La Voz de Michoacán De manera gradual y consistente, habitantes de la región de Tacámbaro –Ario de Rosales, Salvador Escalante y Tacámbaro- se han sentido hostigados por la delincuencia organizada. Con total descaro e impunidad se desplazaban y ordenaban lo que mejor querían, así lo relataban los pobladores que decidieron organizarse como una “autodefensa”, misma que no tiene legitimidad ante la autoridad por los riesgos que implica y porque la historia nos recuerda las dimensiones de la infiltración del crimen en estos grupos que tuvieron un inicio genuino. Es quizá la segunda zona más importante en producción de aguacate, después de Uruapan-Tancítaro, así como de otras actividades agrícolas y económicas que dejan una importante riqueza en la zona. Se entiende por obvias razones lo que se está peleando a como dé lugar. Esto no significa que tomar las armas por su propia mano, al margen de la ley, sea lo más adecuado. Sin embargo, los habitantes han exigido que el gobierno antes de quitarles sus armas, desarmen a los delincuentes que merodean el territorio, y que tienen sometidos a pobladores. Hace meses, grupos de personas se armaron y se apostaron en algunos municipios de esa zona, con el argumento de que no permitirían que grupos criminales estuvieran apropiándose del territorio. Esto se dio justamente cuando la delincuencia luchaba entre sí por el control territorial, y que dejó decenas de vehículos quemados, encontronazos a mano armada entre células, así como daños colaterales a la imagen de esta zona en donde justamente están asentados dos pueblos mágicos, mismos que ven su principal fortaleza en la promoción turística. Si bien se han identificado como productores de aguacate, en este movimiento –que está bajo lupa de las autoridades- habría todo tipo de personas de la región. El riesgo que ven insistentemente las autoridades es que estén patrocinados por grupos que persigan un interés particular. Sean peras o sean manzanas, el gobierno obviamente no acepta que estén presentes, aún y cuando estén rebasados en capacidades institucionales para atender la crisis que ahí se vive. Las personas armadas han sido emplazadas a dejar las armas y dejar la tarea a las autoridades. El fenómeno de la inseguridad está ganando terreno en varias regiones del estado. No es un asunto nuevo, y lamentablemente está creciendo debido a que la lucha territorial cada vez es más frecuente. Aunado a esto, los grupos criminales se están pulverizando cada vez en más células, que propician que la guerra sin cuartel sea más cruda y se disemine rápidamente. La atención del país poco a poco se concentra ahora en esta región de Michoacán, pero no se olvida que los problemas siguen en Aguililla, Zamora y Uruapan. ¿Qué sigue?, esperemos que de manera paulatina vuelva a esta región, que sus habitantes tengan certidumbre y seguridad. Lo más deseable es que los ciudadanos regresen a sus actividades, y que el gobierno asuma la tarea que le corresponda.