La Voz de Michoacán Pasa el tiempo y seguimos narrando nuevos hechos que muestran la grave crisis de seguridad que estamos viviendo; la violencia está ganando terreno de manera incontrolable. Lo que ocurrió hace unos días en la comunidad indígena de Tarecuato nos muestra que no hemos tocado fondo. Aunque parecía que ya nada nos sorprendería –pues cada vez suben de intensidad las acciones criminales-, siguen apareciendo nuevos hechos de inseguridad que nos revelan que la ferocidad de la delincuencia sube de tono conforme avanza el tiempo, y peor aún, no hay poder que los detenga. La masacre de once personas –al parecer todos inocentes- puede detonar en otro conflicto social que cobraría dimensiones mayores de las que debemos estar muy alerta. Justo hechos como estos enardecieron a la tierra caliente y desencadenó en un movimiento civil armado. En aquella ocasión los civiles se levantaron en armas en contra del crimen, y no del gobierno, a quien veían coludido y rebasado. La sociedad estaba tan sometida que no dudó –aunque sí temió- en sumarse a este movimiento para expulsar a los grupos delincuenciales que domaban la zona. Tarecuato, comunidad cercana a Zamora en donde se vive a diario una guerra por el territorio, está enardecida y no sólo porque le quitaron la vida a once personas –motivo suficiente para estarlo- sino también porque había jóvenes, y todos ellos con una vida alejada de conductas ilícitas. La primera acción de protesta fue la quema de unidades y el bloqueo de carreteras. Son pueblos sumamente conservadores y organizados, lo que debe encender las alarmas del gobierno pues se estaría gestando un movimiento social importante no sólo como una manera de exigir justicia, sino de recuperar su territorio. La inseguridad no es privativa de una región, lamentablemente, pero hechos como esto podrían desencadenar en acciones de rebeldía social, de la que ya han dado probadas.