CUARTO PODER | Segunda vuelta e imposibilitar las alianzas partidistas

La receta más recomendada para evitar estos gobiernos de minorías, legales y legítimas, pero no legitimadas por la sociedad, es la Segunda Vuelta: proceso electoral en que participan los dos candidatos que recibieron las dos mayores cantidades de votos.

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Etelberto Cruz Loeza

“Dos cosas preocupan en la política: una, que las democracias no garantizan gobiernos eficientes, sólo gobiernos populares; la otra es que el sustento electoral se ve afectado por la baja participación cívica que hasta hoy, no ha podido ser motivada por los partidos políticos y se observa con preocupación altos índices de abstencionismo”

Fidel Ambriz Ordaz

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La definición de la revocación de mandato – efecto de consulta o referéndum, públicos-, en este inicial caso, del presidente de la República, también debe aplicarse, ampliándose, a los gobernadores y presidentes de los ayuntamientos municipales, pues, en el fondo, esos Ejecutivos son empleados del pueblo, y no el pueblo, sus empleados, sin embargo, usos y costumbres les otorgan, o ellos asumen, las llamadas facultades metaconstitucionales.

Nuestras prácticas políticas y formato democrático deben mejorarse y hacia allá debemos avanzar, pues, si como se ha visto en estos tiempos nuestros, mayoritariamente el pueblo, se equivoca y el depositario del poder no cumple lo contenido en la Constitución que, son sus responsabilidades y obligaciones sociales, también mayoritariamente, el pueblo debe tener la certeza de que podrá corregir ese error y, separarlo del poder, quitárselo. No es abuso. Debe estar reglamentado este derecho ciudadano, y debemos ejercerlo.

Otra figura político electoral que debemos incorporar en nuestra legislación constitucional, y electoral, es la llamada Segunda Vuelta, que no es otra cosa que la llave de la definición política de la mayoría natural, simple.

Finalizó el siglo XX, con la elección Constitucional del 2000 en la que resultó victorioso Vicente Fox Quesada, pero resultó que no recibió la confianza de la mayoría del electorado y, aunque Zedillo lo declaró triunfador de la contienda y, posteriormente, las instituciones electorales lo confirmaron, fue declarado candidato triunfador, presidente electo y tomó protesta del cargo, pero lo fue porque la minoría más grande ganó y, como efecto directo, tuvo siempre la mayoría en contra; con Luis Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto se repitió el mismo esquema: declarados presidentes electos, y de la República, porque fueron las minorías más grandes y gobernaron con la mayoría en contra.

En esos casi 20 años se decía que eran presidentes no legitimados por la mayoría social y que deberían construirse gobiernos de coalición partidistas para tener gobernabilidad=gobernanza; se recomendaron formatos-modelos alemanes, italianos, británicos, españoles, japonés. (Y llegó el 2018 con la coalición y construcción de mayoría legislativa aplastante, pero ésa es otra historia.).

La receta más recomendada para evitar estos gobiernos de minorías, legales y legítimas, pero no legitimadas por la sociedad, es la Segunda Vuelta: proceso electoral en que participan los dos candidatos que recibieron las dos mayores cantidades de votos; este proceso debe realizarse en X tiempo corto, que permita cumplir tiempos constitucionales, realizar la transición del poder e instalar las instituciones de la República en tiempo y forma.

Este formato definiría al candidato y necesariamente habría un triunfador por mayoría natural, aunque probablemente habría un triunfador con una minoría más grande, la sociedad tendría una segunda oportunidad de definición electoral. Esta figura democrática, realmente ya es necesaria, indispensable y socialmente positiva. Debe incluirse en nuestra legislación electoral. 

En 2006, 2012 y 2018 se evidenciaron evolutiva y sucesivamente errores de nuestra democracia: las alianzas, coaliciones, frentes, uniones partidistas para competir por las representaciones populares, para llegar al exceso actual cuyos efectos sufrimos.

Por las razones que sean, este visto, que nuestros actuales partidos políticos carecen de capacidad de convocatoria y que, si compitieran así, solitos y su alma, jamás ganarían pesos políticos, posiciones y representaciones, efecto por lo cual lo más fácil era proponer y configurar alianzas político partidistas y así presentarse en campañas y proceso electoral. Así, lo hizo Emmanuel Macron en Francia.

En la práctica suman sus pisos electorales, hacen una virtual mayoría natural, ganan, más anticipadamente, se reparten los gobiernos=posiciones.

Este formato es bastante diferente a los gobiernos de coalición–en la Segunda Vuelta también se puede llegar a esto-, que se estila bastante, más en los sistemas democráticos parlamentarios, como en Inglaterra, Alemania, Italia, España y Japón.

La Segunda Vuelta acabaría con esto. Habría gobiernos mucho más legítimos, y legitimados socialmente; en su caso, el electorado tendría la oportunidad de corregir o redefinir su voto.

Esta figura debería ampliarse en las elecciones para titulares del poder Ejecutivo –estatal y municipal. Se generaría mayor legitimidad y respaldo social, aunque, como en todo, se puede pervertir.