Catherine Ettinger Cuando se conversa sobre las diversas problemáticas que aquejan el centro histórico de Morelia, se suele echarle la culpa a la delegación local del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Se les culpa de igual manera del deterioro o el descuido en el patrimonio del centro como de imponer excesivos requisitos para la restauración. Sin duda, habría mucho que decir de rol que juega el INAH o de sus omisiones, pero no hay que olvidar que hay corresponsables, siendo el más relevante el Ayuntamiento de Morelia. Históricamente la conservación del patrimonio construido de Morelia se basaba en normas municipales y en las actuaciones de los ciudadanos locales y los ayuntamientos. El mismo hecho de su inscripción en la Lista de Patrimonio Mundial se debe en gran medida a estos mismos actores. En nuestra ciudad, la preocupación por la conservación remonta a las primeras décadas del siglo XX y fue detonada por la llegada de la modernidad. En particular parece ser que la aparición de los automóviles, expendios de gasolina y garages, se veía como una amenaza al carácter de la ciudad, o como se decía entonces “aspecto típico y colonial de la ciudad”. Si bien hubo una legislación estatal desde 1930, fueron las instancias municipales quienes se encargaron de velar por los edificios históricos y la imagen colonial de la ciudad a través de una Junta de Conservación, con varios cambios de nombre, se encargaba de dictaminar los proyectos propuestos para realizarse en el centro de la ciudad. Sus razonamientos eran, por lo general, subjetivos y basados en el aspecto que darían al conjunto; no es de extrañarse que hay proyectos rechazados simplemente porque se consideraban de “mal gusto”. Es importante notar que en ese momento lo que importaba eran los exteriores de los edificios y no había mucha preocupación por la conservación de los interiores ni de la distribución en torno a patios centrales. Se buscaba proteger la imagen entonces la atención se vertía sobre la parte pública de los edificios, las fachadas que en su conjunto le daban su aspecto histórico. Por este motivo, encontramos en el centro muchas construcciones de los años 40 con fachadas que se integran al contexto, pero que al interior son modernos. De 1956 data un reglamento municipal de gran importancia para la ciudad: el Reglamento para la Conservación del Aspecto Típico y Colonial de la Ciudad decretado por el Congreso del Estado de Michoacán de Ocampo. Los temas que aborda el reglamento, que establece un Comité de Vigilancia para garantizar su cumplimiento, reflejan las inquietudes de la época como eran la presencia de gasolineras, garages o exhibición de autos en el centro, la colocación de cables a la vista, los anuncios y la publicidad, las características de las fachadas en el caso de nuevas construcciones y la restauración de casas en mal estado. Aunque hay temas que hoy en día no nos preocupan, es sorprendente ver que hay otros que nos acompañan hoy y, ante la falta de un reglamento del centro histórico son difíciles de atender. La ley federal que protege el patrimonio histórico edificado de Morelia data de 1972 y el encargado de aplicarla es el INAH. Aunque el INAH estuvo presente en Morelia desde 1943 a través del Museo Michoacano, estableció un Centro INAH a manera de delegación hasta finales de los setenta, cuando los ciudadanos y el ayuntamiento habían acumulado décadas de experiencia. Pero, esta norma enfocada a los monumentos deja fuera muchos otros aspectos que recaen en el gobierno municipal. Entre ellos el uso de suelo, la publicidad en negocios del centro, la vigilancia sobre los niveles de ruido que emana de los establecimientos, reglamentos de tránsito, el uso de espacios públicos para eventos, entre muchos otros. La normativa actual, el Reglamento Urbano de los Sitios Culturales y Zonas de Transición del Municipio de Morelia, no se enfoca específicamente al Centro Histórico y aunque contempla un Consejo Consultivo —que debiera incluir especialistas, restauradores y miembros del ICOMOS—, este organismo solamente emite opiniones. La Coordinación del Centro Histórico –establecido en 2002 en el marco del llamado Rescate del Centro Histórico— no cuenta con inspectores que hagan recorridos diarios, ni tiene autoridad para imponer multas. Sus funciones se han entendido de distintas maneras a través de las diferentes administraciones municipales; en algunas se ha enfocado a limpiar grafiti y a organizar eventos, sin ahondar en los problemas complejos como son: el cambio de uso de suelo en detrimento de la vivienda y a favor de los bares y antros; el uso indiscriminado de azoteas de edificios históricos para terrazas; el deterioro en la imagen con publicidad; la contaminación auditiva; el deterioro y abandono de casas y casonas; la salida de la población residente por mencionar solo algunos. Para atender estos problemas es imprescindible la actuación del Programa Parcial de Desarrollo Urbano del Centro Histórico de Morelia aprobado en 2001, que a 20 años ha perdido su vigencia. La normativa municipal tiene que actualizarse para atender los aspectos que no son competencia del INAH y así generar una verdadera vigilancia sobre este espacio de gran significado para los habitantes del municipio. No se trata de acciones superficiales de embellecimiento o de organización de eventos, sino de atender cabalmente su problemática. @dCcD