Desigualdad o pobreza ¿cuál atacar?

Sin embargo, una segunda apreciación puede hacer notar, que una mirada a lo Inconsciente es capaz de arrojar aspectos con interés.

DESDE EL PSICOANÁLISIS

Antonio Hernández

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Uno podría preguntarse ¿qué puede decir el Psicoanálisis sobre la pobreza y la desigualdad? Hablar del Psicoanálisis como elitista, es un lugar común, así que poco se podría esperar con su acercamiento, frente a la Sociología o la Economía.

Sin embargo, una segunda apreciación puede hacer notar, que una mirada a lo Inconsciente es capaz de arrojar aspectos con interés.

Uno puede estar pobre, lo cual entra en el ámbito de la autoimagen; alguien -toda su vida-, pudo haber tenido condiciones económicas muy precarias y ello formó parte de una percepción establecida, que lo hace actuar espontáneamente excluido, ajeno a objetos de valor o circunstancias afluentes. Se puede decir que esta pobre de manera inconsciente y natural.

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En cambio, si otra persona llegó a tener una posición acomodada y luego, por un mal negocio, un fraude o similar, cayó en la miseria, la sensación puede llegar a ser aterradora y ello conlleva una baja autoestima con consecuencias aniquilantes. No pocos han llegado al suicidio por esos avatares.

Entonces, pobreza y riqueza también caen en el terreno de las profundidades de la mente; no solo es cuestión de la cantidad de bienes y recursos que alguien tiene -un terreno objetivo-, sino que también puede ser dominio de la subjetividad.

Un nivel socioeconómico extremo bajo -en su forma más extrema-, equivale a la indigencia. Desde el punto de vista de la salud mundial, la escasez, en particular la inopia, es un arma de destrucción masiva. Sus efectos se infiltran en todos los contextos, incluido el ámbito íntimo, atemorizado, de la relación terapéutica.

El psicoanalista, al tener una relación terapéutica con alguien en pobreza extrema, debe lidiar con los sentimientos de baja autoestima, sensaciones de incapacidad, exclusión y rechazo del resto de la sociedad. El especialista -además-, puede resentir cierto sentimiento de culpa, al formar parte de un grupo económico estable.  

Esto se construye dentro de las estructuras psicológicas de quien está en miseria, lo que le ha significado incapacidad, impotencia y hasta emociones como tristeza, desesperación, al saberse sin oportunidades laborales, de estudio o de ascenso social.

De regreso a la idea de lo objetivo y lo subjetivo, alguien puede estar pobre o sentirse pobre. En el primer caso, puede acarrear un comportamiento natural -rutinario, adaptado a su condición y sin reivindicaciones-, mientras el que se siente pobre (después de estar con dinero), puede acompañarse de sentimientos de derrota, pérdida y baja autoimagen y autoestima.

Quien nació en la pobreza, se adaptó a escases y privaciones y sintoniza sus actitudes y conductas a ello. Hace lo que puede y -en el mejor de los casos-, vive, trabaja, tiene una familia que reproduce sus circunstancias, sin motivar un conflicto social.

Pero puede ser uno del proletariado, con cierto nivel cultural, de inteligencia y convicciones, que muestre inconformidad con la situación y entre a una organización clandestina o abierta, para buscar reivindicar su situación, para modificarla.

Alguien así, puede tener cierto nivel de resentimiento, que lo lleve a delinquir -para remediar su situación-, o a participar en protestas o caer en vandalismo.

La situación de miseria puede despertar en algunos, un anhelo de superación personal viable -a través de la disciplina, el esfuerzo y el estudio-, o bien, llevarlo al crimen organizado o a participar en movimientos guerrilleros de insospechables consecuencias.

Otros, pueden hacer de la necesidad, virtud y luchar por superarse, con el trabajo o el estudio, que pueden ofrecerles otra vida, más productiva y de mayor dignidad.

En suma, pobreza objetiva, puede o no, ser una limitante, pero es -al final-, una circunstancia personal; desigualdad es un asunto colectivo, que exige más bien, políticas públicas, educación formal, creación de infraestructura, estímulo a la inversión, salud pública, urbanización, vialidades que consideren a las personas y reformas fiscales, así como legislación redistributiva, esto es, mejor democracia.

En conclusión, pobreza es un asunto personal; desigualdad, es una tarea social.

Email: jah@ucol.mx