La Voz de Michoacán La violencia imparable que viven algunas regiones de Michoacán está rebasando todas las fronteras que existían. Zamora se ha convertido en el municipio más violento del país al registrar 181 homicidios por cada 100 mil habitantes. Ningún esfuerzo gubernamental logra apaciguar a los grupos delincuenciales que luchan de día y de noche por el control territorial. Durante los últimos años este municipio ha sido rehén de la delincuencia por muchas razones, entre ellas, la ubicación geográfica. Dos bandas, y hasta más, se pelean también las actividades ilícitas que dejan importantes ganancias para sus estructuras. A diario todo tipo de noticia policiaca sacude a ese pueblo que intenta no resignarse a lo que está viviendo. Operativos han sido lanzados para inhibir al crimen, sin embargo, no han dado los resultados: Zamora sigue en alerta roja. Los asesinatos, en cualquier modalidad, se siguen cometiendo. Cientos de familias han quedado huérfanas o desintegradas. Hay quienes por el simple hecho de estar en el lugar incorrecto han sido víctimas colaterales de esa guerra sin cuartel. Más allá de qué cártel tiene el control, y cuál lo disputa, la realidad es que Zamora se ve obligada a acostumbrarse a vivir en medio de esta crisis de seguridad. Es una región rica, por la cantidad de producción agrícola que deja una importante derrama económica entre sus habitantes, pero lo que más importa –además del cobro de cuotas- es el control de sus actividades. La autoridad municipal está totalmente rebasada. No sólo en capacidades, sino en atribuciones para atacar al crimen que se apodera de la tranquilidad de su pueblo. El estado hace lo que puede. La Federación lanza invitaciones de abrazos y no balazos. Mientras tanto, el crimen organizado sigue con un ajuste de cuentas, a cualquier hora del día, sin importar nada.