DESDE EL PSICOANÁLISIS Antonio Alveano El título de hoy fue publicado en un trabajo de Saima May Sidik recientemente (Nature, 3/Abril/2024) en un trabajo de divulgación científica, que vale la pena comentar. En efecto, decía May: “La falta de interacción social está relacionada con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, demencia y otras enfermedades.” Uno podría comentar -sin un conocimiento científico-, el dicho popular: “más vale solo que mal acompañado”. Pero ese no es el caso. Se trata de contar con alguien que verdaderamente sea una compañía. “Los investigadores están analizando cómo el cerebro media estos efectos… Algunos datos cuestionan la noción popular de que las personas mayores experimentan las tasas más altas de soledad.” En este caso, no se trata solo del cerebro, sino de la relevancia emocional, de contar con seres queridos, cercanos, con ternura en sus alforjas. Y si, algunas personas de la tercera edad están solas, mientras que otras gozan toda su vida de la presencia de los suyos. La diferencia entre unas y otras, lamentablemente, no está en su cerebro, sino en sus emociones, el estilo de relación que establecieron entre ellos, sus hijos, sus esposas, sus nietos. Aquellos (as) que fueron conscientes, cercanos (as), tiernos, al mismo tiempo que consistentes y solidarios (as), con frecuencia estarán con la presencia de ellos (as) en su casa o incluso en un asilo, pero no estarán solos. Su familia, sus amigos estarán cerca. De regreso al artículo de May, dice: “En 2010, a Theresa Chaklos le diagnosticaron leucemia linfocítica crónica, la primera de una serie de dolencias con las que ha tenido que lidiar desde entonces. Siempre había sido una persona independiente, vivía sola y se mantenía como facilitadora de derecho de familia en el sistema judicial de Washington DC. Pero cuando llegó la enfermedad, su independencia se convirtió en soledad”. Aparentemente, ella pagó un costo muy alto -la enfermedad y la soledad-, por su ser independiente. Continúa May: “La soledad, a su vez, exacerbó la condición física de Chaklos. "Bajé 8 kilos en menos de una semana porque no comía", dice. “Me sentía tan miserable que simplemente no me levantaba”. Afortunadamente, un compañero de trabajo la convenció de pedir ayuda a sus amigos y su estado de ánimo comenzó a mejorar. "Es una gran sensación" saber que otras personas están dispuestas a aparecer, dice. “ Aquí entra el cerebro o mejor dicho unas funciones del sistema nervioso central, la producción de endorfinas, que -en efecto-, pueden elevar el estado de ánimo. La compañía de otros (as), como la realización de actividades placenteras como el ejercicio, el baile, el dibujo, la pintura, estimulan la producción de dichas sustancias, como también lo hacen el afecto, la ternura y el amor. “Muchas personas no pueden salir tan fácilmente de un ataque de soledad. Y cuando la soledad aguda se vuelve crónica, los efectos sobre la salud pueden ser de gran alcance”. En general, casi toda enfermedad (y la soledad se puede ver como enfermedad) crónica, afecta otros aspectos de la vida. Uno se siente débil, vulnerable, dependiente y eso sabotea el estado de ánimo y la autoestima. “La soledad crónica puede ser tan perjudicial como la obesidad, la inactividad física y el tabaquismo, según un informe de Vivek Murthy, cirujano general de Estados Unidos. La depresión, la demencia, las enfermedades cardiovasculares e incluso la muerte prematura se han relacionado con esta afección”. La relación entre una (la soledad) y otras alteraciones (depresión, demencia y hasta la muerte), se descubren por medio de estudios epidemiológicos en miles de pacientes, donde se estudia el grado en que un factor de riesgo (como la soledad), se analiza en su asociación con los otros padecimientos. Por ejemplo, la obesidad es un factor de riesgo para la diabetes: las personas con obesidad llegan a tener el doble de posibilidades de desequilibrio diabético, que las que están delgadas. “En todo el mundo, alrededor de una cuarta parte de los adultos se sienten muy o bastante solos, según una encuesta de 2023 realizada por la empresa de redes sociales Meta, la empresa de encuestas Gallup y un grupo de asesores académicos (consulte go.nature.com/48xhu3p). Ese mismo año, la Organización Mundial de la Salud lanzó una campaña para abordar la soledad, a la que calificó de “amenaza apremiante para la salud”. La realidad es que, aunque se supone que hoy hay más medios de comunicación (prensa, radio, tv, internet, redes sociales, plataformas, etc.), no solo hay mas soledad e incomunicación que antes, sino que la violencia hace presas por todos lados. El mundo moderno, la organización del trabajo, las exigencias económicas, las distancias cada vez más grandes en las ciudades, contribuyen a la soledad. Los neurocientíficos tienen más respuestas al enigma de la relación entre soledad y mala salud: “Pero ¿por qué sentirse solo conduce a una mala salud? En los últimos años, los científicos han comenzado a revelar los mecanismos neuronales que hacen que el cuerpo humano se descomponga cuando las necesidades sociales no se satisfacen. Y aunque el panorama está lejos de ser completo, los primeros resultados sugieren que la soledad podría alterar muchos aspectos del cerebro, desde su volumen hasta las conexiones entre las neuronas.” Curioso, la conexión entre neuronas refleja (o no), la conexión entre personas. Como que el camino de no estar solo es ese, comunicarse. Y por allí, está una vía para la salud.