Gustavo Ogarrio Me decían que éste era el mes de lo que regresa sin tiempo, una suma de analogías sin destino en el aprendizaje del nunca jamás y de los adioses. Ternuras en círculos concéntricos que se manchan de vida mientras la inmortalidad se arrodilla ante el estruendo del presente. Lo efímero derrota al infinito a punta de retratos de los que se amaron en las cavernas de lo que no vuelve. Enjaulada en los ojos de los vivos, la poesía se suicida lentamente porque ni el tiempo del apocalipsis ni la caligrafía muerta de los archivos la pueden vencer. Ninguna luz es capaz de alumbrarla por completo, todas las oscuridades le temen. Nadie puede nombrar al infinito inexistente sin pasar por ella. La poesía es el retrato de cuerpo completo de todas las galaxias… de todos los rincones del pasado y de sus olvidos… de los microorganismos que se esconden en las palabras… de los silencios invencibles que cabalgan en el firmamento. Risas y cópulas se enredan a muerte con lejanías y tristezas. Me decían que éste era el mes de los atajos celestes y de algunas frases disecadas en las pantallas. No hay espectros en el vientre de la oscuridad, me susurra al oído el poema del mes que viene. No habrá retratos felices de esta época que es también una serpiente cambiando de piel, enroscada en la vara del tiempo sin tiempo de ciertas metáforas. No habrá estatuas derribadas en las calles que se abren como heridas. Desastres y despojos. Amarillos violentamente azules. El yo que escapa del nosotros. La dialéctica de los que callan termina en un do menor con su armadura de tres bemoles. Llorarás cuando leas en un manual de matemáticas que el infinito no existe más que en potencia. La poesía de los números será una promesa. La dialéctica de los que callan termina en un do menor con su armadura de tres bemoles. Llorarás cuando leas en un manual de matemáticas que el infinito no existe más que en potencia. La poesía de los números será una promesa.