Héctor Álvarez Contreras Este 18 de mayo del 2023 se cumplen 482 años de que un grupo de familias españolas encabezadas a su vez por tres nobles caballeros; Juan de Alvarado, Juan de Villaseñor y Luis de León Romano, tomaron posesión del predio destinado, por edicto real, a ser la nueva “la ciudad de Mechoacán”. Como es de sobra conocido, en medio de fuertes argumentaciones entre el Virrey Antonio de Mendoza y el Obispo Vasco de Quiroga, quien designó y promovió a Pátzcuaro con el mismo título, en la parte más alta del terreno que se conocía entonces como Guayangareo, la misma crónica registra que se comenzaron a trazar las primeras calles e incluso los lugares donde se ubicarían los primeros elementos urbanos como la “…plaza, Iglesia, Casa de Cabildo é Audiencia é Cárcel é carnicerías, todo en señal de verdadera posesión é acto especial”. En una tradición de herencia de la Castilla medieval, se realizaron los augurios religiosos de rigor y se declaró formalmente la existencia de esa ciudad destinada para la habitación de españoles. Afortunadamente, en la actualidad continúan las investigaciones académicas que reflexionan acerca de esa fundación tratando de entender algunos puntos que no quedan muy claros en las crónicas de la época, como la ubicación exacta de la primera catedral, el primer convento franciscano o las primeras instalaciones de haciendas y encomiendas; también hay interesantes hipótesis acerca de la existencia de habitación indígena tarasca, pirinda – matlatzinca en la región. Algunos de estos estudios afirman que las primeras edificaciones en Valladolid tuvieron una fábrica de materiales modestos, como adobes, madera y paja; y se habrían conservado así durante muchas décadas. En tanto la sede catedralicia se fue consolidando políticamente y sobre todo económicamente, las construcciones también fueron mostrando técnicas y materiales más caros y elaborados. Es importante subrayar que, como cabecera de un obispado tan extenso en territorios productivos, como las regiones mineras de las actuales Guanajuato, San Luis Potosí y Zacatecas, así como las riquísimas tierras del occidente hasta la costa michoacana, los diezmos y prebendas permitieron que la Valladolid adquiriera hacia el siglo XVIII el carácter señorial que le otorgan la catedral, las casas y los edificios civiles y religiosos virreinales. Esos mismos estudios, así como registros cartográficos y fotográficos, también permiten afirmar que durante muchos años, desde su fundación, la ciudad no creció más allá de lo que ahora se entiende como centro histórico o zona de monumentos. Hasta inicios del siglo XX las conocidas garitas delimitaban a Morelia, en tanto ciudad; y prevalecía una atmósfera que se podía definir en general como “provinciana”. Con el diseño y construcción paulatina de las colonias como la Vasco de Quiroga o Los Viñedos así como la conurbación de poblaciones aledañas parecidas a Santa María o El Rincón, la ciudad creció aceleradamente a partir de los años sesenta. Las construcciones primigenias de la época virreinal instauraron la idea de un “centro histórico”, que de acuerdo a la evolución de las nociones de cultura y patrimonio cultural a partir de la década de los ochenta, demandaron cada vez más cuidados y atención en términos de lo que ahora se entiende como conservación, restauración, rehabilitación, rescate, etc. Gracias a que las autoridades estatales, municipales y federales han actuado responsablemente ante los retos que impusieron esas líneas de acción cultural, se ha logrado conservar una buena parte del patrimonio construido y sus valores muebles. Es lamentable la pérdida de muchos valores inmuebles, sobre todo de casas antiguas, por abandono o por especulación del suelo. Pero en general, Morelia puede preciarse de poseer un tesoro construido por sus atributos estéticos, históricos y simbólicos. Sin embargo, la ciudad de Morelia, que celebra sus 482 años de fundación no es solamente la que define al centro histórico. Los límites urbanos ya alcanzan localidades de tenencias y municipios como San Nicolás Obispo, San Miguel del Monte, Tarímbaro, etcétera; y es toda la ciudad la que recuerda y celebra esa fecha de fundación. Con las complicaciones lógicas -o luego no tanto, en infraestructura, servicios, movilidad, cuidado del medio ambiente, etc., la ciudad que se fundó aquella mañana de miércoles 18 de mayo de 1541, ahora se ha extendido hasta esos límites en una medida muy acelerada en los últimos treinta años. No es la zona de monumentos la que conmemora ese acto histórico y solemne; es la misma ciudad, pero ahora muy extendida, hasta las colonias más marginales, geográficamente y económicamente. En toda la ciudad son muy agudos los problemas de seguridad, de falta de motores productivos reales y eficaces que impulsen el empleo y el emprendimiento, de alteración del equilibrio ambiental, de falta de espacios para la convivencia sana y familiar; pero si bien cualquier ciudad se define en principio por su materialidad, es más representativa e importante la sociedad que la habita, es finalmente la que la define. Morelia se precia de su centro histórico, muy acertadamente, pero ¿es posible extender ese a-precio y cariño al resto de la ciudad?, finalmente aquellos fundadores del siglo XVI no estarían pensando en un “centro histórico” solamente. Feliz aniversario a toda la ciudad de Morelia, antigua Valladolid. colecciudad@gmail.com