COLECTIVO CIUDAD | Acapulco, reconstruir la ciudad

Las playas quedaron destruidas y el fondo del océano se llenó de embarcaciones que fueron hundidas, debajo de toneladas de lodos y piedras que fueron arrastradas por las fuertes corrientes, quedaron todo tipo de vehículos y animales muertos.

Rafael de Jesús Huacuz Elías

La ciudad de Acapulco de Juárez, en Guerrero; para el año 2020 contaba con una población de 779 mil 566 habitantes (47.7 por ciento hombres y 52.3 por ciento mujeres) distribuidos en 223 mil 924 viviendas, con un promedio de 3.4 personas por vivienda; aunque solamente el 47.7 por ciento de las mismas contaba con acceso a internet y 29.2 por ciento con una computadora en casa. El número de vehículos de motor registrados en la ciudad en el último censo de población y vivienda del INEGI (2020) fue de 468 mil 165, lo que representaba 1.6 de vehículo automotor por persona.

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La noche del 24 de octubre y la madrugada del 25 aproximadamente a la 1:00 a.m., un huracán de categoría 5, inicialmente clasificado como tormenta tropical Otis rápidamente se convirtió en un ciclón que, de dimensiones reducidas, desarrollaría una extraordinaria potencia y capacidad destructiva al momento de golpear las costas de Guerrero con vientos de entre 260 a 310 kilómetros por hora, dejando en pocas horas la ciudad de Acapulco reducida a escombros, dañó el total de su infraestructura hotelera, así como todos los comercios y las viviendas en la ciudad; la destrucción fue de tal dimensión que alcanzó los municipios periféricos y sus vialidades. Para darse una idea de la magnitud del desastre, el paso del huracán Otis, generó unas 7 mil toneladas de escombros y basura que ha sido prácticamente imposible de confinar en algún relleno sanitario, la basura en su conjunto lleva restos de material de construcción, de lodos y ramas, así como material orgánico difícilmente clasificable, por lo que los malos olores producto de la descomposición se pueden percibir por toda la ciudad, especialmente en las colonias alejadas de la zona turística, en donde ahora para reducirla han empezado a incinerarla.

Las playas quedaron destruidas y el fondo del océano se llenó de embarcaciones que fueron hundidas, debajo de toneladas de lodos y piedras que fueron arrastradas por las fuertes corrientes, quedaron todo tipo de vehículos y animales muertos.

La ciudad no estaba diseñada para resistir un fenómeno meteorológico de esta naturaleza, la mayoría de las viviendas, construidas de materiales orgánicos o provisionales como son: corteza y madera; cocoteros; palma; bambú; lámina de cartón o metálica; no resistió la tormenta con la fuerza de los vientos del huracán, los cristales de los hoteles no tenían película protectora anti fragmentación para mantearlo unido, la municipalidad no tenía un bunker para refugio y control de mando ante la emergencia (como sí tienen la mayoría de las ciudades costeras de los Estados Unidos); la población en general pensó que sólo se trataría de una tormenta tropical que dejaría abundante lluvia y daños menores, por lo tanto, no tomó las previsiones necesarias, aunque hay que decirlo con toda franqueza, aun sabiendo el peligro y el daño de un huracán categoría 5, no había mucho por hacer, sólo evacuar a la población, sobre todo aquella de las partes altas del puerto que viven en colonias irregulares o en zonas de alto riesgo.

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Ante la magnitud del desastre meteorológico que vivió la ciudad, caben las siguientes reflexiones: ¿Puede nuevamente golpear un huracán categoría 4 o 5 cualquier otra ciudad del país? Los escenarios adversos de cambio climático nos dicen que sí, entonces: ¿Cómo preparamos a las ciudades altamente vulnerables al cambio climático inminente? Quizá la respuesta técnica sería: que la ciudad contara con todos los instrumentos de planeación actualizados en sus distintas escalas: Programa de Desarrollo Urbano, Programa de Ordenamiento Ecológico Local, Atlas de Riesgos, protocolos de emergencias, así como una legislación urbana y constructiva más estricta para evitar tener asentamientos humanos en zonas inundables o de alto riesgo.

Posterior a la emergencia cabe la pregunta: ¿Cómo reconstruir nuevamente a la ciudad si sabemos de la alta vulnerabilidad que enfrenta el Puerto de Acapulco? En el pasado no se cuidó preservar las zonas de mangle y las primeras dunas de arena que, en otros contextos, permiten frenar la intensidad de la lluvia y disminuir la fuerza con que golpean los huracanes tierra adentro. En el caso de Acapulco, anhelar la reconstrucción tal como previamente era, sería un gran error, ya que sabemos que su vulnerabilidad ante los efectos del cambio climático, incrementa la probabilidad de que en el corto o mediano plazo una nueva temporada de huracanes golpeé nuevamente el puerto bajo el mismo contexto actual.

Acapulco ha sido durante décadas un lugar privilegiado como destino turístico para miles de capitalinos que año tras año se desplazan buscando el paraíso perdido de la Ciudad de México; quizá se reconstruya la infraestructura de la inmediatez en este gran imán turístico y recreativo para el turismo masivo, pero se deberá cuidar a conciencia la reconstrucción de las colonias y viviendas de la población local, quizá esta sea una gran oportunidad para darles una mejor calidad de vida con la infraestructura adecuada, (por ejemplo con servicios ocultos bajo tierra, más y mejores áreas verdes y saneamiento de cuerpos de agua, es decir infraestructura verde y azul) para una gran ciudad portuaria como lo es Acapulco y no sólo pensar en la infraestructura gris, como tradicionalmente queremos gastar el recurso público para la ciudad.

colectivo.ciudad.0@gmail.com