Inés Alveano Aguerrebere ¿Usted ha escuchado hablar de Joao Maleck? Es un jugador de futbol. En el 2019, conducía su Mustang un domingo por la mañana, tras una noche de copas en Guadalajara, cuando se estrelló a 130 kilómetros por hora con un Aveo. El caso fue muy sonado, porque acabó con la vida de dos personas que se acababan de casar. Justo unos meses después, tuve la oportunidad de recibir un curso de seguridad vial en manos del experto Francisco de Anda Orellana. Paco nos enseñó lo que sucede en el cerebro de los jóvenes con el alcohol. Comenzó mostrándonos el efecto del número de bebidas alcohólicas en el cuerpo humano en general. 2 copas estándar en el transcurso de una hora dan como resultado cierto impedimento mental. Entre 3 y 4 se presentan signos físicos evidentes. Entre 5 y 6 bebidas ingeridas durante una hora, aparece el habla distorsionada. Entre 7 y 9, se puede presentar inconsciencia, es decir, la persona está prácticamente desmayada. Si las bebidas ingeridas fueron entre 10 y 13, la persona está en riesgo de caer en paro respiratorio. Después de mostrarnos la tabla con el número de bebidas y sus efectos en el cuerpo humano, nos preguntó cuántas copas creíamos que había tomado Joao Maleck antes de estrellarse a esa velocidad contra el auto de los recién casados, causándoles la muerte inmediata. Algunos sospechamos que entre 5 y 6, y otros entre 3 y 4. Yo me imaginé a Joao Maleck con el habla distorsionada. Entonces, Paco de Anda nos explicó que el cerebro de los jóvenes sigue en desarrollo hasta los 21 años. Esto es, sigue inmaduro. Ello implica que los menores de 21 años pueden ser muy impulsivos. En otras palabras, hasta los 21 años, los humanos solemos tomar riesgos, tener conductas que nos ponen en peligro. Una vez mostrado esto, nos dijo que unas pocas bebidas nos ponen alegres, de buenas. Nos desinhiben. Con esto en mente, nos explicó que seguramente Joao había bebido entre 2 y 3 copas en la hora previa al accidente. Es decir, no iba borrachísimo, como muchos supusimos. En resumidas cuentas, el cerebro de los jóvenes aún está en formación, lo que los hace proclives a ser arriesgados. Si a ello le sumamos el alcohol, el resultado son personas que se quieren comer al mundo, personas que sienten que todo lo pueden. Esta es la razón por la que en muchos países se ha decidido e implementado una política de tolerancia CERO de alcohol en las y los jóvenes. Las personas mayores de 21 años, pueden manejar legalmente con cierto nivel de alcohol en la sangre. No así los jóvenes de entre 18 y 21 años. Hasta los 21 años de edad, las y los jóvenes tienen permiso de beber, pero sin conducir, o al revés. Si van a conducir, no tienen permitido beber algo. Si lo hacen, se enfrentan a un procedimiento legal que puede implicar la pérdida de la licencia. A raíz de la muerte de la pareja en manos de Joao Maleck, muchos reflexionaron sobre la importancia de los puestos de control de alcoholimetría. Literal, salvan vidas propias y ajenas. Justo la semana pasada en León un joven alcoholizado mató con su vehículo a dos chicos de 17 años que volvían de cenar en su auto. Actualmente en Michoacán, entre 3 y 4 de cada 10 muertes por accidentes vehiculares al mes están relacionados con el alcohol. A usted que amablemente me lee, le invito a que comparta en su familia la reflexión de que el alcohol y la conducción de un vehículo no debe mezclarse. Mucho menos si se tratan de jóvenes. Nos toca a los adultos no prestar el vehículo si sabemos que nuestros jóvenes van de fiesta. Mejor usen una app, llamen a un taxi, o que hagan pijamada…