Salvador García Espinosa En los últimos años, tanto habitantes como visitantes de Morelia, hemos padecido el deterioro de las vialidades, la proliferación de baches ha sido una constante en la ciudad, que ha vuelto prácticamente intransitables algunas calles. Esta situación que pone en serios aprietos a las autoridades municipales y en graves problemas a los automovilistas y población en general, como todo lo que acontece en la ciudad, tiene múltiples aristas, pues cada uno de los que habita la ciudad, tendrá un punto de vista distinto. Podemos comenzar por señalar que el deterioro de los pavimentos en las vialidades ocasiona que se transite a una menor velocidad, lo que incrementa la contaminación ambiental, provocada por la prolongada combustión de vehículos automotores. Sin duda, trae junto con el deterioro de los vehículos, una mayor incidencia en los accidentes de tránsito, así como una inversión mayor en los tiempos de recorrido, tanto para vehículos particulares como transporte público; en otras palabras, la afectación es para quienes disponen de automóvil y para quienes usan transporte público. En el 2018, el Instituto Mexicano para la Competitividad A.C. (IMCO) dio a conocer un estudio sobre el impacto social y económico del congestionamiento vial en 32 de las principales ciudades mexicanas. Consideró las horas-persona invertidas en los tiempos de congestionamiento inherentes a los traslados, así como el costo monetario del tiempo de las personas, si estuvieran trabajando (hora-trabajo) y concluye que, en México, el tiempo “perdido” por congestionamiento vial equivale a casi $94 mil millones de pesos anuales. Para el caso particular de Morelia se considera un costo de $876 millones de pesos anuales. Para dimensionar este monto, baste señalar que el distribuidor vial que se construye en la salida a Mil Cumbres se anunció que tendría una inversión del orden de los $400 millones de pesos. De acuerdo con el IMCO, a los habitantes de Morelia el congestionamiento vial nos cuesta $2,249 pesos por persona al año, que representan un promedio de 60 horas “perdidas” en traslados al año. En otras palabras, pasamos en el tráfico más de una semana laboral o en el mejor de los casos, el equivalente a una semana de vacaciones por año. Se debe comprender que el número de automóviles aumenta día con día, las necesidades de traslados se modifican, la ciudad se expande y, por lo tanto, se requieren modificaciones a la estructura vial, tal y como ha ocurrido en otras ciudades. Tenemos el ejemplo de los ejes viales en la CDMX o Guadalajara, que hicieron posible los traslados de un mayor número de vehículos en menor tiempo. Pero estos son solo algunos ejemplos, hay varias acciones que permitirían hacer más eficiente la estructura vial de la ciudad. La más simple y significativa, es la prohibición de estacionamientos en la vía pública. Consideremos que la pavimentación de una calle promedio de dos carriles de ancho, es de seis millones de pesos por kilómetro, el tener autos estacionados en uno de sus lados, equivale a reducir su eficiencia a sólo un carril, es decir, que ese único carril que permite la circulación de vehículos terminaría costando el doble, pues al final del día, el total de la inversión solo representó un carril útil. El análisis anterior es lo que ha propiciado que en algunas ciudades se cobre por estacionarse en la vía pública, a través de los denominados parquímetros. Bajo tres consideraciones fundamentales: 1) se instalan en aquellas vialidades donde el nivel del flujo vehicular lo permite, 2) el tiempo de estancia es muy limitado, de forma tal que haya rotación de vehículos y éstos no permanezcan más de 30 o 45 minutos y 3) el costo del estacionamiento por parquímetro, con respecto a la tarifa de un estacionamiento privado, es muy alto. A fin de incentivar el uso de estacionamientos en predios o edificios, antes que en la vía pública. En nuestra ciudad pasa exactamente lo contrario, las tarifas de estacionamientos privados son excesivamente caras y propician que los automovilistas busquen a toda costa estacionarse en la vía pública, a cambio de darle al viene-viene o franelero una propina. Otras de las acciones es el reordenamiento de sentidos viales, para aumentar la capacidad de flujo de las vialidades. Aquí conviene recordar que hace unos meses el H. Ayuntamiento instrumentó un par vial entre las avenidas Guadalupe Victoria y Guillermo Prieto, en la colonia Industrial, con la finalidad de que, al hacerlas de un solo sentido, se duplicaba en número de carriles y se disminuía significativamente el tiempo de traslado. Desafortunadamente, antes de escuchar las evaluaciones que demostraran la eficiencia de dicha medida, los vecinos de la zona generaron oposición y presión a las autoridades, para no realizar adecuación alguna. El gran reto, para autoridades y vecinos, es generar los mecanismos de consenso que garanticen la viabilidad de obras de adecuación a la estructura vial, pues la movilidad de personas y mercancías representa, hoy en día, un elemento de competitividad urbana. La ciudad que logre mejorar la calidad de vida de sus habitantes, a partir de optimizar la inversión pública, será capaz de captar más inversiones privadas. De lo contrario, nunca habrá recursos suficientes para satisfacer los déficits, y se corre el grave riesgo de un decrecimiento, ante la pérdida de competitividad. colecciudad@gmail.com