Redacción / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. Es el primer día del Triduo Sacro, Jesús ha sido clavado en la cruz, están por venir las horas más oscuras de su dolor, que ofrece por la expiación de los pecados de la humanidad. Desde súplicas, perdón, promesas, encomiendas, cuestionamientos, hasta el último suspiro, esto fue lo que dijo el nazareno antes de morir. 1. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23,24) Es la primera palabra que Jesús pronuncia en el suplicio y, aun el sufrimiento que está padeciendo, ora al Padre para que perdone la maldad humana, a quienes lo condenaron y se burlan de él clavado; el abandono de su pueblo y de sus discípulos. Además. con esta frase confirma lo proclamado: amar a los enemigos. 2. “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23, 43) Jesús fue crucificado junto a dos ladrones, se burlan de él, lo injurian, uno de ellos lo reta a salvarse a sí mismo si es que es el Hijo de Dios. Pero el otro recompone su actitud y asume su castigo por el mal que hizo en su condición de malhechor; entonces dice a su compañero: “Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo”. Luego se vuelve a Jesús y le dice: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”, es la promesa de Jesús, y ese ladrón condenado por los hombres es perdonado por Dios. 3. “Mujer, he ahí a tu hijo” y “he ahí a tu madre” (Juan 19,26-27) Al pie de la cruz está María, su madre, y el discípulo amado, Juan. Dice estas palabras en el preámbulo de las horas más oscuras del sufrimiento, y les encomienda el cuidado, protección, provisión y amor de uno con otro, entonces se estrecha la nueva familia. 4. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mateo 27,46 y Marcos 15,34) Una palabra crucial entre la agonía. ¿Cómo es posible que el Hijo de Dios esté sufriendo, sin mancha ni pecado, por los males de los hombres? En su condición humana cuestiona al Padre, clama como dice el salmo 22, y no hay respuesta ni reposo en ese momento de dolor (Sal 22, 1-2). Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?Dios mío, clamo de día, y no respondes;Y de noche, y no hay para mí reposo. Entonces, en su condición divina, Jesús se inmola con un amor absoluto y misericordioso para cargar con el peso de los pecados de la humanidad. 5. “Tengo sed” (Juan 19:28) Han pasado tres horas de desamparo levantado en aquel madero, Cristo tiene sed. Sus verdugos le proveen de líquido, pero es vinagre, así se cumple lo que adelantaron las Sagradas Escrituras: “Y por comida me dieron hiel, y para mi sed me dieron a beber vinagre” (Salmo 19,21). Y Jesús, con su sacrificio, se convierte en la fuente de agua viva y eterna para todos los que confían en él, como dice el Evangelio de Juan (4,13-14): “Más el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él en una fuente de agua que brota para la vida eterna. 6. “Consumado es”, “Consummatum est” (Juan 19,30) Después de beber el vinagre ha llegado la hora, “todo está cumplido”, su misión en la tierra ha terminado:, como dice Juan:“Yo Te glorifiqué en la tierra, habiendo terminado la obra que me diste que hiciera” (17,4), “Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo al mundo, y voy al Padre” (16,28). Cristo se ha ofrendado en sacrificio por los hombres: en la cruz, Dios “no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Romanos 8,32). 7. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23,46) El crucificado vuelve a dirigirse al Padre, como lo hizo antes de las tres horas de tinieblas. Todo se ha consumado, la expiación de los pecados se ha resuelto. “A gran grito” (Mateo 27,50) y “clamando a gran voz” (Lucas 23,46), Jesús dice: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Habiendo dicho esto, entregó el espíritu”. El pecado y el mal han sido vencidos en la cruz, es el anuncio del reposo de la nueva creación.