Mexicanos Primero Michoacán | La buena escuela mexicana

Contar con una imagen clara de lo que advendrá para el sistema educativo exacerba su importancia en virtud de la inminente entrega de estafeta que sucederá al frente de la Secretaría de Educación Pública

Horacio Erik Avilés Martínez*

Para las personas inmersas en el sistema educativo, como los maestros, directivos, personal de asistencia y apoyo a la educación, personal de estructura, estudiantes, académicos, padres de familia, sociedad civil organizada y medios de comunicación que cubren la fuente educativa,  los tiempos de transición y de receso escolar invitan doblemente a la reflexión, a hacer un balance de lo acontecido durante el sexenio que está por concluir, así como respecto al recién fenecido Ciclo Escolar 2023-2024, en lo particular, en aras de contar con una lectura situacional que permita delinear un mejor porvenir ante los retos venideros.

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Contar con una imagen clara de lo que advendrá para el sistema educativo exacerba su importancia en virtud de la inminente entrega de estafeta que sucederá al frente de la Secretaría de Educación Pública, donde todo indica que, Leticia Ramírez Amaya entregará la titularidad de la dependencia citada a Mario Delgado Carrillo, quien asumirá responsabilidades inmensas, ya que la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, quien será la próxima titular del poder ejecutivo federal para el sexenio 2024-2030 mencionó con toda claridad durante su campaña electoral que ella desea ser recordada como “la presidenta de la educación” por las próximas generaciones. Lo anterior es sumamente relevante, por la anticipación de una visión de trascendencia que se infundirá al sistema educativo, en aras de cumplir con la palabra empeñada.

Más allá de toda la polémica política que se pueda suscitar, como nunca en este siglo hay factores que, si se conjugan en torno a los derechos de la niñez y la juventud en nuestra nación pueden generar un sexenio extraordinario en materia educativa: una reforma constitucional que debe ser aplicada a plenitud, viene la segunda edición de los libros de texto gratuitos, los cuales deberán de estar ya corregidos y mejorados respecto a la entrega previa, perfiles políticos con vasta experiencia en construcción de mayorías y consensos, mayoría calificada en el congreso federal y muchos otros aspectos más que permitirían alcanzar resultados extraordinarios.

Paralelamente, desde lo histórico, es importante no negar el inmenso legado que con muchos esfuerzos y sacrificios han construido los trabajadores de la educación, los estudiantes y sus familias para hacer realidad lo que parecían sueños inalcanzables e ilusiones fatuas. Debe reconocerse la inconmensurable trascendencia que ha tenido la escuela mexicana en el desarrollo integral de nuestra nación y sus habitantes.  Por ello, en todos los sentidos, más que una nueva escuela mexicana, necesitamos una buena escuela mexicana: que recupere las mejores experiencias del pasado y lo que se innove sea verdaderamente para impactar favorablemente en el aprendizaje, la convivencia y la participación de los estudiantes en los planteles, deviniendo en un mejor ejercicio de sus derechos humanos en las escuelas de nuestra nación.

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En total consistencia con lo anteriormente mencionado, en Mexicanos Primero reconocemos plenamente que la verdadera mejora del sistema educativo nacional solo puede ocurrir partiendo de la valoración y admiración sinceras del inmenso trabajo que se realiza cotidianamente en las escuelas públicas de México, por parte de los agentes educativos y sus familias, con quienes estamos comprometidos en pro de sostener un diálogo constructivo continuo, siempre basado en evidencias, en la realización de propuestas y trabajo en equipo para mejorar nuestro sistema educativo nacional. Por ende, subrayamos que, a lo largo de su existencia, la escuela mexicana ha acumulado una inmensa cantidad de buenas prácticas, de grandes experiencias y de resultados heroicos construidos desde las aulas y en su contexto comunitario, beneficiando enormemente a millones de ciudadanos acrisolados en la escuela pública mexicana. Las gestas que se han desarrollado desde, a través, para y con la escuela pública nacional son incontables e invaluables.

Las han liderado miles y miles de maestros, quienes han dejado su vida en las aulas han sido y son testimonio viviente de que el origen no es destino y que la precariedad no implica resignación, ni que tampoco el abandono histórico en que tiene sumido el gobierno mexicano a miles de planteles en el país implica una derrota total. Siempre se puede hacer algo; pero esto no es justo, no es lo óptimo, no debería de ser así. Gracias a ellos, miles de estudiantes han aprovechado al máximo las oportunidades que les brindó el sistema educativo nacional, escribiendo biografías ejemplares y que han roto el yugo de la inmovilidad social, que más allá de lo narrativo implicaron la modificación radical de lo que parecía un destino cantado para niñas y niños condenados a la miseria, a la marginación, a ser víctimas de los efectos de la delincuencia, la violencia y la migración, entre otros flagelos. Por ello, resulta invaluable recuperar esos saberes y las experiencias de la buena escuela mexicana, las cuales deben ser un pilar fundamental de la política educativa para el nuevo sexenio.

