Jorge Humberto Flores Romero “Dios no construyó ciudades, hace el campo. El hombre construyó ciudades”Michel Houellebecq La ciudad de Morelia ha estado inmersa en procesos de crecimiento entre lo rural y lo urbano a lo largo de toda su historia, actualmente podemos contar más de treinta poblaciones rurales distribuidas en toda su geografía metropolitana, las cuales constituyen una red de localidades que interactúan con la ciudad y modifican sus dinámicas, y al mismo tiempo que soportan la vida de la ciudad, interconexiones y flujos que hacen sinergia y producen intercambios dialécticos, como parte de los procesos de Metropolización. Así podemos citar tanto a poblaciones rurales que se encuentran fusionadas con la ciudad, como a localidades que se encuentran alejadas de la misma, dentro de las cuales podemos mencionar a: Capula, Tiripetío, Santa María de Guido, Jesús y San Miguel del Monte, Santiago Undameo, Atécuaro, San José de las Torres, Chiquimitío por mencionar algunos de los más importantes en función de la zona Metropolitana de Morelia. Esta condición de urdimbre urbana-rural, le otorga a la ciudad una vida más intensa y plural, aunque no necesariamente más justa y equitativa o igualmente distribuida en muchos aspectos, sin embargo, los dos ámbitos resultan enriquecidos por estos flujos humanos y de modos de vida entre el campo y la ciudad. Hasta el día de hoy lo rural se encuentra fuera de nuestro radar, un territorio ignorado y olvidado por la metrópolis, esta dialéctica polarizada entre campo y ciudad o entre lo rural y lo urbano define su propio significado. El cineasta Luis Buñuel re construye esta cruda realidad, al retratar la pobreza en la ciudad de México en el período del “milagro mexicano” en la década de 1950 a través de personajes como el Jaibo en “los Olvidados”, plasmando las tensas relaciones entre los habitantes del campo y de la urbe, personificada por el conjunto Nonoalco-Tlatelolco en construcción, del célebre arquitecto Mario Pani. Así también la importancia de lo rural puede leerse a través de la visión poética de Juan Rulfo, que retrata la riqueza de la vida sencilla en el campo Jalisciense del pueblo de Comala y Gabriel García Márquez plasma la universalidad de la vida de campo colombiana de la familia Buendía en la mágica población rural de Macondo. Es indudable la importancia del campo y de la vida rural en el pensamiento que ha revolucionado el mundo, ha sido un gran lienzo en el cual cada movimiento, ideología, bloque político y revolución individual proyectó sus auténticas intenciones. De esta manera el México post-revolucionario en 1920, le dio gran impulso a las normales rurales como parte del proyecto de nación de Lázaro Cárdenas, instituidos como agentes de modernización en las poblaciones donde se insertaban. Así, predominantemente establecidos en contextos rurales, dejaron una huella importante en los procesos de la vida campesina, normalmente conformado por poblaciones tradicionalmente marginadas; sin embargo, por sus orígenes ha sido un proyecto incómodo para el estado, el cual ha tratado sistemática y progresivamente de extinguirlo. Indudablemente hay un antes y un después del movimiento de Ayotzinapa para las normales rurales en México, lo cual seguramente servirá para impulsar el desarrollo en el ámbito rural no solamente desde la perspectiva educativa, sino más dirigido hacia la justicia social, ya que siempre ha prevalecido en nuestra cultura la estigmatización de lo rural desde una postura racista y clasista de las sociedades mexicanas urbanas o de las ciudades, resulta una oportunidad para equilibrar en términos de equidad esta polarización social. Sin embargo, y pese a la gran importancia que tiene el campo para el hombre, el impulso que se ha dado al desarrollo de las ciudades en el planeta ha sido omiso del cambio climático y del ambiente. Actualmente la ONU advierte que el 50% de la población humana o sea 3.5 billones de personas viven actualmente en ciudades y la proyección al 2050 será que el 70% de la población del planeta, o sea 5 billones de personas, vivirán en ciudades. Consideramos que estas estadísticas erróneamente sirven de excusa para enfocarnos exclusivamente en las ciudades y olvidarnos del campo. Esta inercia nos dirige a un planeta de lo absurdo, si tomamos en cuenta que 3.5 billones de personas que actualmente viven en ciudades, solamente ocupan el tres por ciento de la sobrepoblada superficie de la tierra, pero consumen del 60-80% de la energía y producen el 75% de emisiones de carbono. Y así el restante 97% es habitado por una quinta parte de la humanidad, que permanentemente sirve y abastece a las ciudades. Los procesos de urbanización requieren que una gran parte de lo rural o del campo sea considerado como el patio trasero de la civilización urbana. La inevitable urbanización del planeta deberá ser cuestionada, y el campo debe de ser redescubierto como un lugar para re-habitarlo, un lugar para estar vivos, la entusiasta presencia humana debe reanimarlo con una nueva imaginación, dado que el campo o lo rural no polemiza en contra de la ciudad. Consideramos que hay un gran potencial en descubrir nuevas maneras de reinventar el campo y estas ocurren más allá de una simple consciencia urbana. Entender lo rural como una base de la cual partir para hacer un mundo mejor, habrá que hacer entonces, una inspección más cercana de las condiciones rurales en el planeta, siempre nos hemos enfocado en ciudades, es momento de voltear la mirada hacia lo rural desde la visión de los Rur-Urbanitas. colecciudad@gmail.com