CONSEJO INTERRELIGIOSO DE MICHOACÁN Julio Loreto Anzures Algunos años atrás un amigo y yo caminábamos por unas de las calles de la ciudad de Uruapan, Michoacán, cerca de la colonia La Charanda. No recuerdo nuestra conversación, solo que mi acompañante era un hombre mayor de 60 años y yo apenas llegando a mis 30´ (hace solo algunos ayeres). Repentinamente nos vimos abordados por un joven como de mi edad que con mucho respeto y cariño se dirigió a mi interlocutor. Con gran alegría le saludó y las primeras palabras que salieron de sus labios fueron: “Maestro Elías que gusto me da verle…”. Resulta que este joven fue un alumno en la escuela donde el maestro Elías (mi acompañante) había dado clase hacía cosa de varios años atrás. Jamás había visto tal demostración de aprecio hacia alguien que hubiera dedicado su vida a la docencia, pero me pareció algo hermoso, inspirador y al mismo tiempo retador. La reciprocidad mostrada por ese joven dejaba ver que la inversión que hizo el maestro Elías en la vida de este muchacho le marcó para bien y aprovechó ese momento para mostrar su inmensa gratitud. Hoy me pregunto si la inversión de mi vida en la vida de los demás podría dejar una huella semejante. Nuestro paso por este mundo no puede reducirse a la simple acumulación de bienes materiales y placeres. Estoy convencido que todos buscamos significado. Creo que como estudiante siempre aprecié a la mayoría de mis maestros, aunque no siempre fui el alumno ejemplar en el que me convertí en aquel tercer año de preparatoria. Recuerdo con especial cariño a mi profesor de cálculo diferencial e integral en ese año, un hombre de baja estatura, simpática sonrisa y franqueza inaudita que me hizo adorar las ciencias exactas al punto de tomar serias decisiones sobre mi futuro académico. Su vida tuvo una gran influencia en la mía y 40 años después le agradezco haberme ayudado. La ingeniería civil dio paso al magisterio de la iglesia porque Dios tenía otros planes para mí, pero esa es otra historia. Creo que, en cuanto a la docencia soy de la misma opinión que el Papa Francisco cuando dijo: “La enseñanza es una hermosa profesión, es una lástima que los profesores estén mal pagados porque no se trata sólo del tiempo que pasan en la escuela, luego del tiempo que dedican a prepararse, del tiempo que dedican a cada estudiante en particular: cómo ayudarlos a avanzar... La docencia es un trabajo mal remunerado, pero es bonito porque nos permite ver crecer día tras día a las personas que se nos confían. Es un poco como ser padres, al menos espiritualmente. ¡Es una gran responsabilidad! La enseñanza es un compromiso serio que sólo una persona madura y equilibrada puede asumir. Semejante compromiso puede resultar intimidante, pero recordemos que ningún docente está nunca solo: siempre comparte su trabajo con otros compañeros y con toda la comunidad educativa a la que pertenece”. (Discurso del Papa Francisco a los miembros de la unión italiana de profesores de escuela católica, directores, educadores y formadores [UCIIM] Sala de Audiencias Pablo VI. Sábado, 14 de marzo de 2015) Esas palabras me inspiran y creo que también inspiraron a aquellos miembros de la unión italiana de profesores. Somos personas a las que se nos han encomendado las mentes y los corazones de otros y en ocasiones de algunos muy pequeños. Cuando pienso en los maestros pienso en Don Félix Román Salgado, Félix nació en el año 1943 en Oxtotitlán (Gro.) segundo hijo de sus padres Alfonso Román y Josefa Salgado quienes tuvieron 10 hijos (8 hijos y 2 hijas), 7 de ellos maestros de profesión. Después de su educación media el joven Félix y sus hermanos ingresaron a la escuela Normal Rural de Iguala en el Estado de Guerrero, Félix en el 1960 y el resto de sus hermanos en los siguientes años, unos en Iguala y otros en Ayotzinapa. Aquí está el joven maestro Félix (Fila de atrás segundo de Izquierda a Derecha) miembro de un equipo de basquetbol finalista en un torneo donde participaron representantes de la Escuela Normal Rural de Guerrero. En el 1964 el recién egresado maestro Félix fue el único docente en la comunidad de San Andrés el Alto en la Sierra de Oaxaca, atendiendo a niños desde primero a quinto año de Primaria. Entre el 1967 al 1972 ya casado continuó sus estudios en la Normal Superior de Tlaxcala, donde obtuvo la Licenciatura en Biología y comenzó a impartir dicha materia en nivel Secundaria en Apatzingán. Posteriormente se mudó a Uruapan y continuó enseñando en secundarias técnicas hasta el año 1995. Por cierto, su hija mayor Dalila Román Bahena es mi esposa. Hace algunas semanas le visitamos porque estuvo