El papa Francisco pidió amor, comprensión y solidaridad para los jóvenes que se dedican a la delincuencia por desesperación, en un discurso que dirigió a la juventud paraguaya y con el cual se despidió de este país católico y desigual en el cual durante tres días predicó en favor de una democracia más solidaria, con más justicia social y menos corrupción. Tras su encuentro con los jóvenes, el papa partió rumbo a Roma tras tener una breve conversación privada con el presidente Horacio Cartes. Puso así fin a una gira sudamericana de ocho días, que antes lo llevó a Bolivia y Ecuador, y en la que insistió en criticar un sistema económico que sacrifica a la gente en función de la rentabilidad. "La vida no es fácil para muchos jóvenes", dijo el papa en el encuentro con la juventud paraguaya, tras escuchar los testimonios de dos muchachos cuya vida fue marcada por la enfermedad, la explotación y el abandono. "La desesperación los empuja a la delincuencia, al delito, a colaborar con la corrupción", agregó y pidió a todos los jóvenes que les den "una mano con la solidaridad, con amor, con esperanza". El papa, como en Brasil, volvió a pedir a los jóvenes que "hagan lío" y que se hagan cargo de sus efectos, a pesar de que, según relató, poco antes un sacerdote se quejó por tales exhortaciones. El pontífice improvisó un discurso. La alocución que tenía preparada, según manifestó, se la dejó a los obispos paraguayos para que la impriman y repartan a los jóvenes. Ese discurso que será impreso, Francisco dice que en el mundo hay un partido entre el cuadro del demonio y el de Jesús y hay que elegir en cuál jugar. Esa imagen es complementada con un lenguaje juvenil que incluye apelaciones al fútbol y a Whatsapp. "El demonio para reclutar jugadores les promete a aquellos que jueguen con él riqueza, honores, gloria, poder. Serán famosos. Todos los endiosarán", dijo el papa a los jóvenes. En cambio, Jesús "no vende humo" y ofrece una felicidad que "no está en las 'pilchas' que llevamos, en los zapatos que nos ponemos, en la etiqueta de determinada marca" sino "en ser sensibles, en aprender a llorar con los que lloran, en estar cerca de los que están tristes, en poner el hombro, dar un abrazo". De camino a la terminal aérea, el papa se detuvo brevemente por las ruinas del supermercado Ycuá Bolaños, donde 400 personas murieron en un incendio en 2004. La ceremonia terminó con protestas de los presentes, muchos de ellos familiares de las víctimas, por lo fugaz del pasaje del papa, que no bajó del papamóvil, y porque, dijeron, la policía se comportó con prepotencia para controlar a la multitud. El último día de Francisco en Paraguay comenzó temprano en la mañana cuando escuchó los dramáticos testimonios de la miseria en la que viven unas 15.000 familias del paupérrimo barrio asunceño de Bañado Norte, un sitio que se inunda, y donde abundan las casuchas y los pantanos de barro, símbolo de un país donde el 24% de la población vive debajo de la línea de pobreza. Allí el papa criticó a aquellos católicos que no son solidarios. "Por más que vayas a misa todos los domingos, si no tienes un corazón solidario, no sabes lo que pasa en tu pueblo, tu fe es muy débil, o está enferma o está muerta". Francisca de Chamorro, una viuda de 82 años, que llegó caminando ayudada por un bastón, no pudo ocultar su emoción. "En 1952 me instalé en este lugar a orillas del río Paraguay. Hoy estoy viuda y nunca creí que un papa, cuando estoy viejita, iba a venir al lado de mi casa", dijo en guaraní. "Ya me puedo morir tranquila. Es un milagro que solo viniera un papa a este sitio de barro". Pero algunos de los fieles presentes son conscientes que su vida cotidiana no cambiará tras la visita del papa en un periplo marcado por su insistencia en combatir la pobreza, la exclusión y la desigualdad. En guaraní, Pedro Fernández, padre de ocho niños, dijo a la AP que "la visita del papa es para el espíritu porque después de la reunión tengo que salir por las calles con mi moto-carga a recoger botellas de plástico y latitas de cerveza para venderlas al acopiador de materiales reciclados. Si no trabajo, en casa no se come". Angélica Rivera, una vecina que dirigió un discurso al papa, afirmó que el estado paraguayo no ve a los vecinos como sujetos de derecho, sino como una carga. Al final del acto en Bañado Norte, la ministra de Educación, Marta Lafuente, subió al escenario para saludar al papa. Los bañadenses gritaron en guaraní: "ministra ichapu" que significa "ministra mentirosa". En su primer discurso en Paraguay tras reunirse con el presidente Cartes, Francisco había elogiado los avances democráticos y económicos del país en los últimos años, pero remarcó que falta mucho por conseguir. "Que no cese el esfuerzo de todos los actores sociales, hasta que no haya más niños sin acceso a la educación, familias sin hogar, obreros sin trabajo digno, campesinos sin tierras que cultivar y tantas personas obligadas a emigrar hacia un futuro incierto; que no haya más víctimas de la violencia, la corrupción o el narcotráfico". Tras su vista a Bañado Norte, el primer papa latinoamericano dirigió una misa multitudinaria en Ñu Guasú, en las afueras de Asunción. Según el vocero del Vaticano, el sacerdote Federico Lombardi, hubo algo más de un millón de asistentes.