En una aparente antología de la poesía en la época de la independencia, Ramón Martínez Ocaranza escribe una introducción en la que lee en clave histórica lo que ha sido la tradición poética mexicana. Este librito, titulado “Poesía insurgente”, es en realidad un ensayo de Martínez Ocaranza, de más de 120 páginas, en perspectiva histórica sobre la poesía de esta época en la que se funda tanto el Estado nacional como la poesía moderna en México; se completa con una muestra de la poesía que analiza, tanto en su vertiente popular como culta. El libro aparece bajo el sello de la UNAM, en la colección “Biblioteca del estudiante universitario”. Sería un verdadero acto de justicia que este libro, que es ya un clásico en los estudios sobre la poesía mexicana, fuera publicado reconociendo la autoría de Martínez Ocaranza de todo el volumen y no sólo de la introducción, de la antología y de las notas. Nacido en Jiquilpan el 5 de abril de 1915, Martínez Ocaranza muere el 21 de septiembre de 1982 y es uno de nuestros poetas ya clásicos tanto a nivel nacional como latinoamericano, pero también un poeta incómodo para las canonizaciones políticamente correctas. Para Ocaranza, la poesía mexicana no siempre ha estado a la altura de las “hazañas históricas del pueblo mexicano”. Este hecho, doloroso y contradictorio, tiene una explicación: la poesía insurgente en su línea culta provenía de los herederos de la conquista, los criollos, “descendientes de cortesanos españoles”. Sin embargo, afirma Martínez Ocaranza: “Toda poesía de la revolución exige una revolución de la poesía”. ¿En dónde se expresaba esta revolución de la poesía?: en la poesía popular, en los cantos anónimos que a su manera registraron la independencia y que se dirigían a las figuras épicas de Hidalgo, Morelos, Allende y Aldama.