BELLAS

Mijares y Emmanuel conversan a mitad del concierto con cierto desenfado que deja ver, al menos, que no se inscriben en la órbita de cantantes que escalaron a la fama desde una condición social y económica adversa, al estilo performático de Napoléon.

Gustavo Ogarrio

“Antes de ti no hay antes, / no hay amigos, no hay amantes, / ni pasado en mi reloj que merezca recordarse”, canta Mijares para comenzar uno de los conciertos en los que celebra diez años de compartir el escenario con otra leyenda de la balada contemporánea: Emmanuel. Es el 28 de mayo de 2023 en el Auditorio Nacional y en las dos primeras canciones en las que alternan los dos cantantes se define la idea baladística y de romanticismo casi naif de “belleza”: “Bella Señora” y “Bella” son las canciones que cantan Emmanuel y Mijares, y que de no ser porque resuenan como referentes consolidados de la balada romántica, sonarían ya algo desfasados, pueriles y con cierta ingenuidad sentimentalizada. En ambos temas se refuerza la imagen de mujeres cosificadas otra vez en la idealización, “bellas” como esculturas en la redención del amor romántico, solitario, es decir, aislado del mundo social gracias a evocaciones de una contundencia cursi y adánica.

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            Mijares y Emmanuel conversan a mitad del concierto con cierto desenfado que deja ver, al menos, que no se inscriben en la órbita de cantantes que escalaron a la fama desde una condición social y económica adversa, al estilo performático de Napoléon. Se podría decir que sus comentarios rayan en la torpeza sentimental y sus “chistes” estilo Stand Up llevan una carga suavizada de machismo y de un narcisismo mediático que en ningún caso se traduce en un amor propio abundante y sufriente, como dictan muchas de sus canciones: “Uno entre mil, yo ganaré”. Se podría conceder que son un par de héroes melodramáticos en declive y que inscriben sus autobiografías en un juego de espejos con el “yo” de sus canciones, pero sería también un exceso: el que se convierte en “Rey Azul” cuando es mirado por la mujer deseada ya se queda en el imaginario de masas como una alegoría firme cuando es entonado en los ropajes de la balada, pero absolutamente descontextualizado por el simple paso del tiempo.