Miguel Ángel Martínez Ruiz Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra candidato-a significa: “(Del lat. Canddidatus) m. y f. Persona que pretende alguna dignidad, honor o cargo. 2. Persona propuesta o indicada para una dignidad o cargo, aunque no lo solicite. 3. Persona a quien, mediante representación anterior o propuesta autorizada por electores, se reconoce el derecho a intervenir por sí o por apoderados en las operaciones de una elección popular.” En el Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española de Guido Gómez de Silva, se expone: “candidato ‘persona que pretende algún cargo u honor o ha sido propuesta para él’; latín: candidatus ‘candidato’, de candidatus ‘vestido de blanco’ (porque en la Roma antigua usaban togas blancas), de candidus ‘blanco’. El mismo libro cita el término cándido ‘sin malicia; blanco’; candidus ‘puro, sin malicia; blanco; brillante’ de candere brillar; ‘estar blanco’. Otras fuentes bibliográficas coinciden en la misma idea, candidato se derivó de la túnica blanca que usaban quienes aspiraban a ocupar algún cargo público en los tiempos del Imperio Romano. Se le tenía como símbolo de pureza, bondad, honradez y buenas intenciones. También esta prenda permitía a los electores ver las cicatrices en el cuerpo de los candidatos como prueba inobjetable de su participación en las batallas, dado que los romanos fueron un pueblo bélico, cuya influencia abarcó el continente europeo, africano y parte de oriente. En el curso de los últimos meses del año actual, han tenido lugar verdaderas competencias al interior de los partidos políticos para designar a los candidatos que habrán de contender en los próximos comicios a los cargos de Diputados Federales, ya sea por la vía de elección popular o dentro de los llamados ‘plurinominales’, conforme al Artículo 11 del Código Federal de Instituciones y Procesos Electorales (COFIPE). ¿Quiénes merecen ser candidatos al cargo de diputado federal, es decir, representantes del pueblo? ¿Cuántos reúnen los requisitos de honradez, buenas intenciones y deseo de servir? ¿Por qué se permite que los partidos políticos tengan el poder autónomo de nombrar a sus candidatos a espaldas del pueblo? ¿Qué clase de democracia estamos viviendo? Éstas y muchas interrogantes podrían formularse, después del espectáculo deprimente que han dado los partidos políticos. Casi siempre se ha presentado abiertamente la imposición como práctica inveterada dentro de nuestro sistema político. El encono ha sido tan grande entre los diferentes grupos, sectores, asociaciones, sindicatos o tribus que estuvieron a punto de llegar a las agresiones físicas, todo por el afán de imponer a las personas que, según sus intereses personales, respondan mejor a sus expectativas, ambiciones de poder o dominio, a fin de de ir preparando el terreno para “La Grande”, como suelen llamar los políticos a la campaña por la Presidencia de la República. No es de extrañar que en una democracia tan incipiente como la nuestra, permanezca aún la imposición como un rasgo de nuestro modo de ser, ya que viene desde la Época Pre-hispánica, pasando por La Colonia, el México Independiente del siglo XIX, La Reforma, El Porfiriato y la Etapa Posrevolucionaria. Esta última caracterizada por el monopartidismo o unipartidismo, como se quiera, del Partido Nacional Revolucionario fundado por el presidente Plutarco Elías Calles el 4 de marzo de 1929, para controlar mediante un instituto político las aspiraciones de poder desmesuradas de los generales que participaron en el movimiento armado de 1910, y evitar el “descabezadero”, cuando se eliminaba en forma violenta a los enemigos políticos. Ese partido fue sustituido por el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) durante el régimen del Gral. Lázaro Cárdenas del Río en 1935, y transformado en Partido Revolucionario Institucional (PRI) por Miguel Alemán Valdés en el año de l946. En el siglo pasado se organizaron otros partidos. Por razones obvias, se mencionan solamente los más importantes. El Partido Acción Nacional fue producto de una asamblea constituyente efectuada en septiembre de 1939 