Gustavo Ogarrio Para Carlos Monsiváis, es con la película “Cuando lloran los valientes” (1945) que Pedro Infante adquiere ya el perfil de héroe romántico: “es el inicio del Pedro Infante mítico, legendario, icónico y ponga usted el adjetivo conveniente. El héroe bandido combina la actitud generosa y la exigencia del sacrificio”. Vale la pena seguir esta otra faceta del héroe-bandido en Pedro Infante para comprender la manera en que su inscripción en la cultura popular tiene un “carácter oficial”, una sensibilidad melodramática con conflicto “burgués”, sin evolución trágica, al formar parte del proceso de desmontaje simbólico de los aspectos más radicales de la Revolución Mexicana, la revolución agraria y popular de Emiliano Zapata y Pancho Villa. Esto se puede ver con mayor nitidez en la película “Los Gavilanes” (1954). Sin revolución social ni agraria, sin una dimensión ideológica del conflicto entre pobreza y riqueza, la película transfiere el heroísmo popular de Zapata al heroísmo melodramático y despolitizado del personaje de Pedro Infante, Juan Menchaca. La historia termina por confrontar a dos hermanos, hijos de un hacendado, que desconocen su parentesco, que se enfrentan a muerte al final de la película, pero con final feliz incluido. Juan Menchaca como una especie de Zapata o de Villa casi criollo y sin programa político, sin tiempo ni espacio históricos. Destaca en esta película la escena en la que Juan Menchaca canta, a la luz de la luna, de las nubes y de los montes, la canción “Deja que salga luna”, mientras Lilia Prado, que interpreta a la novia del hermano de Juan, que ha sido raptada por los gavieros, suspira el amor de una narrativa sentimental que todo lo va a transformar en melodrama.