Eduardo Zaragoza Zúñiga Estas fechas han resultado cruciales para mi familia, no solo por la pandemia, sino por el hecho de que mi hija en edad universitaria se encuentra con la gran noticia de ser aceptada por la Universidad de Guadalajara para estudiar la licenciatura en danza en el campus ubicado en el primer cuadro de la ciudad de Guadalajara, lo cual conlleva a mudarse sola a esta gran ciudad. Por esta razón hemos empezado la búsqueda de renta para estancia con varias necesidades: buena ubicación en relación con la escuela, vivienda en comunidad estudiantil, idealmente habitación con baño propio y un costo razonable. Una gran sorpresa y decepción: la ciudad de Guadalajara, aunque con una gran actividad comercial y con toda la infraestructura y equipamientos suficientes, no proporciona opciones adecuadas para vivir: las viviendas que ofrecen servicios de estancia están mal adaptadas, no tienen las dimensiones suficientes, no cuentan con la ventilación e iluminación necesaria para su adecuado funcionamiento y las opciones que logran cubrir estos elementos son costosas y en ubicaciones que requieren traslados de casi una hora en transporte público. Como arquitecto y con especial interés en temas de vivienda social, reflexiono nuevamente sobre el papel que como planeadores y diseñadores de la ciudad no estamos logrando: primeramente, conservar el uso habitacional en los centros históricos de nuestras ciudades -datos del INEGI de 2010 y 2020 así lo demuestran- cada vez es menos la cantidad de habitantes en estos primeros cuadros de la ciudad y en manzanas contiguas; es así también el caso de León, Querétaro y Morelia. Aunque la población en ellas ha aumentado un 25 por ciento promedio, sus manzanas centrales y aledañas a estas han perdido desde un 10 hasta un 20 por ciento de sus habitantes, aun y con la población de 65 años y más que sigue en aumento. Otro dato para revisar es la expansión de las áreas urbanas, que como los datos de SEDESOL 2012 nos mostraron, han crecido de manera exponencial al crecimiento de su población y continúan bajo el mismo esquema de desarrollo esta última década. Gran parte de los recursos se han destinado a estas zonas de la ciudad (centros históricos) en mayor proporción al resto por las actividades públicas, de comercio y culturales que generan mayor uso, siendo incluso la imagen comercial en la promoción turística de las mismas. Estas zonas históricas y centrales cuentan, en muchos casos, con los mejores equipamientos de movilidad que el resto de la ciudad. Incluso en el caso de Morelia, desde la década pasada, se reconocía este fenómeno de abandono por parte de los habitantes del centro histórico, por lo que se incluyeron estrategias a los planes de desarrollo urbano que mejoraran las condiciones del centro para rehabitarlo, pero solo han quedado en intensiones (al menos en Morelia). Hoy, con los datos del censo de población más reciente, vemos que este fenómeno de abandono ha aumentado y se ha extendido a otras colonias colindantes con el centro de la ciudad, que también ya presentan menor cantidad de habitantes y de hogares particulares, junto con el incremento en número y proporción de la población adulta mayor. Todo esto quiere decir, que no hemos entendido la lógica de las nuevas modalidades de habitar, nos falta instrumentar estrategias a corto plazo y de aplicación urgente que ayuden a mitigar esta situación que no se trata solo de incluir a los programas de desarrollo urbano enunciados o palabras como rehabitar, densificar o conservar; se trata de reconocer las necesidades contemporáneas de nuestra sociedad, primero la diversidad de habitantes, de grupos familiares, de ingresos, costumbres, necesidades. Y no solo nuevas modalidades en lo público sino también en el ambiente privado (casa-habitación), cuando se pretende estandarizar programas, usos, dimensiones, concepto de propiedad privada, que sumado a un diseño de vivienda rígido no permite opciones en el espacio y en el tiempo para poder adaptarlas a nuevos usos, usuarios y formas de convivencia. Si creemos que solo ampliando el área urbana resolveremos las nuevas necesidades habitacionales además de la urgencia climática, social y sanitaria, estamos equivocados, debemos aprovechar y ocupar lo existente y subutilizado. Aprendamos y apliquemos los esquemas colectivos contemporáneos, diseñemos espacios para habitar, trabajar y socializar donde las posibles actividades colectivas se puedan compartir en espacios y recursos sin renunciar a la privacidad de ciertas actividades necesarias. Ya que hemos comprobado que de manera individualista no se han logrado los objetivos que se habían trazado y esto ha generado que gran parte de las ciudades se encuentren subutilizadas, en pleno deterioro y generando un alto y permanente costo de mantenimiento. Por lo anterior hemos heredado ciudades complejas, inseguras e inasequibles. Queda ahora la tarea de reconocer, revisar y diseñar alternativas para habitar en las ciudades que estarán llenas de personas jóvenes con necesidades diversas y adultos mayores, que al igual que los primeros requieren de una ciudad en la que puedan circular y habitar de manera sustentable, no solo ecológica, sino social y económicamente, donde, como subraya Saskia Sassen, no solo trabajen, coman y duerman, sino que además pasen las cosas de la vida. colecciudad@gmail.com