Claudia Luna Palencia Xi Jinping tiene que seguir demostrando que es el hombre fuerte y determinado para liderar el destino de la nación china para los próximos años, el próximo 16 de octubre deberá encarar a los dos mil miembros del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de China (PCC) en su vigésimo Congreso Nacional. Requerirá de su aval, para un tercer mandato como presidente del país, pero también como secretario General del PCC y líder de la Comisión Militar Central. Jinping gobierna desde 2013, podría quedarse tanto como quiera (y pueda) en el poder, tras la reforma a la Constitución de 2018 que derribó las limitaciones de mandatos. En menos de una década, sus políticas se han erigido en la piedra angular, con planes de largo alcance hasta 2050 en los que habla de construir una China boyante, inclusiva, moderna y una potencia tecnológica y digital. Sin dejar de lado dos preceptos que Jinping considera relevantes como arquitecto del moderno andamio del Estado chino: el comunismo tatuado en la Constitución, el socialismo de mercado como línea económica rectora y la Franja de la Ruta de la Seda (One Road, One Belt) como estrategia para ir extendiendo amistosamente la influencia comercial, económica y cultural de China. En la pasada cita de Samarcanda, del 15 y 16 de septiembre, foro de la Cumbre anual de la Organización de Cooperación de Shanghai (OSC, por sus siglas en inglés) Jinping salió de viaje por vez primera desde que inició la pandemia en su país a finales de diciembre de 2019. Y lo ha hecho mostrando su mejor cara en un momento delicadísimo por todo el contexto geopolítico y geoeconómico que viene arrastrándose desde hace cuatro años y que encima se ha agudizado con la invasión de las tropas rusas a Ucrania desde el pasado 24 de febrero. Hasta Usbekiztán han viajado una serie de importantes líderes dispuestos a seguir tejiendo lazos con Beijing y a fortalecerlos con programas de inversiones y de cooperación. La OSC formada desde el 15 de junio de 2001 está integrada por China, India, Kazajistán, Kirguistán, Rusia, Pakistán, Tayikistán, Uzbekistán y recién aceptó a Irán. Este grupo de países aglutina al 55% de la población mundial y pretende expandirse hasta Medio Oriente. Tiene estados observadores interesados en integrarse al grupo como son Afganistán, Bielorrusia, y Mongolia y hay seis asociados con Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Nepal, Sri Lanka y Turquía. En los planes de Jinping están hacer de Euroasia la plataforma más sólida de su visión internacional bajo el juego del multilateralismo, es partidario de establecer otro orden mundial que no esté al arbitrio de la visión concéntrica estadounidense. De hecho, ha vuelto a poner sobre de la mesa dos documentos a sus socios y “amigos” el primero, basado en un concepto de cooperación para desarrollar la conectividad mutua y crear corredores de transporte eficientes; y, seguir una hoja de ruta para la desdolarización basada en el uso gradual de la participación de las monedas nacionales en los acuerdos mutuos y reducir el uso del dólar estadounidense. En la opinión de John Buchan, de Political Report, hay que enmarcar y analizar a la OSC no como un bloque, sino como una organización, en una fase crítica de transformación. Para el analista, Asia Central seguirá siendo el núcleo de la organización porque sirve como punto de nexo del espacio en expansión que le interesa tener en los años siguientes. @claudialunapale