Piden al Papa declarar doctor de la Iglesia al “obispo de los pobres”

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Foto: Twitter. San Óscar Arnulfo Romero, emblema de El Salvador, asesinado en 1980.

Notimex / La Voz de Michoacán

Ciudad del Vaticano. Los obispos de El Salvador en bloque pidieron hoy al Papa que inicie el proceso para declarar a san Óscar Arnulfo Romero, emblema de ese país asesinado en 1980 en medio de una guerra civil, como “doctor de la Iglesia”.

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La curiosa petición fue avanzada por el actual arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, durante una audiencia de Francisco con unos cinco mil salvadoreños que llegaron a Roma para asistir a la ceremonia durante la cual el pontífice declaró santo al “obispo de los pobres”.

“Estamos seguros que su valiosísimo magisterio ayudará a la Iglesia, a la falta de fe y será un mensaje ante las violaciones gravísimas de los derechos humanos”, dijo Escobar Alas, frente a Jorge Mario Bergoglio en el Aula Pablo VI del Vaticano.

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Además, “a nombre de los salvadoreños”, el clérigo invitó al Papa a visitar a su país y, que en esa ocasión, beatifique a Rutilio Grande, emblemático sacerdote jesuita también asesinado en El Salvador en 1977, a un mes de la toma de posesión de Romero como arzobispo de San Salvador.

El propio obispo mártir confesó que, a su llegada a la arquidiócesis, uno de los que más le animó fue Grande, pocas semanas antes de su homicidio. Actualmente, el proceso de beatificación de este jesuita se encuentra abierto en la Congregación para las Causas de los Santos del Vaticano.

Desde hace meses, los obispos salvadoreños piden con insistencia una visita apostólica a su país. Primero apuntaron a lograr que el líder católico celebrase la misa de canonización de Romero allí, una opción que finalmente fue desechada.

Aunque su nombramiento como arzobispo de San Salvador en 1977 no fue bien acogido por los sectores de izquierda del país, Óscar Arnulfo Romero y Galdámez acabó erigiéndose como una voz poderosa voz contra la pobreza, la injusticia social, los asesinatos y la tortura en El Salvador justo antes de que comenzara una cruenta guerra civil.

Y fueron precisamente sus palabras las que sellaron su sentencia de muerte durante una misa. Un francotirador lo asesinó de un balazo en el pecho cuando acababa de pronunciar su prédica el 24 de marzo de 1980 en la capilla del hospital de la Divina Providencia, en San Salvador.