My Sweet Lord

Se dice que todo el álbum de Harrison es sumamente contemplativo, también creo que con “What is life?” da un giro hacia una proclamación del amor mucho más festiva

Gustavo Ogarrio

Escuchar “My Sweet Lord” de George Harrison significaba entrar en un cuarto enorme y un poco tenebroso con tocadiscos en el fondo para ser sorprendidos por esa dulzura de la guitarra que comienza y la voz de Harrison y los primeros acordes que se van expandiendo como se expanden las épocas remotas en la conciencia y que se quedan a vivir en el aprendizaje olvidado de la vida.

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Todavía no era motivo de toda nuestra atención o de nuestros debates los coros gospel y ese efecto de alabanza en las voces, proveniente de varios cultos y con lo que Harrison quería poner el acento en su crítica al sectarismo religioso.

Una primera conclusión era que escuchar “My Sweet Lord” separada del álbum “All Thing Must Pass” era muy diferente a dejarla correr por el torrente sanguíneo de todas las canciones. Los tres discos se iban ordenando paulatinamente en una recepción y escucha a veces fragmentada, a veces persiguiendo el despliegue de su totalidad.

Ahora pienso que el álbum arranca con ese pautado del amor que es ya muy diferente al de los Beatles, el amor ya no se trata de un juego muy difícil del cual hay que esconderse, como en “Yesterday”, más bien es como una elevación casi cósmica o universal del sentimiento amoroso. No sé por qué tengo la impresión de que con la primera versión de “Isn´t it a pity?” culmina un primer momento del álbum: la afirmación de esa igualdad amorosa, una cadencia melódica que le imprime al álbum cierta suavidad para entrar en escena.

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Se dice que todo el álbum de Harrison es sumamente contemplativo, también creo que con “What is life?” da un giro hacia una proclamación del amor mucho más festiva, pero siempre con esa navegación que va de la contemplación a una intimidad enmarcada en la vida cotidiana del amor, en la que también se desperdician precisamente esos “momentos tan celestiales”.