en el salón del Frontón México, auspiciado por el exrector de la UNAM, Lic. Manuel Gómez Morín, a quien se le considera su fundador. Este partido, desde sus orígenes, tuvo como finalidad oponerse al caudillismo, teniendo como uno de sus anhelos institucionalizar la democracia. En 1948, el Lic. Vicente Lombardo Toledano fundó el Partido Popular Socialista (PPS) con la intención de establecer un régimen que siguiera el pensamiento marxista. Lo curioso del caso es que el Lic. Lombardo jamás perteneció al Partido Comunista Mexicano y más bien contribuyó a mediatizar su influencia política. El Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) fue creado en 1955 por un grupo de veteranos de la Revolución, quienes ya no eran tomados en cuenta dentro del Partido Revolucionario Institucional, pero de todas maneras siempre fue un partido apegado al gobierno. En 1963, el Presidente Adolfo López Mateos introdujo el sistema de diputados de partido, antecedente de los actuales diputados plurinominales o de mayoría proporcional. El Lic. Jesús Reyes Heroles, destacado intelectual que desempeñó el cargo de Secretario de Gobernación durante el régimen de José López Portillo, elaboró una importante iniciativa de ley que fue propuesta por el mencionado López Portillo, con el nombre de Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE), antecedente inmediato del actual Código Federal de Instituciones y Procesos Electorales (COFIPE). 1987 fue un año trascendental en la vida política de México, pues entonces surgió en el interior del PRI la llamada Corriente Democratizadora, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, quienes abandonaron el PRI al ser designado candidato presidencial Carlos Salinas de Gortari. Esta corriente era opositora a la Corriente Crítica que promovieron Rodolfo González Guevara y Augusto Gómez Villanueva. Como respuesta a su inconformidad, los iniciadores de la corriente democratizadora optaron por constituir un Frente Democrático Nacional que logró incorporar a otros partidos y grupos de izquierda, teniendo como objetivo la postulación de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano a la Presidencia de la República. Después de las elecciones realizadas el 6 de julio de 1988, el conteo de votos favorecía al Ing. Cárdenas Solórzano, pero el sistema de cómputo “se cayó”, según palabras textuales del entonces Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, quien fungió como Presidente de la Comisión Federal Electoral. De ahí que hayan sido sumamente polémicas dichas elecciones. El 5 de mayo de 1989, se fundó el Partido de la Revolución Democrática (PRD) como una coalición de diversos partidos de izquierda. Desafortunadamente, el espíritu que lo originó se ha perdido. Ha dejado de ser un partido de izquierda para convertirse en una agrupación que se caracteriza por destacar como sea, donde sea y con quien sea para lograr triunfos electorales sin importarle los problemas de nuestras clases explotadas que viven en la pobreza. Los otros partidos han sido irrelevantes en la historia, pues salvo algunos triunfos esporádicos y su lucha permanente por obtener la cantidad suficiente de votos para no ser desconocidos como tales, pues esto significaría el dejar de obtener todos los beneficios económicos que reciben del erario federal, cantidad de dinero que gastan a discreción sus dirigentes. A pesar de tantos esfuerzos por parte de mexicanos patriotas, estamos muy lejos de una auténtica democracia, pues todos los partidos siguen utilizando métodos antidemocráticos y la corrupción está presente en casi todas las acciones partidistas de esta lamentable “partidocracia” e “imposturocracia” en las cuales han hundido a México cuyo destino, por lo que se ve, muy poco les importa. Es poco frecuente encontrar juicios críticos bien fundamentados cuando se habla de política, pues se parte de supuestos, ideas trasmitidas en los cafés o expresadas en los comentarios televisivos, radiofónicos, las redes o a través de la prensa escrita. Casi siempre responden a intereses de grupo o de un partido político en particular. Es por ello que en este