ROCÍO GUADALUPE PÉREZ AYALA En la actualidad, se encuentra un gran avance sobre igualdad de género y la no violencia contra las mujeres en México, esto ha sido posible mediante la coordinación de diversos organismos públicos y de la sociedad civil. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en el año 2008, expuso mediante una presentación los indicadores de la violencia contra la mujer en México, especialmente en el Estado de Chiapas, en donde nos podemos percatar, que a pesar del avance que ha sostenido nuestro país en la protección de los derechos de la mujer, aún existen lugares en donde siguen existiendo costumbres arraigadas que atentan en contra de los derechos humanos e integridad de las mujeres. La mujer en Chiapas, por varias generaciones ha tenido un trato desigual entre los hombres sobre la restricción de sus libertades y en el ejercicio de sus derechos; por ejemplo, la tasa de alfabetización es de 73.72% para las mujeres y de 86.38% para los hombres; la tasa de matriculación (de primaria a licenciatura) es para las mujeres de 63.20% y para hombres es de 67.75%. Asimismo, los ingresos de las mujeres derivados de su trabajo, es al rededor del 28% del ingreso que tiene el hombre, por lo que éstos indicadores, en el Índice de Desarrollo relativo al Género (IDG) sitúan a la entidad en el lugar número 32 en relación al conjunto de entidades del país, por debajo de Guerrero y Oaxaca. Cabe señalar, que a pesar que existen diversos consensos los cuales demuestran la imperiosa necesidad de promover mejores oportunidades de trabajo y de fomentar la participación de las mujeres, se sigue presentando la desigualdad de género, en donde las mujeres y las niñas sostienen la carga de elaborar trabajos no remunerados, como son las actividades al interior del hogar, que abarcan las tareas de cocinar, limpiar, cuidar de niños y ancianos, y atender a enfermos en lugares con menor infraestructura. En ese sentido, la desigualdad de las niñas y las adolescentes, restringe sus derechos para lograr el acceso a la educación, debido a que sus responsabilidades domésticas les restan más tiempo que a los varones para estudiar y para realizar actividades extracurriculares. También es preciso mencionar, que un porcentaje considerable de las viviendas en donde la mujer es la jefa de familia tienen piso de tierra, lo que expone en especial a las niñas y niños a diversos problemas de salud, aunado a que dichas viviendas no cuenta con drenajes ni con disponibilidad de agua entubada, lo que representa para las mujeres una mayor responsabilidad al realizar trabajos adicionales, a fin de sustituir la falta de éstos servicios, respecto al que se efectúa en otros hogares que sí cuentan con ellos. La diferencia en las cargas de las labores del hogar, deriva que las oportunidades para las mujeres de ascender profesionalmente se vean reducidas e incrementen las probabilidades de que ocupen trabajos precarios e informales, que les impidan salir de la pobreza; por tanto, se demuestra que las políticas públicas destinadas a mejorar las condiciones sociales de las mujeres no han sido suficientes. Por otro lado, las mujeres que han llegado a tener acceso a un trabajo remunerado, siguen siendo las responsables de las tareas del hogar, dado que el tener un mejor empleo no las exime de éstas obligaciones y mantienen “doble jornada laboral”, ya que una vez que terminan su jornada remunerada deben seguir con las tareas de cuidado en sus hogares. Del mismo modo, las mujeres que desarrollan este tipo de labores en el hogar, tienen como contraparte altos niveles de violencia y maltrato, por ese emotivo la tasa de defunciones femeninas y violaciones han ido en aumento, ya que la violencia a la que se enfrentan por parte de sus parejas, no termina con el divorcio o separación, si no que ésta se sigue dando aún y cuando ya no se tienen ningún tipo de vínculo, advirtiéndose principalmente la violencia física y la violencia sexual. Por lo que ve a la salud reproductiva, se encuentra una gran tasa de mortalidad debido al embarazo, al parto y puerperio, lo que nos indica que la atención médica que reciben las mujeres durante éste estado, no es la apropiada, que las condiciones en las que se embarazan y acceden a los servicios de salud no son las adecuadas, y que los servicios de salud no dan la atención suficiente; por ese motivo, se requiere que se implementen estrategias en donde la atención a la salud se distinga por su calidad y calidez en un aspecto de atención humanista, con personal y equipo médico competente en la atención de pacientes con acciones preventivas y curativas. La desigualdad, discriminación y violencia que sufren las mujeres por el simple hecho de serlo en prácticamente todos los ámbitos de su vida, da como consecuencia que no ejerzan debidamente sus derechos humanos, de tal forma que no se alcance el nivel de desarrollo de sus capacidades; por ello de manera urgente, es necesario atender éstas situaciones para evitar que siga el deterioro de sus derechos.