POR LA ESPIRAL Claudia Luna Palencia Aquí, en Europa, la noticia de un quinto mandato de Putin no ha caído nada bien. No para Ucrania. No para los países miembros de la Unión Europea (UE) ni tampoco para los países miembros de la OTAN. Pretendiendo ser inmune a la condena de Occidente, el dictador ruso se rodeó de jóvenes millennials y de la generación Z, para dar su primer anuncio tras la victoria. Impávidos y sin gesticular, la muchachada rusa escuchó a un Putin echado para adelante que incluso amenazó con una tercera guerra mundial. Buena parte de su retórica estuvo orientada a sensibilizar, casi a vaticinarles a los rusos que lo escuchaban, que vayan preparándose para luchar por la defensa ancestral de los valores eslavos. Aprovechó además la ocasión para celebrar por todo lo alto el décimo aniversario de la anexión de Crimea (territorio de Ucrania) a Rusia. A su vez, esta farsa democrática no dejó de ser criticada desde Estados Unidos, hasta Canadá y por la mayoría de los países europeos que lanzaron una condena unánime por la burla electoral. En los territorios ucranios invadidos por las tropas rusas y bajo su control, también se montaron urnas para que los ciudadanos con pasaporte ruso pudieran acudir a votar. Vladimir Putin ascendió a primer ministro en agosto de 1999 gracias a que el entonces presidente Boris Yeltsin lo nombró en el cargo y, en un tiempo meteórico de cuatro meses, ya estaba ocupando la Presidencia rusa de forma interina, tras la renuncia intempestiva de Yeltsin. Desde entonces, a la fecha, la aldea global no ha hecho más que empeorar. Y ahora se quedará seis años más, hasta 2030 y la propia Constitución le permite otro período hasta 2036. Putin podría llegar a los 85 años de edad controlando el destino de Rusia; el estalinismo, duró de 1924 a 1953 hasta que la muerte desapegó a Iósif Stalin del poder tras veintinueve años de dictadura. El actual inquilino del Kremlin tendrá este año su aniversario de plata y, si llega vivo a 2030, habrá gobernado más tiempo que Stalin y ya no se diga respecto del zar Nicolás II que duró veintitrés años como emperador. Para los europeos es una pesadilla en tiempos marciales en los que, ya nadie esconde, ni disimula, que hay una guerra a las puertas con países como Alemania dispuestos a reinstaurar el servicio militar obligatorio. Hay en Europa la impresión entre los analistas de que, tras estas elecciones amañadas, Putin es más peligroso que nunca y eso ha desatado un gran nerviosismo provocando una carrera a contrarreloj por comprar más armas, más munición; por aumentar los patrullajes aéreos y navales para cuidar a los países bálticos mientras Polonia ha convenido con Alemania una protección mutua. Putin siempre recriminó a Mijail Gorbachov el desmembramiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la caída del telón de acero que derruyó el área de influencia estratégica soviética. Durante la presidencia de Gorbachov se llevaron a cabo una serie de importantes reformas tanto en lo político (Glásnots) como en lo económico (Perestroika) para modernizar a la nación rusa y sobre todo terminar con la corrupción e instaurar una economía de mercado como respuesta a un viejo modelo económico estatal. El dictador ruso nunca vio con buenos ojos cómo Gorbachov y después Yeltsin ponían por los suelos el anquilosado poder soviético; su ascenso veloz desde las filas de la KGB, a la política de San Petesburgo y luego al consejo de gobierno de Yeltsin, fue poco cuestionado. En diciembre de 1999, sustituyó a Yeltsin en la presidencia y en 2000, convocó elecciones que ganó por mayoría abrumadora. Nadie conocía a Putin en la arena internacional, sin embargo, el nuevo zar de Rusia no perdió oportunidad en levantar el teléfono para hablar entonces con su homólogo estadunidense, George Walker Bush y advertirle que sus servicios de inteligencia le alertaban de la enorme probabilidad de un atentado terrorista en suelo norteamericano. Le llamó el 9 de septiembre de 2001, el día en que Al Qaeda asesinó durante una entrevista simulada (había una bomba en la cámara de televisión), al comandante Ahmad Sha Massoud en Afganistán. Dos días antes del 11 de septiembre. Esa llamada, le granjeó el afecto inicial de Bush, que le correspondió dicha alerta para deslindar a Rusia de cualquier atentado terrorista, invitando al nuevo y joven mandatario ruso a su rancho el 15 de noviembre de 2001. Se le llamó la Cumbre de Crawford. Desde el rancho Prairie Chapel de la familia Bush, el mandatario ruso se catapultó como el nuevo aliado de la Casa Blanca en su lucha contra el terrorismo. Putin colocó así a su país nuevamente en el contexto internacional en un primer momento como aliado de Estados Unidos y conforme avanzarían sus distintos períodos de gobierno moviendo a su país hacia el eje de contrapeso hasta resucitar una Guerra Fría 2.0 con la finalidad de reocupar la antigua área de influencia soviética. El terrorismo siempre ha estado alrededor de Putin: desde que llegó al poder han sucedido un rosario de atentados terroristas no solo en Rusia, sino en muchas otras partes del mundo; cuesta creer que el Estado Islámico contratase a cuatro personas para cometer el atroz atentado de Crocus City Hall y que los dejase vivos para que luego los capturasen y los torturen hasta arrancarles nombres y lugares. El ISIS, adiestra células y lobos solitarios, que por generalidad se autoinmolan en los actos terroristas que cometen, ¿quién es el principal beneficiado de este horrible atentado? La respuesta ya la sabe usted… @claudialunapale claulunapalencia@yahoo.es