COLECTIVO CIUDAD | Primavera Silenciosa

La utilización de pesticidas en la industria alimentaria es un ciclo de contaminación y de muerte que poco a poco va acabando con nuestros bosques, contamina más nuestra agua y empobrece nuestro ecosistema, el cual amenaza con desaparecer para siempre.

Rafael de Jesús Huacuz Elías

Sin duda, uno de los libros más importantes para el movimiento ecologista global, fue “la primavera silenciosa” (Silent Spring en su publicación original), ya que representa un ícono al culto conservacionista por advertir en su contenido sobre los efectos perjudiciales de los pesticidas en el ambiente. El 2022 se cumplen 60 años en que su autora, la Maestra en Biología Marina y conservacionista estadounidense Rachel Louise Carson, lo publicara con un rotundo éxito a escala internacional.

PUBLICIDAD

Carson nació en una provincia rural en 1907, vivió su infancia en la granja familiar de Springdale, Pensilvania, muy cerca de la Costa Este de los Estados Unidos, lo que le permitió realizar estudios en Zoología y Genética en la Universidad Johns Hopkins, tras el paso del tiempo, se consolidó como una autora de éxito, al publicar importantes estudios sobre la vida marina; pero sin duda, la primavera silenciosa la marcó con una huella indeleble en su carrera profesional por exhibir la nocividad con la que opera la industria alimenticia y la producción agrícola tecnificada del siglo XX.

Su crítica feroz a la industria de pesticidas llevó a la prohibición del DDT y al nacimiento de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) tras advertir de los efectos nocivos para la salud por los químicos utilizados en los campos norteamericanos, irónicamente, murió sorpresivamente por cáncer de mama en 1964, dos años después de la publicación del libro.

Esta breve historia invita a reflexionar sobre: ¿qué tan silenciosa sigue siendo la llegada de la primavera a nuestras vidas? En la gran ciudad, difícilmente podemos escuchar el canto de las aves o el sonido de los insectos que, en otros tiempos y en otros contextos, anunciaban la llegada de la primavera. Seguimos utilizando productos químicos a gran escala en nuestra vida moderna, e incluso ahora, en las zonas rurales aledañas a la ciudad, cada vez es menos frecuente distinguir el sonido de las aves. El ciclo está roto, fumigantes, pesticidas, insecticidas y otros tantos productos químicos de la industria inundan nuestras vidas, huelga decir que hemos perdido nuestra capacidad de prever y anticiparnos a la catástrofe, lo que nos hace día con día, una sociedad más vulnerable a punto de destruir toda la vida en la tierra.

PUBLICIDAD

Los productos químicos rociados sobre nuestros campos de cultivo, permanecen durante largo tiempo en el suelo y penetran en los organismos vivos pasando de uno a otro en una cadena de envenenamiento y muerte, estos químicos se infiltran en los cuerpos de agua y en los ríos locales hasta llegar a combinarse con el ciclo hidrológico y enfermar al ganado y al granjero, en una espiral descendente de contaminación y muerte –nos advirtió Carson--.

La rapidez del cambio y la velocidad con la que se crean nuevas sustancias tóxicas, sigue un impetuoso y descuidado paso del hombre por la tierra a una velocidad tal que, difícilmente puede reconocer el daño causado a la naturaleza por su propia obra.

Desde la autorización para el uso generalizado de polvos, esprays y aerosoles que se aplican universalmente en granjas, jardines, zonas de cultivo y al interior de nuestros hogares, buscamos como especie dominante exterminar a todo insecto “malo” (o bueno), y hacer de nuestras casas y áreas verdes un lugar más “seguro” y placentero para disfrutar: el campo siempre verde y la playa sin insectos que distraigan nuestro descanso inmejorable.

Es impresionante la lista de destrucción de áreas naturales que tenemos frente a nuestros

ojos, nunca hemos estado tan apartados del equilibrio entre el hombre y la naturaleza, vivimos en espacios urbanos construidos bajo una lógica de dominación de lo “natural” bajo una nueva atmósfera terrestre, es decir, desde la revolución industrial hasta nuestros días, modificamos radicalmente los componentes atmosféricos, como el bióxido de carbono, que continúa creciendo exponencialmente en la atmósfera afectando al clima global. Nos enfrentamos al aumento de más de un grado centígrado de la temperatura promedio y se espera que, en los próximos años, se mantenga esta tendencia, desatando una serie de trasformaciones climáticas y atmosféricas que pondrán a prueba nuestra capacidad de supervivencia en la tierra.

El cambio climático es el reto más importante para la humanidad en el siglo XXI, por lo que urgen acciones sociales y gubernamentales para mitigar o reducir los riesgos ambientales, globalmente se estima que el 89 por ciento de las emisiones de gases efecto invernadero son producto del uso de combustibles fósiles y el restante 11 por ciento, son producto de emisiones por cambio de uso de suelo e incendios; con datos del Programa Estatal de Cambio Climático del Estado de Michoacán, se estima que la principal fuente de emisiones de CO2 es causada principalmente por el un cambio de uso de suelo, la silvicultura y la ganadería en un 58 por ciento, el 42 por ciento restante, entre la industria y la energía.

Este dato es alarmante, si consideramos que el cambio de uso de suelo afecta nuestros bosques y la vida silvestre en su interior, la degradación y desertificación de suelos forma parte de nuestros principales problemas por atender, sin embargo, los recursos para ello son insuficientes o incluso nulos, me comentaron esta misma semana varios de los encargados de las direcciones de medioambiente de los municipios rivereños al lago de Pátzcuaro, quienes no tienen ni siquiera equipo para enfrentar los continuos incendios que registra la zona, ante la temporada actual de estiaje y a quienes se les está capacitando en la necesidad de construir gobernanza ambiental desde sus comunidades, lo cual, me parece, es un tema pendiente para desarrollar en una próxima publicación, por lo pronto, seguiremos intentando escuchar los sonidos de la primavera.

colecciudad@gmail.com