Michoacán, la enorme cantina que año con año costaba muchísimas molestias y denuncias, no repetirá más ante el emergente Festival de Origen. La decisión del gobernador Ramírez Bedolla se veía venir. No hacía falta ser tan observador para discernir que el cará-ter familiar, más allá de una participación más reducida, significaba el verdadero un e-píritu de una feria de este tipo. La prohibición de la venta de alcohol fue una gran decisión, pero también hay que aplaudir que aún sobre la marcha se improvisó un evento no sólo digno, sino de muy buen porte que de aquí en adelante sólo puede mejorar. La decisión de llevar el Festival de Origen a Ceconexpo, también muy acertada, para darle uso a un espacio público que está destinado justamente para este tipo de citas y acabar de una buena vez con el elitismo con que algunos vecinos se habían apropiado del inmueble al decidir qué tipo de eventos sí le parecían y cuáles no. La conectividad, el tema del transporte y los estacionamientos amplios hicieron que nadie resintiera el tamaño de evento que se tenía, sin mayor complicaciones por tráfico o acceso al Festival. Palomita y aplauso para este evento que tiene merecido no sólo repetir su oportunidad, sino tomar el lugar de otro que se había francamente pervertido en la última década. Eso sí, a ver si no terminan las oficinas del IMSS en el Recinto Ferial.