Inés Alveano Aguerrebere Si las naciones de todo el mundo se lo hubieran propuesto como meta, no lo habrían logrado tan exitosamente. Si hubieran invertido esfuerzos y dinero, tampoco. Si lo hubieran implementado en sus constituciones, sus leyes, sus reglamentos, sus políticas públicas, habrían fallado. Si se hubieran puesto de acuerdo entre países no habrían llegado a números tan similares. Aún si la industria hubiera pagado millones de dólares en promover su producto, no habrían incrementado sus ventas tan vertiginosamente. Sin embargo, sucedió simultáneamente en muchos lugares del mundo. En unos con mayor rapidez, pero básicamente no conozco lugar en donde no se haya incrementado el parque vehicular de motocicletas en los últimos 10 años. Ni la India, ni China, ni México, ni Países Bajos, ni Italia, ni España, ni Colombia se salvaron. En todos los rincones del globo terráqueo muchas las personas decidieron –y lo siguen haciendo- que la mejor opción para moverse dentro de las ciudades, es una motocicleta. Y evidentemente, no son sólo individuos o hasta familias enteras: las empresas vieron como sinónimo de signo de pesos, el contratar a personas para entregar en moto bienes a domicilio. Desde mi perspectiva, los porcentajes tan altos de viajes en motocicleta no fueron algo intencional. Para mí, son un síntoma: una consecuencia de fallos miserables por lo menos en materia de movilidad, y de vivienda. Dice Onésimo Flores, urbanista mexicano, que “techo y acceso” (dónde vivir y cómo moverse a sus actividades cotidianas) van de la mano. Si los gobiernos no garantizan el techo y el acceso de las personas, entonces cada quién -como se dice coloquialmente- debe rascarse con sus propias uñas. ¿Qué han hecho por décadas en materia de vivienda? Políticas (o falta de ellas) que causan que la gente viva cada vez más lejos de sus necesidades y actividades cotidianas. Igual en México, que en Brasil o incluso en Países Bajos. La clase trabajadora (es decir, el grueso de la población) no puede acceder a vivienda relativamente cercana, porque los precios son prohibitivos. ¿Y qué han hecho también durante muchos años en materia de movilidad? Dedicar millones para agilizar el tránsito de los autos, cuando desde la eficiencia del costo y el espacio, lo mejor es promover viajes en transporte público, a pie y en bicicleta… La persona, que es un ser racional, observa ventajas y desventajas de los traslados, y elije el que medio de transporte que mejor le conviene, por la rapidez y/o por ser el que más se adapta a su bolsillo… No les culpo; les entiendo. Incluso en mi familia y dentro de mis amistades cercanas se encuentran personas que tomaron esa decisión. ¡Imagínese la decepción de ver un montón de personas en motocicleta invadiendo los carriles cómodos y seguros para moverse en bicicleta que hay en Ámsterdam! Y es que incluso allá, donde el transporte público, el caminar y el andar en bici son tan eficientes, puntuales y disfrutables como conducir un auto, ya hay muchas personas eligiendo moverse en moto (por las distancias). Afortunadamente, esto lo podemos ver como un foco rojo, e intentar corregir el rumbo. Si no queremos que nuestras calles se llenen de motos, y nuestros pulmones, de humo, debemos tener más claro cómo sí lograremos que las personas elijan el transporte público, caminar o andar en bicicleta. Y este es un mensaje también para los automovilistas: si no quieren más personas moviéndose en moto (porque no les gusta cómo manejan, o porque les dan miedo porque creen que son asaltantes), deben apoyar el que haya más viviendas cercanas y/o el que se invierta dinero en transporte público, banquetas y redes de carriles protegidos para personas en bicicleta. PD: Una red de carriles-bici que prohíba a las personas en moto usarlos… (para anticipar el problema que tiene Ámsterdam hoy en día).