artículo se pretende dar una versión alejada de estas influencias en un ejercicio cuya aspiración es lograr la mayor objetividad posible. En la filosofía se usa a menudo el término alemán Weltanschauung, que significa cosmovisión o “visión del mundo y de la vida”, casi siempre referente a la forma de concebir la realidad una persona, sociedad o comunidad. Es a través de esta comprensión e interpretación del entorno físico y societal como los seres humanos de todas las épocas han tratado de entender los fenómenos naturales y los de carácter social, cultural o humano. Estas cosmovisiones se relacionan con la política, la economía y en general las ciencias, además de otras manifestaciones del pensamiento como son la religión, la moral, la filosofía, etc. Los partidos políticos existentes en México no tienen una cosmovisión o filosofía bien definida. Ninguno expresa con claridad sus verdaderos propósitos, las ideas que animan a los grupos dirigentes, ni sus verdaderas intenciones en su afán desmedido por alcanzar un éxito rotundo en las elecciones para los diferentes cargos públicos, desde un ayuntamiento municipal hasta la presidencia de la República. Por otra parte, bajo el influjo de la corriente cognitiva, los psicólogos Joseph Luft y Harry Ingham crearon una teoría o modelo que lleva sus nombres: La ventana de Johari, el cual tiene por objeto analizar la la dinámica de las relaciones sociales del ser humano, a partir de su propio yo y las interacciones con los demás, que se dan mediante la comunicación. En otras palabras, se trata de abordar el flujo de la información a través de dos ópticas o puntos de vista: la exposición y la retroalimentación. Le llamaron ventana por tener cuatro áreas o cuadrados que se denominan: 1. Abierto, el cual incluye lo que conocemos de nosotros mismos y aquello que los demás saben de nosotros; 2. Oculto, comprende todo lo que yo conozco de mí, pero los demás ignoran, todo lo que conscientemente no comunico a los demás, tal vez por temor al rechazo o a otras acciones; 3. Ciego, es lo que los demás ven, pero que nosotros no vemos como sentimientos de inferioridad o superioridad, frustraciones, miedos, etc. Está constituido por la impresión que causamos en los demás y que comunicamos en nuestro modo de ser, formas de conducta, gestos y expresiones; 4. Desconocido, abarca todo lo que nosotros ignoramos y también ignoran los demás: vivencias, instintos, contenidos de conciencia, experiencias reprimidas u olvidadas, etc. Es lo que Sigmud Freud llamó inconsciente. Algo semejante expresó un filósofo: “Camino abajo, viene un hombre, con tres hombres a cuestas: el que cree que es, el que los demás creen que es y el que verdaderamente es.” En el panorama actual se puede observar la presencia de los mismos partidos, solo que ahora muy diezmados. Estos “institutos políticos” debieran hacer un análisis cuidadoso, es decir, una autocrítica auténtica, para que examinen las causas por las cuales nadie los acepta, la gente va a votar por una mera costumbre, pero sin la convicción de estar identificados con las ideologías de los partidos, ya que estas no están claramente definidas y si tienen programas o plataformas de principios, nunca los cumplen. Hay tres o cuatro agrupaciones que se dicen de izquierda, pero ¿dentro de qué modelo de izquierda se consideran? ¿A la que desapareció con la Perestroika en la URSS? ¿A la de Fidel y Raúl Castro Ruz en Cuba? ¿A la que prevalece con muchas reformas en la actual China? ¿A la de Ortega en Nicaragua? ¿A la que pretendió instaurar un régimen socialista con Salvador Allende en Chile? ¿A la de Maduro en Venezuela? ¿A la que estableció Evo Morales en Bolivia? Todas estas “izquierdas” han fracasado de manera estrepitosa. ¿Se trata de una izquierda a la mexicana? Lo que sí está muy claro, vemos y sabemos todos es que nuestros políticos (de derecha, izquierda o centro) tienen muy bien afiladas las uñas para robarse impunemente el dinero del pueblo. Si no es así, demuéstrenlo con acciones que los identifiquen con las verdaderas aspiraciones y necesidades de los mexicanos más olvidados. De ellos nadie se acuerda.