en su paso por esta vida dejaron conmovedoras obras de promoción humana y de amor, muchas veces junto a los pueblos indígenas o acompañando a los propios movimientos populares incluso hasta el martirio. “La Iglesia, sus hijos e hijas, son una parte de la identidad de los pueblos en Latinoamérica. Identidad que tanto aquí como en otros países algunos poderes se empeñan en borrar, tal vez porque nuestra fe es revolucionaria, porque nuestra fe desafía la tiranía del ídolo dinero”, añadió. Al mismo tiempo reclamó que se denuncie el “genocidio en marcha” que se registra en Medio Oriente y otros lugares del mundo contra los cristianos, los cuales son torturados y asesinados. “A los hermanos y hermanas del movimiento indígena latinoamericano, déjenme trasmitirles mi más hondo cariño y felicitarlos por buscar la conjunción de sus pueblos y culturas, eso que yo llamo poliedro, una forma de convivencia donde las partes conservan su identidad construyendo juntas una pluralidad que no atenta, sino que fortalece la unidad”, dijo. “Su búsqueda de esa interculturalidad que combina la reafirmación de los derechos de los pueblos originarios con el respeto a la integridad territorial de los Estados nos enriquece y nos fortalece a todos”, apuntó.