CUARTO PODER | Moral pulverizada

El polvo no desaparece, sólo cambia de lugar. Lo que resulta preocupante es que cada vez hay más polvo. Algún día el mundo entero estará sepultado por él.

Etelberto Cruz Loeza

Atrajo mi atención, el contenido, ideas y desarrollo de la columna Teatro de Sombras de Guillermo Hurtado, publicada en el diario La Razón, edición del sábado 19 del pasado mes de febrero; la llamó Ensayo Sobre el Polvo.

PUBLICIDAD

En el párrafo inicial afirma algo realmente cierto: En algún momento del avance de la civilización, los seres humanos le declararon la guerra al polvo… a decir verdad, esta guerra no hay manera de ganarla. El polvo siempre saldrá victorioso, no importa todo el seso y esfuerzo que pongamos en la lucha. No requiere mucha ciencia para descubrir que no hay manera de vencer al polvo. El polvo no desaparece, sólo cambia de lugar.  Lo que resulta preocupante es que cada vez hay más polvo. Algún día el mundo entero estará sepultado por el polvo. Aunque no lo veamos a simple vista, una capa de polvo se deposita de inmediato en la más limpia de las superficies.

Anuncia su epílogo así: El polvo siempre es una metáfora de nuestra existencia, basta con recordar aquello de que polvo sois y en polvo os convertiréis.  Todos estamos empolvados de pies a cabeza por más. Su epílogo: el polvo más feo que nos cubre no es físico, sino moral. Y es ese polvo, que nos mancha de manera imperceptible, el que debería importarnos más que el otro, el que se sacude con un simple trapo.

Allá por 68-70, leyendo La Divina Comedia, edición de “Sepan Cuántos…”, colección Porrúa, en su estudio introductorio (Ya no tengo el volumen, ni recuerdo quién hizo la presentación, el autor consideraba que, para leer y entender, no únicamente a   Dante Alighieri debería hacerse por tres medios: literal, analógica y anagógicamente. ¡Diablos! ¡Menudo trabajo!

PUBLICIDAD

En el cuerpo de su ensayo, Hurtado, para arribar al epílogo, cita escenas de la película El Gato Pardo, de Luchino Visconti. Afirma que, ahí en ellas – bajar de las carrozas para asistir a Te Deum – todos, en esos momentos tan solemnes, llenos de polvo, como si fueran humildes campesinos, y ellos de la nobleza siciliana, se presenta la decadencia de la aristocracia europea: el polvo moral.

Parafraseando a Fernando Del Paso, ¿dónde perdimos la moral? ¡Sabe Dios!

En la literatura, en el cine, escritores, guionista y directores nos muestran este polvo que nos viste.

Dante muestra los círculos del Infierno; Esquilo, Sófocles, Eurípides…Shakespeare - lo muestra en Macbeth – Lady Macbeth no puede desaparecer la sangre de sus manos…por más que se las lava y lava,  la sangre permanece y ante el remordimiento-culpa se suicida; Yocasta, ante su ruptura al Etos Moral de su época,  de su tierra, se suicida y Edipo, su hijo-esposo, se provoca ceguera-; Otelo, al ver-comprender lo que hizo, se suicida; Hamlet, racionalmente acepta los homicidios causados y sabe que va a la muerte, pero vengó a su padre: restauró su concepto de orden y moral;  Rodolfo Usigli, en Corona de Sombras, Carlota no  puede calmar los remordimientos ni los recuerdos; Fiódor Dostoyevski, presenta a Rodion Romanovich Raskolnikov, a quien  le es imposible sostener y resolver  el remordimiento por el asesinato y descuartizamiento;  Artemio Cruz no puede salir de su agonía ni recuperarse y/o morir tranquilo…Aurelio Gómez Anda evoca hechos políticos suyos, que le producen insomnio en los cuales sostiene que no se puede gobernar si se tienen remordimientos; Vito Corleone, el creador de la Familia y  Michael Corleone necesitan confesarse   y Mike lo hace en privado-confidencia con el futuro Papa católico – pues tiene el remordimiento-culpa,  no de las muertes ordenadas – que su moral justificaba, pues habían sido en la lucha por el poder y, además, sobrevivir, mas  sí por la muerte de su hermano Fredo…En la ópera, Madame Butterflay – Cio-Cio San , como castigo-penitencia por su falta moral, se suicida – hara kiri - por no respetar, en ese momento, en esa época, el Etos Cultural de Japón y particularmente de Nagasaki -. En Acto de Amor, es lo mismo…En Casa Blanca, ante la inmoralidad de la propuesta de Perfidia por Ilsa, de engañar-dejar- ser desleal a Lazlo, Rick, sostiene su valor moral y ofrece otra salida: Paris… ¡ahí estará! León Tolstói en/y su Ana Karenina: por su remordimiento por el embarazo no deseado se inmola, paga su culpa suicidándose.

Todos los personajes centrales del teatro griego clásico aceptan, finalmente, la única salida en su trágico destino…para rescatar, restaurar y consolidar el valor, el Etos moral.

Miguel De La Madrid Hurtado tenía la visión y la percepción de que debería construirse nueva moral; lema de su campaña por la presidencia de la República fue Por la Renovación Moral de la Sociedad. Triunfó, llegó al poder Ejecutivo federal, pero por ¿conveniencia? ¿Inutilidad? ¿Imposibilidad?, no propuso, o no se inició camino hacia ésta planteada renovación moral de nuestra sociedad o consideró que todo - las condiciones actuales de retraso, ineficiencia, ineficacia, corrupción, impunidad, pobreza, subdesarrollo, etc., etc. - habían sido causadas por los protagonistas políticos y los partidos que los propusieron – nacionalistas, populistas, demagogos, etc. – y les adjudico toda la culpa de nuestra inmoralidad social y fracaso del sistema político y de gobierno.

¿Y sobre nuestra política&políticos?  En nuestro país: su política&políticos: ¡Bien, gracias!

No conozco si existe, salvo en la literatura, juicios, investigaciones, averiguaciones, búsqueda, dictámenes sobre este polvo moral que podría caracterizar a la política mexicana. Sobre este polvo moral, para mí, Carlos Fuentes, en su inicio, Luis Spota, Octavio Paz, Héctor Aguilar Camín, Bruno Traven y filósofos mexicanos de la 2ª. mitad del siglo XX, de manera precisa presentan juicios y textos consistentes y valiosos, pero poco difundidos y conocidos.

Sara Sefchovich, particularmente en La Suerte de la Consorte, muestra acercamiento de la moral de los políticos, presentando imágenes de la parte inocente, pero cercana, de protagonistas políticos mexicanos, a través de la historia: las esposas.