El 27 de noviembre pasado, un grupo de políticos y ciudadanos formaron el llamado Frente Cívico Nacional; no es un partido político – ni aspira a serlo – sino un colectivo que busca unir a la oposición (PAN, PRI, PRD, MC y ciudadano/as), con el objetivo de ofrecer una alternativa competitiva que pueda derrotar a Morena y sus aliados en las elecciones de 2024. La propuesta fundamental de dicho colectivo es convencer a los partidos y organizaciones de oposición para que elijan a un candidato presidencial surgido de una elección primaria organizada por el INE y donde pueda participar cualquier ciudadano que – imagino – cumpla algunos requisitos específicos. La propuesta – en principio – parece bastante buena y necesaria, porque es fundamental en cualquier democracia una oposición fuerte que pueda ofrecer una alternativa real y atractiva a los electores que no están de acuerdo con la política y las políticas del grupo en el poder. Según la encuesta publicada por el periódico Reforma el 50 por ciento de los electores votarían por el candidato presidencial que postule Morena y sus aliados y el 59 por ciento consideran que lo mejor para 2024 es darle continuidad al proyecto de López Obrador. La posibilidad que tiene la oposición para remontar estos porcentajes siempre es posible, sin embargo, depende por lo menos de tres cosas; a) que ofrezcan un programa mejor que la que ofrece Morena y sus aliados; b) que haya un o una candidato/a muy atractivo/a que encabece esa agenda y; c) que ese candidato/a surja de una elección primaria, no sea impuesto por un arreglo de cúpulas partidarias y por tanto goce de una enorme legitimidad y liderazgo entre los mexicanos. Tengo la impresión que si las oposiciones se dispersan con sus propios candidatos o si van juntas pero lo determinan por acuerdo cupular (no se diga por encuesta) la mayoría de los opositores se sentirán excluidos y el/la candidata/a irá débil, sin mucha legitimidad en su elección y perderá las elecciones. Cosa que no ocurrirá con Morena y aliados cuya legitimidad derivará sobre todo de la bendición de AMLO. Por el contrario, un proceso de elecciones primarias organizadas por el INE, permitirían ventilar a los liderazgos opositores y difundir en un proceso innovador, increíblemente incluyente y muy democrático, sus propuestas y puntos de vista. En las pasadas elecciones primarias de 2020 en Estados Unidos, el Partido Demócrata inscribieron a 25 precandidatos de todo tipo, que compitieron, debatieron abiertamente con enorme inclusión y poco a poco (a través de primarias estatales) se fueron bajando los más débiles y menos populares y se quedaron los más fuertes hasta que, el que mas votos tuvo, ganó y representó a los opositores a Trump arrebatándole la Presidencia. El ejercicio, lejos de dividir, unió a los demócratas (porque cada precandidato que se bajaba negociaba la inclusión de sus propuestas y su apoyo al ganador lo que lo hacía mas incluyente), además ventiló a sus candidatos en los medios y amplió su popularidad, así como las propuestas y alternativas a Trump, al final la inclusión, el debate y la difusión de las primarias, convirtieron a Biden y Harris en candidatos con una enorme legitimidad y conocimiento que los hizo competitivos y eventualmente ganadores. El mismo ejercicio se lleva a cabo para elegir candidatos a diputados y senadores con efectos similares. Llevo muchos años proponiendo elecciones primarias, porque los ciudadanos merecemos elegir a los mejores como candidatos y no al menú de cuates que nos imponen los partidos. Me parece rayando en la locura que un acuerdo de élites entre Marco Cortés, “Alito”, Jesús Zambrano y en su caso Dante Delgado con el apoyo de la cúpula empresarial de “Sí por México” puedan postular un candidato y ofrecer un programa sin legitimidad que le compita a Marcelo Ebrard, a Claudia Sheinbaum o al propio López Obrador. Sólo así, un Frente Cívico Nacional podría despertar la imaginación de los electores. Twitter: @bernardomariale