enfermo, cuando llegamos a su casa un hombre y su esposa también le habían ido a visitar. No recuerdo los nombres de la pareja, pero se me quedó muy grabado que este hombre fue alumno de mi suegro probablemente unos veintitantos años atrás o más, y ahora le estaba visitando porque se enteró que mi suegro estaba enfermo. Que hermoso es ver la dedicación y esmero de uno que invierte su vida, sus conocimientos y ejemplo en la vida de otros. Solo lo puedo comparar con la belleza de mostrar esa gratitud y aprecio por la persona que sabe que su vida ha sido enriquecida y bendecida por aquel que se tomó el tiempo de hacerlo. Mi suegro se jubiló después de 30 años frente a grupo, pero no ha dejado de enseñar a sus amigos, sus vecinos, los feligreses en su comunidad de fe, a sus hijos y aún sus nietos cosas que aprendió a lo largo de sus 80 años de vida. Hoy sigue teniendo fuerzas para cuidar de sus gallinas, atender su casa y seguir aprendiendo y acrecentando sus conocimientos de medicina alternativa. Él escribió en las conclusiones de su tesis profesional (“Plantas medicinales de la región tarasca estado de Michoacán”), -…México es una nación inmensamente rica en la flora medicinal desde tiempos antiguos, …gracias a sus recursos herbolarios investigadores mexicanos y extranjeros buscan cada día nuevas aplicaciones y propiedades para aliviar el dolor humano. (fin de la cita) Creo que la vocación de servicio en mi suegro ha tenido varias expresiones en su vida; como maestro, como aquel amigo que conoce un remedio casero para un cólico o un resfriado, como servidor y voluntario en su iglesia local y sus misiones, como el que busca aliviar el dolor humano en su prójimo, como padre y como abuelo. Sinceramente creo que en la expresión de su fe también ha tenido oportunidad de no solo de aprender a servir a otros, pero también de enseñar lo que ha recibido del maestro de maestros, Jesucristo mismo. Las sagradas escrituras registran estas palabras dichas por Jesús a sus discípulos: “Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, el Maestro y Señor, les he lavado los pies, lo mismo deben hacer ustedes unos con otros. Les he dado ejemplo para que se porten como yo me he portado con ustedes”. Santo Evangelio según San Juan capítulo 13 versículos 13 al 15 (versión hispanoamericana interconfesional -BHTI) Para una enorme cantidad de personas alrededor del mundo, Jesucristo es mucho más que un maestro, para millones es el Señor y el Salvador del mundo. Para mi suegro Jesucristo ha sido por muchos años quien le dio sentido a su vida, dirección en sus decisiones e inspiración en su servicio. Sé que Don Félix al igual que una gran cantidad de personas que leerán este artículo, estarán de acuerdo conmigo en que Jesús ha dado sentido y significado a nuestra vida y al servicio que prestamos a otros durante nuestro paso por este mundo. No es solo el maestro el llamado a una vocación de servicio a su prójimo, todos hemos sido llamados al mismo propósito en cualquiera que sea la profesión o el oficio que desempeñamos. Pero hoy quise hacer mención de la profesión de maestro, porque es el llamado que hay sobre mi vida, porque en estos días celebramos a los maestros, pero también porque todos somos aprendices, estudiantes y receptores de la instrucción y del ejemplo de vida que Jesucristo le da a toda la humanidad. Jesús dijo: “Aprendan de mi…” (Mateo 11:29) Querido lector, tu profesión no te define, a lo que nos dediquemos sea lo que sea no es lo que le da sentido a nuestra existencia. Probablemente hay en ti un cumulo de conocimientos y experiencias que incluso puedes enseñar a otros, pero un maestro es mucho más que solo una persona que es proveedor de información. Como decía el Dalai Lama: “La educación es mucho más que una cuestión de impartir conocimientos y habilidades mediante los cuales se logran objetivos concretos. Se trata también de abrir los ojos del niño a las necesidades y derechos de los demás”. Quiero sugerirte que todos hemos sido invitados a aprender de Jesucristo, el maestro, el Señor, el Salvador, Dios mismo manifestado en carne. Hemos sido llamados a aprender a ayudar y servir a nuestro prójimo. Como humanidad no necesitamos lecciones para aprender a cuidar de nosotros mismos, nadie se pregunta como proveer y suplir para nuestras propias necesidades; naturalmente veremos por nuestro propio bienestar, nuestros intereses, lo que me conviene, lo que necesitamos o creemos necesitar. Pero si hay una materia en la que necesitamos de unas clases, es en el tema del amor por nuestro prójimo como a nosotros mismos. En esto todos somos aprendices.