Redacción / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. El Triduo Pascual son los días santos en que los cristianos conmemoran de forma solemne la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Estas celebraciones constituyen el momento central de la Semana Santa y de todo el Año Litúrgico. El triduo comienza el Jueves Santo por la tarde con la Misa Vespertina de la Cena del Señor; pasa por el Viernes Santo con la celebración de la Pasión, Crucifixión y Muerte de Jesús; alcanza su cima la noche del Sábado Santo en la Vigilia Pascual; continúa el Domingo de Resurrección y se cierra con la Misa Vespertina de este día solemne del triunfo de Jesús sobre el pecado y la muerte. JUEVES SANTO La Cena del Señor (inicio del primer Día) En un ambiente festivo, pero sobrio, la Iglesia conmemora la institución de la Eucaristía como el sacramento de la Pascua y de la Nueva Alianza; el “lavatorio de pies” como expresión del mandamiento del amor cristiano “hasta el extremo”; la institución del sacerdocio nuevo con el “Hagan esto en memoria mía”. En esta celebración se canta el “gloria”, a la vez que se tocan las campanas; después no se volverán a escuchar estos signos de fiesta, sino hasta la Vigilia Pascual. La Última Cena, del pintor Juanes, Museo del Prado. Al terminar la Misa, el Santísimo Sacramento se traslada en procesión acompañada de cantos eucarísticos y se reserva en el “monumento”, que es un altar provisional que se coloca fuera del presbiterio; ahí el Santísimo es adorado por los fieles en silencio. Se desnuda el altar, se retiran o cubren las imágenes, también los candeleros. Todo este ambiente de austeridad es signo de que la Iglesia ha entrado en el Misterio Pascual del Señor: su Pasión, Muerte y Resurrección. VIERNES SANTO Pasión y muerte del Señor: El cordero inmolado (continúa primer día) Es un día dedicado a meditar y celebrar la Pasión y Muerte de Jesús, a quien la Iglesia acompaña con el ayuno y la abstinencia. No se celebra la Eucaristía, en su lugar se tiene la “Liturgia de la pasión del Señor”. Esa acción litúrgica comienza hacia las tres de la tarde. Su estructura es simple pero expresiva: liturgia de la Palabra, la adoración de la cruz y la comunión. La Crucifixión, de Bartolomé Esteban Murillo, Museo del Prado. Los ornamentos sagrados son de color rojo, el color propio de los mártires, señal de la victoria del amor sobre el reino del odio. Por ello, el Viernes Santo no es un día de luto, sino de amorosa contemplación de la muerte del Señor, fuente de salvación. La acción litúrgica del Viernes Santo quiere concentrar la atención de los fieles en el signo de la cruz, en el sentido de que Dios ha tomado sobre sí el sufrimiento humano en Jesús, quien lleva consigo el dolor de cada uno. SÁBADO SANTO La sepultura del Señor (segundo día) Durante el Sábado Santo, la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y Muerte; se abstiene del sacrificio de la Misa, quedando por ello desnudo el altar hasta que, después de la solemne Vigilia o expectación nocturna de la resurrección, se inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los siguientes cincuenta días pascuales. El altar del templo sigue desnudo. El ambiente de toda la Iglesia debe ser de silencio, recogimiento, y contemplación; se recomienda continuar el ayuno pascual. Es un día de sobriedad para estar tranquilos en casa. Entierro de Cristo, de Tiziano, Museo del Prado. No es “sábado de gloria”. La “gloria”, es decir, el gozo de la resurrección, se “abre” dentro de la Misa de esta noche, no antes ni fuera de ella. Se invita a todos los cristianos a la celebración eucarística de esta noche o del domingo, para celebrar como comunidad el triunfo de su Señor sobre el pecado y la muerte; su resurrección como fulgor de la gloria y del poder del Padre, Hijo y Espíritu Santo y de la vida que Dios nos comunica en la Pascua de Jesús. VIGILIA PASCUAL La Noche Santa en la que el Señor resucitó (inicio del tercer día) Según una antiquísima tradición, es una noche de vigilia (de vela) en honor del Señor, recordando que Dios veló para sacar a su pueblo de Egipto (ver Éx. 12, 42). La Vigilia Pascual es en conmemoración de la Noche Santa en la que el Señor resucitó. No se trata de una vigilia cualquiera (preparación de una solemnidad), sino de la celebración del acontecimiento en que se funda toda la liturgia cristiana y, más aún, donde toda la vida del cristiano tiene su cimiento pues “si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe” (1Cor. 15, 14). La vigilia consta de dos partes fundamentales: liturgia de la Palabra, que es más prolongada y contemplativa; y la liturgia sacramental: el Bautismo o al menos la renovación de, y la Eucaristía como “sacramento pascual”. El “rito de entrada” es más expresivo por la bendición del cirio pascual y del pregón pascual. Todos los momentos de la vigilia están cargados de simbolismo y de belleza, empezando por la propia hora de la celebración, para que se advierta el contraste entre las tinieblas y la luz, el pecado y Cristo resucitando glorioso. Al iniciar la vigilia se apagan todas las luces del templo, se enciende un fuego nuevo y con él el cirio pascual, que representa a Jesús resucitado. Sobre el cirio, se marca el año y las letras griegas alfa y omega, significando que Jesús es el principio y el fin de todo. Con un punzón se marca el año presente para señalar el “hoy” de la redención. El cirio representa la columna de fuego que iluminó a los israelitas para atravesar el Mar Rojo: «Es el lucero que no conoce ocaso, es Cristo resucitado, que, al salir del sepulcro, brilla sereno para el linaje humano». DOMINGO DE PASCUA La Resurrección del Señor (Tercer día del triduo) Para los cristianos, la Resurrección es el acontecimiento desborda todas las previsiones humanas; Es la nueva creación que enlaza con el proyecto original de Dios. Es la respuesta definitiva al gran enigma que pesa sobre la humanidad: ¿qué sentido tiene la muerte? ¿Qué le espera al hombre después de la muerte? Ahora Jesús da la respuesta definitiva: después de la muerte espera a la humanidad una vida sin fin, feliz, para siempre y para todos. La Resurrección, de Juan Bautista Maíno, Museo del Prado.