Septiembre: hacemos Matria entre letras, saberes y sabores

Tait, tejiendo la palabra de mujeres en Michoacán

Foto: Yunuén Herrejón

Yunuén Herrejón / La Voz de Michoacán

Corría el año de 1993 cuando compré mi primera novela por cuenta propia. Mi motivo comenzó el año anterior. En el cine se estrenó una película mexicana multipremiada: Como Agua Para Chocolate. Ésta fue clasificada para mayores de edad y yo, a mis trece años, no pude verla. Investigando, supe que estaba basada en la novela de una escritora mexicana llamada Laura Esquivel. Me hice el callado propósito de adquirir el libro. Para eso no necesitaba el permiso de nadie. Feliz por mi pequeña gran victoria, comencé a leerlo o, mejor dicho, a degustarlo.

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La trama del amor prohibido entre Tita y Pedro cautivó mi ingenuo paladar, como quien devora un postre por primera vez. Pero, al saborear y digerir las recetas en las que se desarrolla cada pasaje, fui arropando en mi imaginario a cada una de las mujeres de esta historia. Poderosas y únicas, cual especias protagonistas de la sazón de un gran banquete. Pedro Múzquiz, pálido, insípido y cobarde enamorado, deslucía ante ellas. Desde entonces, me hice lectora de mujeres que cuentan a sus mujeres y me propuse, casi inconscientemente, un día hacer lo mismo.

Laura Beatriz Esquivel Valdez, nace en Ciudad de México un 30 de septiembre de 1950. Tita también cumplía años en esa misma fecha y, como ella, era la tercera hija. Laura cursó la carrera de educadora. Se especializó en teatro para niños, área en la que se desempeñó con éxito. En 1980, se inició en la creación de guiones cinematográficos. En 1985, incursionó en la televisión experiencia que vivió con insatisfacción porque sus proyectos eran condicionados por productores, presupuestos, etc.

"Así que un día me enojé, me encerré en mi casa y me dije:  Ahora voy a escribir la película que yo quiera, sin que me importe más nada". Y nació Como agua para chocolate (1989), escrita desde las entrañas, un gesto de desquite” cuenta la autora. Así, llegó a convertirse en una de las novelas más leídas de las letras mexicanas, traducida a más de treinta idiomas.

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Desarrollada durante la Revolución Mexicana, en Coahuila, la novela da voz a las mujeres De la Garza. Tita, alquimista de la cocina y sus misterios, registra desde su recetario la otra lucha, la suya propia y la de las integrantes de la familia por liberarse del yugo de las tradiciones que las aprisionaban. El detonador es un amor prohibido que, según Laura, está inspirado en su bisabuela, entretejido con pasajes de su infancia y un legado de recetas, ya que desciende de una larga tradición de buenas cocineras.

Sus protagonistas (Tita, Mamá Elena, Rosaura, Gertrudis, Nacha, Chencha, Esperanza) me enseñaron a mirar a mis mujeres. Como dijo Tita: “solo las ollas saben los hervores de su caldo”. Me asomé a reconocer las historias de mi linaje de mujeres y honrar su sazón en la mía.

Sentí una gran nostalgia cuando terminé de leer la novela. Presiento que lo mismo le pasó a la autora, que las trajo de vuelta en 2016 al publicar El diario de Tita, en una edición llena de detalles no incluidos anteriormente. En 2017, entrega la tercera parte Mi negro pasado, que continua la apasionante historia de la estirpe de las mujeres De la Garza.

Es septiembre. Desde la mesa de la cocina donde escribo, celebro a Laura, a Tita y todas a las mujeres que resistimos, luchamos, maternamos, trabajamos, estudiamos, escribimos para conquistar la libertad de ser las que queremos: mujeres alquimistas de nuestro tiempo, preservadoras de saberes y sabores, tejedoras de redes que nos sostienen. ¡Vivan las mujeres que hicieron, que hacen, que hacemos Matria!

Foto: Yunuén Herrejón

Yunuen Herrejón, contadora pública, contadora de historias, poeta, sembradora de palabras. Madre, hija, hermana, amiga. Trabajadora de Salud. Sindicalista. Diplomada en Desarrollo Humano a través de las Artes.