BERNARDO LEÓN La palabra “revolución” solo puede ser aplicada a las revoluciones cuyo objetivo es la libertad. Marqués de Condorcet En la historia de las constituciones de México los periodos presidenciales han oscilado entre cuatro y ocho años, la de 1824 lo estableció en cuatro, la de 1836 en ocho, la de 1857 originalmente en cuatro, pero fue reformada en 1904 a instancias de Porfirio Díaz para que el periodo se ampliara a seis años. Probablemente Porfirio Díaz ya estaba cansado de presentarse cada cuatro años a la reelección y consideró que ampliar el periodo cada seis años le evitaría la molestia de presentarse a la reelección tan seguido. El movimiento revolucionario de 1910 se inició bajo la premisa de que el sufragio fuera efectivo y la no reelección, la idea fundamental era que nadie pudiera quedarse en el poder tanto tiempo y que convirtiera las elecciones en una farsa con apariencia democrática que ocultaba – como fue el caso de Porfirio Díaz – una dictadura. Cuando en 1917, Venustiano Carranza y los constitucionalistas se plantearon el periodo presidencial y la posible reelección establecieron en la redacción original que el Presidente duraría cuatro años y “nunca podrá ser reelecto” sin embargo, apenas 10 años después de aprobada la Constitución (1927) se publicaron modificaciones, primero para permitir la reelección dejando pasar un periodo de cuatro años y en 1933 para ampliar el periodo presidencial nuevamente a seis años y ratificar la no reelección absoluta. Un poco más de 100 años después la reforma a la fracción IX del artículo 35 constitucional de 2021 introdujo otra figura democrática, la posibilidad de la Revocación de Mandato, es decir la posibilidad de que por lo menos el 3% ciudadanía descontenta con su gobierno pudiera organizarse para revocarle el mandato al presidente y regresarlo a su casa en el cuarto año de su gobierno. El próximo 10 de abril se llevará a cabo este ejercicio arbitrado por el INE, sin embargo, la iniciativa de revocación vino del propio gobierno y de su partido no de la ciudadanía, por lo que no es el descontento ciudadano el promotor de la revocación. ¿Por qué querría el propio gobierno y su partido promover este ejercicio? Da la impresión que no es para regresar al presidente a su casa sino más bien para golpear al INE (lo que implica destruir al árbitro imparcial para el 2024) y movilizar a sus seguidores y probar la eficacia o no de su estructura y la lealtad de sus gobernadores. El tufo que da este ejercicio más bien hule a intentos de reelección. Destruir la credibilidad del INE, fortalecer la imagen de AMLO como presidente y como caudillo y movilizar a sus partidarios y seguidores para un ejercicio que la oposición no pidió ni promovió parece ser su verdadero objetivo. Para que la revocación surta efectos deben votar un poco más de 37 millones de ciudadanos, pero AMLO en su mejor momento obtuvo 30 millones de votos. De 2018 para acá las cosas han cambiado, la encuesta de GEA-ISA señala que el 58% de los mexicanos desaprueban el desempeño de López Obrador. Por mi parte no votaré, porque no es una iniciativa ciudadana y creo que lo conveniente es que AMLO termine su periodo y se vaya, pero me queda la duda: ¿Qué va a pasar con el proceso electoral en 2024 si no hay un árbitro confiable para todos los partidos, particularmente los de oposición? ¿Qué va a pasar si los seguidores de Morena se dan cuenta que el único líder que puede mantenerlos en el poder no es Sheinbaum o Ebrard sino el propio López Obrador? Madero soñaba con un sistema político con sufragio efectivo (INE) y no reelección, que protegiera las libertades eliminando la posibilidad de los caudillos de la ecuación democrática. Un revolucionario diría el Marqués de Condorcet. Quizás, mejor que se recorte el periodo presidencia a cuatro años otra vez y nos olvidemos de los caudillos y construyamos y perfeccionemos nuestras instituciones. @bernardomariale