Pensar en la buena escuela mexicana implica resaltar los históricos logros extraordinarios que ha tenido la escuela mexicana gracias a la inmensa vocación docente, el talento y el compromiso de millares de maestras y maestros ejemplares, quienes han convertido a su profesión en parte de su vida. Los docentes que se comprometen a fondo con el destino de los estudiantes los consideran parte de su familia, así los tratan y con ese esmero impulsan su derecho a la educación. Al respecto, como un testimonio de lo que hacen las maestras y los maestros en nuestro país, expongo una experiencia personal:  mi primer nombre, Horacio, me fue legado a manera de herencia de mi padre, docente normalista, mientras que  Erik, lo recibí por transmisión de la vocación de mi madre, quien también es maestra normalista y en una de las primeras generaciones a las cuales formó tuvo un estudiante en su grupo, juzgue usted cuán entrañable le resultó, al grado de que tomó su nombre para imponérselo a su primogénito. Sin embargo, no es una situación rara o atípica, ya que he escuchado muchas historias parecidas entre los docentes y, seguramente, usted, amable lector, tendrá anécdotas en su memoria que atestiguan la inmensa vocación y compromiso que corren por las venas de los maestros mexicanos.

Empero, no todo lo nuevo es bueno. Lo sabemos a la perfección. Si nos concentráramos en seguir las experiencias en materia de políticas públicas educativas que en su momento se presentaron con calidad de innovadoras, muchos esfuerzos fallidos encontraremos. Por ello, es mejor centrarse en el ideal, en el deber ser, en lo enunciado en la Carta Magna respecto a cómo debe ser la educación en nuestra nación. Hoy, a ciento tres años de la fundación de la SEP estamos ciertos de que una buena escuela mexicana es aquella en la que se garantizan los derechos de las niñas, niños y jóvenes.

Incluso, cabe hacer notar que, el calificativo de “buena”, al que me refiero en esta entrega, resulta poco exigente, respecto al atributo de “excelente”, el cual se colocó en el Artículo Tercero a través de la reforma educativa constitucional vigente, la cual se realizó durante el actual sexenio, mismo que merece continuidad, por ser retador y tener altura de miras, ya que la excelencia se alcanza siendo una mejor versión de sí cada vez.

Entonces, pensar que se realizará algo al respecto para que la herencia histórica y lo mejor de las políticas públicas nacionales en torno a la buena escuela mexicana llegue con toda su fuerza y vigor a cada aula de este país no es descabellado, ni tampoco mucho pedir.  Por ello, debe garantizarse que, cada paso que se dé, cada peso que sea invertido, que cada acción y política pública que se ejecute esté pensada y subordinada al interés superior de las generaciones en formación; es decir, que solo lo que realmente nutra la vivencia plena de derechos educativos de la niñez y la juventud en México se realice, retirando lo superfluo, lo adjetivo y lo inútil del gasto educativo nacional.

Al respecto, la visión rumbo al 2030 de Mexicanos Primero en torno al éxito de nuestro sistema educativo nacional involucra criterios que están contenidos en los Objetivos para el Desarrollo Sostenible del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de la ONU, así como en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, ya que se aspira a que todas las niñas, niños y adolescentes entre tres y diecisiete años estén matriculados y asistiendo regularmente a las escuelas de nuestro país; mientras que, en todas las aulas de la nación esté diariamente un docente, en tiempo y forma con el mejor perfil profesional posible para alcanzar los resultados esperados; que exista suficiente inversión pública educativa, suministrada a tiempo y bien gestionada, tanto a nivel municipal, como estatal y federal; que todas las niñas, niños y jóvenes de tercero de primaria cuenten con las competencias en materia de lectoescritura correspondientes a su grado escolar y edad, de acuerdo con los aprendizajes esperados en la materia; mientras que todas las niñas, niños y adolescentes de sexto grado de primaria cuenten con los aprendizajes fundamentales que les corresponde tener; así como todos los adolescentes de secundaria cuenten con los aprendizajes de acuerdo con su nivel de desarrollo; que se impulse la participación de las niñas, niños y jóvenes en la toma de decisiones en su comunidad escolar; que todos los adolescentes cuenten con trayectorias educativas completas, hasta lograr culminar la educación media superior y, que exista un acceso justo e igualitario a una educación superior relevante, que brinde oportunidades concretas de alcanzar a ser la mejor versión posible de sí mismos para todos los estudiantes que egresen de ella.

Todas las acciones al interior de nuestro sistema educativo nacional deberán de buscar materializar esa visión, la cual simplemente frasea los principios normativos que deberían de ser realidad para todos los estudiantes en la nación, pero que cuentan con obstáculos como la simulación, la corrupción, la omisión, la indiferencia y la falta de sensibilidad para comprender la envergadura de las tareas por realizarse, por lo cual esperemos que este sexenio que iniciará sea el de la educación, partiendo del ciclo escolar 2024-2025.

Merecemos un gobierno educador que genere resultados transformadores para cada niño, niña y joven en nuestro país, para quienes anhelamos una buena escuela, donde estén, aprendan y participen en las mejores condiciones posibles. ¡Que así sea!

Sus comentarios son bienvenidos en eaviles@mexicanosprimero.org y en Twitter en @Erik_Aviles

*Doctor en ciencias del desarrollo regional y director fundador de Mexicanos Primero capítulo Michoacán, A.C