Gustavo Ogarrio Los poemas que evocan a la figura del padre tensan su decir con la figuración autobiográfica, con ese yo poético que al rememorar se ve a sí mismo en perspectiva trágica. Gaspar Aguilera escribió un poema que tituló “Autorretrato” y en el que se revela este espejo terrible, irónico y evocativo de sí mismo a través del padre: “Me miro en el espejo / y veo el rostro de mi padre: / la frente alta y digna / los labios carnosos / su humor interminable / su sentido del tiempo y de la moral / su impotencia ante la magia femenina / su creencia —como Rubén Darío— / en el “ensueño y el misterio como eterna atracción”. / Me veo yo: / inundado de dudas / de zozobras de arrepentimientos / (se va desdibujando parte de mi rostro / y escucho repetir a la conciencia taladrante: / “nunca segundas partes fueron buenas”)”. Se cumple un año del fallecimiento del poeta Gaspar Aguilera (1947- 7 de noviembre de 2021). La crítica literaria mexicana ha sido indiferente a su muerte, se ha escrito muy poco sobre su obra poética de un año a la fecha. Sin embargo, es indudable que los poemas de Gaspar se mantienen firmes en su lucha contra el tiempo y no es exagerado decir que en la redición y reimpresión de algunas de sus obras (con motivo del Homenaje Nacional que comenzó en 23 de octubre en el Palacio de Bellas Artes y que continuará en Morelia el 10, 11 y 12 de noviembre, en el CCU de la UMSNH y en la Casa de la Cultura de Morelia) renace su poesía, surgiendo otras maneras de leerla y de reconfigurar el decir mismo de sus temas, como la música y esa confianza trágica en el amor, más bien, en el destierro del amor que se disfraza de esperanza tan sólo en la enunciación poética: “Pero no importa / el amor no permitirá la intervención de la derrota / en nuestro reino no entrará la zozobra / ni el malamor romperá su colmillo en nuestra piel sedienta”.