Raúl Coria Tinoco ¿Qué puede hacer una calle por los ciudadanos? Tratando de responder esta pregunta, la calle es la oportunidad de que las personas salgamos del espacio privado a un lugar que permita la interacción, la movilidad, acceso a los servicios y el empleo. Es el espacio público que conecta a la ciudad, es una especie de estructura vertebral que organiza, envuelve y da cohesión a los diversos usos y habitantes. Pero además de permitir lo anterior, también puede presentar el conflicto, la hacinación, la desigualdad y la discriminación. Esto traducido a emociones, es cuando nos sentimos alegres, tristes o enojados al utilizar una calle. Un ejemplo, es cuando nos enfrentamos a un lugar de tráfico vehicular que nos predispone al estrés y ansiedad. De igual manera, puede ser aquel lugar que es agradable, ya que cuenta con actividad social, comercio, árboles, banquetas amplias que nos proporcionan seguridad y una fácil movilidad con opciones para desplazarnos. Podemos notar que son espacios tan significativos, ya que en ellas pueden suceder la igualdad, la oportunidad de expresarnos y ser libres. Pero lamentablemente es el lugar que menos se piensa; y cuando se hace, nuestra mente se remite a entenderlas como un gran arroyo vial (casi una autopista), algunas instalaciones (el alumbrado público) y pequeñas banquetas. Muchas ocasiones diseñadas en ese orden y en estricto sentido como un lugar de paso. Si bien las calles nos permiten desplazarnos de un lugar a otro, esa no es su única función. Existe un sinnúmero de variables que pueden impactar en cómo se usa una calle; algunas son el uso cotidiano, el flujo de personas, los vecinos, el medio ambiente, el comercio, la movilidad, la infraestructura en cuanto instalaciones (agua, alcantarillado, entre otros). Por ello es importante equilibrar el uso, esto de acuerdo a la vocación que pueda tener la calle, lo cual está relacionado a las variables, a el lugar, dimensión y su participación en la estructura vertebral de la ciudad. En la actualidad cada vez más ciudades como CDMX, Mérida, Guadalajara, Nueva York, Londres, han puesto especial énfasis en su programa de inversión para el diseño de las calles. ¿Pero cómo saber cuál es el diseño correcto? Para esto, es conveniente señalar el enfoque de Jane Jacobs, donde convoca a quienes diseñan las ciudades y las calles, tales como los gobiernos, los políticos, urbanistas, arquitectos, ingenieros entre otros; que deben tomar en cuenta salir a la calle y establecer contacto con quien la usa para comprender el cómo funciona verdaderamente la ciudad. Quienes la planifican es indispensable que estén infiltrados en ella y la puedan vivir. Es recurrente diseñarla desde el otro lado y perder de vista el enfoque del ciudadano. Además, es fundamental que como ciudadanos podamos participar y tomar decisiones en conjunto con los gobiernos, es necesario abrir foros de discusión en donde un ciudadano común pueda acercarse y participar. La privatización del diseño de las ciudades por especialistas no resulta siempre en la mejor solución. Para la ciudad de Morelia, con las últimas obras millonarias (distribuidores viales) se ha supuesto una mejora invirtiendo en soluciones dirigidas hacia los autos privados con la justificación de facilitar la movilidad. El impacto de estas acciones, que ya se han mencionado anteriormente en artículos de opinión de este colectivo, además del tema de inversión, impacto social y medio ambiental, contribuye a la desigualdad. Estas acciones, si bien buscan mejorar el conflicto, no terminan por resolver el problema. Ciudades como Madrid y Barcelona han pasado hace 32 años de modelos como el que hoy tenemos en Morelia, a calles completas, que son el modelo que existía en aquellas ciudades y en nuestra ciudad hace 50-60 años. Lo cual indica la importancia de retomar principios del pasado que puedan abonar a las estrategias del futuro. Previo a mencionar cómo podría ser una calle completa, es conveniente preguntarnos ¿quién la usa? Esto implica en automático ¿Cómo la usa? y ¿quién la puede usar en el futuro? Es importante definir y comprender que, cada zona de la ciudad tiene comportamientos, necesidades diferentes y diversos habitantes. Sin embargo, la calle nos coloca en una igualdad de condiciones como ciudadanos que somos, promueve la convivencia, la usabilidad y en algunas ocasiones nos lleva a la apropiación de la misma de manera individual o colectiva. Entonces una calle completa es aquel lugar de la ciudad que promueve el disfrute colectivo del espacio público, es decir amplifica esta actividad dotando a las calles de espacio más que suficiente. Puede ser tan básico como crecer la banqueta y rescatar el espacio que el auto privado toma y que utiliza al pasar el 95% de la vida útil del mismo estacionado, lo cual implica que el auto privado toma del espacio público de calles un 70% de manera directa o indirecta. ¡Qué gran desperdicio de recursos y espacio! La calle más completa no es la más peatonal, sino es aquella que armoniza la mayor cantidad de variables, que permite que todos los habitantes tengan acceso, uso, movilidad y salud de la misma; esto puede ser medido en base a indicadores espaciales que contribuyen a dar sustento y que evitan que se manipule y comprometan los beneficios y bienestar de la población en estas acciones. Algunos indicadores a resaltar en una calle completa son el número de árboles por habitante y/o hectárea, la distancia promedio para acceder al transporte público, ciclorrutas existentes, rampas para personas con discapacidad, recolección y manejo de residuos sólidos, señalización, lugares de encuentro para niños y jóvenes, muertes por hechos viales, mobiliario urbano, iluminacion nocturna, entre otros. Entonces ¿Qué tipo de calles queremos los ciudadanos en un futuro? Recordemos que pueden ser calles accesibles, que merezcan la pena vivir. colecciudad@gmail.com