CLAUDIA LUNA PALENCIA Todavía aquí en Europa siguen digiriendo qué pasó a ciencia a cierta en Rusia con el amotinamiento que los medios de comunicación controlados por el dictador ruso, Vladimir Putin, difundieron como una rebelión encabezada por Yevgueni Prigozhin, líder de los mercenarios del Grupo Wagner y uno de los amigos personales más cercanos al autócrata. Parece inentendible que Prigozhin se volviera en contra de su mentor al que solía llamar “papá”. Para él, Putin es el hombre al que le debe toda su fortuna y el poder amasado a lo largo de los años; más de veinte años de comparsa, no en vano “el cocinero de Putin” era el encargado de organizar las cenas del líder ruso con presidentes, primeros ministros y personajes de la realeza que llegaron a visitarlo. Y de suministrar catering, con un jugoso contrato con el Ejército, en 2014 pasó a liderar un grupo de mercenarios nombrado Grupo Wagner, bajo el auspicio de Putin. Precisamente hizo su irrupción militar en Crimea y un año después, tendría acción bélica en Siria enviado por el autócrata ruso para defender la posición de Bashar al Assad ante los insurrectos. Ese mismo hombre que llegó a vender perritos calientes, cocinó para Putin y para sus invitados y formó un grupo paramilitar, está exiliado en Bielorrusia tras protagonizar veinticuatro horas trepidantes que la televisión estatal rusa calificaron de intento de motín de Prigozhin y de sus hombres contra el poder del Kremlin. Siendo además medios oficiales los que difundieron las imágenes del supuesto motín. Una rebelión de la tarde-noche del viernes 23 de junio, al sábado 24 de junio, llena de interrogantes que nadie sabe responder con información fidedigna: ¿por qué frenó Prigozhin a sus mercenarios a 300 kilómetros de Moscú? ¿Cómo es que el presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, terminó mediando y hablando con Prigozhin para detener que él y sus milicianos, llegasen a la capital rusa? Y, ¿dónde estaba el dictador ruso al momento de los acontecimientos? Desde Moscú, la historiadora y socióloga rusa, Elena Bogush, reitera en sus apariciones en vivo en la televisión española que, durante el supuesto asedio no tenían más que la información oficial, no había forma de contrastar lo que estaba pasando: “El alcalde Serguéi Semiónovich Sobiani, a través de los medios de comunicación nos dijo que había sido activado el código de alerta antiterrorista por lo que pedía a la población que, sin alarmarnos, nos quedásemos, en nuestras casas”. La alerta fue desactivada 48 horas después. Putin en una intervención de emergencia en la televisión para informar a la población de lo acontecido, el sábado 24 de junio, dijo que haría pagar a todos En su breve discurso, Putin refirió que estaban repeliendo “la agresión de los neonazis y sus manipuladores” y llegó a mencionar a Occidente de estar detrás. Putin habló de “traición interna” pero nunca mencionó a Prigozhin y subrayó el peligro de que sucediera un derramamiento de sangre de rusos luchando contra rusos. Para el lunes 26 de junio, un nuevo mensaje de Putin escaló en los acontecimientos y denunció la intención de los rebeldes de provocar una guerra civil y agradeció al mandatario Lukashenko su interés por mediar con los rebeldes de Wagner. Además, anunció públicamente, que cumpliría su promesa del fin de semana de permitir que las fuerzas Wagner llegasen con toda seguridad a Bielorrusia; de hecho, perdonó a los golpistas a quienes pidió entregar sus armas, irse a sus casas o bien unirse al ejército ruso tras anunciar la disolución del Grupo Wagner, aunque mantendrá sus operaciones en África. En un acto con militares, Putin rindió homenaje a los pilotos caídos en combate durante la rebelión sin llegar a esclarecer cuántos fueron, en dónde sucedieron los hechos, ni darse a conocer sus nombres y refirió que tan solo en un año, el Estado ruso dio mil millones de dólares, al Grupo Wagner. A colación ¿Qué ha pasado en Rusia? Mientras los expertos en geopolítica y análisis militar piden cautela, en Ucrania, su presidente Volodimir Zelenski, habla de la debilidad de Putin y de las grietas que asoman en su cúpula militar. Por su parte, Joseph Borrell, alto representante de Exteriores de la UE, expresó su preocupación por que “una potencia nuclear” como lo es Rusia no debería enfrentar graves inestabilidades políticas. Desde Estados Unidos, el presidente Joe Biden, puntualizó que su país no estaba detrás de los hechos y condenó las acusaciones de Putin contra la Unión Americana y sus aliados de la OTAN. El propio, John Kirby, portavoz de Seguridad Nacional, negó que EU intente cambiar el gobierno ruso. Más agorero resultó Lukashenko tras desvelar que calmó a un Prigozhin con el que apenas se podía hablar “lo hicimos a gritos” para convencerlo de que parase un derramamiento interno de sangre. “Si colapsa Rusia moriremos todos”, declaró el dignatario bielorruso quien recibió el agradecimiento de Putin. @claudialunapale