Inés Alveano Aguerrebere Hace ya varias décadas que se conoció y se estudió el fenómeno del “tráfico inducido”. Gobiernos de todos los países intentaron resolver el problema del congestionamiento vial ampliando las avenidas, y haciendo distribuidores viales, y ninguno lo logró porque a corto o mediano plazo, había más autos circulando, lo que borraba los ahorros en tiempo esperados por la inversión. En 1955 el gran urbanista Lewis Mumford destacó que “hacer más avenidas para prevenir la congestión vehicular es como hacer más hoyos al cinturón para prevenir la obesidad”. ToddLitman, en Canadá y Luis Galindo en México, demostraron con estudios este fenómeno. Lo mismo en Estados Unidos, que en China mientras más anchas son las avenidas más autos hay. Los gobiernos ignorantes del “tráfico inducido” siguen queriendo resolver el tráfico con proyectos viales. Ilusamente, al llegar a Países Bajos, yo pensaba que los tomadores de decisiones de acá eran distintos. Dado que sólo me había movido en camión, tranvía, tren, bicicleta y a pie, sólo había visto una parte de su infraestructura. Y dado que el transporte público funciona de maravilla (es puntual y tiene carriles exclusivos que evaden la congestión vial en las horas pico), mi percepción era que acá no sólo conocían el fenómeno, sino que habían actuado de manera racional y congruente. Es decir, mi sensación fue que sistemáticamente habían evitado hacer esas inversiones estratosféricas en calles, avenidas, distribuidores viales y carreteras, porque bien sabían que utilizar el recurso impulsando la calidad de los demás medios de traslado era lo más costo-eficiente. Sin embargo, no fue así. Hoy en día, el país está lleno de amplias carreteras (el tráfico que casi no se ve en las ciudades, está en las zonas interurbanas). No sólo me lo contaron. Ya lo viví también en varias salidas de Ámsterdam. Al sur de Rotterdam, ¡hay una carretera que tiene 16 carriles! Pero no me equivoqué del todo. Leyendo el libro de Thalía Verkade y Marto te Brommelstroet, titulado “Movement”, pude saber que acá bien conocen el fenómeno del tráfico inducido, pero lo que han hecho (diferente a todos los demás lugares del mundo), es ANTICIPARSE. Es decir, no se esperan a que una carretera esté congestionada para ampliarla… Para haber tomado esas decisiones, se necesitan al menos dos cosas: dinero (lo tienen al por mayor) y cinismo. Saben que apostarle a la movilidad en vehículo particular NUNCA resolverá el problema del tráfico, pero aun así invierten millones de euros cada año. Además, tienen un problema inmenso de falta de vivienda, y bien podrían haber destinado ese dineral para atender esa necesidad. Cínicos. La ironía es que mientras más amplían las carreteras y minusvaloran el tema de la vivienda, más impulsan que las personas vivan lejos de sus trabajos, lo que genera viajes diarios interurbanos que cumplen la “profecía”. En cualquier caso, gobiernos de ambos tipos: cínicos o ignorantes, siguen tomando las mismas decisiones. Adriana Lobo, la directora del Centro de Transporte Sustentable (ahora WorldResourcesInstitute) lo dijo claramente hace algunos años: “más vías NO son la vía”. El fenómeno del tráfico inducido también funciona al revés: mientras menos avenidas, menos carriles y menos distribuidores: menos autos. Poner las calles “a dieta”, contraintuitivamente, es lo que realmente funciona para resolver la congestión vial. PD. El fenómeno no está vinculado al crecimiento de la población. Si le interesa leer a fondo sobre el tema, el artículo de L.M Galindo (2006) está disponible gratis en Internet. Se titula “Tráfico inducido en México: contribuciones al debate e implicaciones de política pública”.