La Voz de Michoacán La violencia contra la mujer parece que nadie la detiene, y a pesar de que al paso del tiempo se visibiliza aún más esa tragedia que golpea a la sociedad y se lanzan arengas de repudio, los feminicidas no tienen empacho en lastimar y asesinar. Lamentablemente el sinsabor que se queda es el de la impunidad. Las luchas feministas han llevado a la opinión pública la consigna de acabar con la violencia en cualquiera de sus modalidades. Se han hecho múltiples esfuerzos desde la sociedad civil para presionar a los gobiernos y se pongan en marcha instrumentos que, en honor a la verdad, poco han ayudado. El avance que hasta ahora se puede presumir es que está visibilizada la violencia feminicida. La sororidad y solidaridad de la sociedad es aún más sólida que hace unos años, y los gobiernos están obligados a responder de manera expedita a quienes sean víctimas de ella, sin tener que revictimizar. En los últimos 15 días en Michoacán por lo menos cinco mujeres han sido brutalmente asesinadas. Los políticos han lanzado mensajes de repudio y han exigido que las instancias responsables no dejen en la impunidad los hechos. Pero obviamente esto es y resulta insuficiente para el tamaño del problema. Se quedan familias lastimadas y desintegradas. Se queda un dolor brutal que ningún discurso político alivia. Se queda abierta la herida. Mientras tanto, los gobiernos prometen proteger a la mujer de sus agresores, y de generar todas las condiciones para que ninguna más sufra de ésta violencia. Son cientos de mujeres las que han sido víctimas de la violencia. Una parte mínima de sus agresiones han quedado tipificadas como feminicidios, y una muy grande como lesiones u homicidio doloso. El mensaje que queda es que aún hace falta mucho por hacer, por sensibilizar y hacer entender. El problema no es responsabilidad sólo de los gobiernos. Los gobiernos cargan a cuestas con la responsabilidad de no hacer valer el estado de derecho y garantizar una vida de violencia, sin embargo, la sociedad lleva una dosis de responsabilidad porque en los hogares es en donde se forman a personas, que pueden convertirse o no en gente de bien. La violencia si se quiere frenar pensando en el vecino, o que otros son los responsables, imposiblemente se logrará. Esto es un trabajo de todos. Por lo pronto, hay una herida abierta, muy grave en la sociedad a causa de los asesinatos de mujeres, que enlutan a Michoacán.