Redacción / La Voz de Michoacán Perú. El 22 de agosto, una fiesta clandestina donde participaban 120 personas acabó en tragedia en Perú: 13 muertos por asfixia. Un pasadizo con escaleras de apenas un metro de ancho conectaban a la discoteca Thomas Restobar con la puerta de ingreso localizada en la planta baja, pero la reunión masiva violaba las normas sanitarias contra la propagación de contagios de COVID-19 impuestas por el país. Entonces la policía allanó el lugar. Tras las presencia de los elementos policiacos, los participantes en la fiesta trataron de abandonar el lugar en estampida por esa única salida. Doce mujeres y un hombre bajaron primero, quienes fueron aplastados por las demás personas que les siguieron. Foto: captura de pantalla. Ese día el capitán José Amézquita, encargado del operativo, aseguró que la puerta estaba abierta, pero la aglomeración de la gente provocó que se cerrara, y así quedaron atrapados. “Ingresamos y nos dimos con la sorpresa de que no habían 30 personas, sino más de 100. Les dimos todas las indicaciones haciendo la voz de alto, que se identifiquen. Estas personas en vez de acatar las órdenes, desobedeciendo, comenzaron a correr hacia la puerta”, expresó. https://twitter.com/CoronavirusNewv/status/1297509744446451712?s=20 El Ministro del Interior, Jorge Montoya, respaldó en reiteradas ocasiones que la policía no bloqueó el acceso, pero las imágenes que diversos medios difundieron de las cámaras de video de la discoteca la noche de ese sábado, exhibieron a un agente junto a la puerta cerrada del sitio. “La información inicial fue falsa”, reconsideró Montoya. Y el presidente de Perú, Martín Vizcarra, reconoció que los protocolos y la manera como intervinieron los agentes no fueron los adecuados; “ha habido decisiones inadecuadas que no podemos justificar”, dijo. Al momento, los policías y jefes de escuadrones que intervinieron en el operativo solo fueron cambiados de puestos.