Inés Alveano Aguerreberre El señor José caminó hasta los 105 años de vida. Lo admiro por ello, aún sin haberlo conocido. Algunas décadas antes, había dejado de manejar. Ello es normal, ya que a cierta edad, tanto la visión, como los reflejos se ven disminuidos. Las piernas, a diferencia, pueden servir hasta ya avanzada edad, siempre que no prevalezca el efecto de la “falta de uso”. ¿Cuántas cosas conoce usted, que se estropean por la falta de uso? Quizás pocas, quizás mu-chas. Decía una maestra “No estudien para el examen, háganlo para que su cerebro no se atrofie cuando sean ancianos”. Hay muchas posibles causas de demencia o alzheimer, pero una de ellas es la “falta de uso”. Lo mismo aplica para nuestras piernas. Ellas pueden seguir funcionando por largo tiempo, a menos de que las hayamos dejado prácticamente en desuso durante muchos años. La verdad es que actualmente, dependemos mucho del automóvil para desplazarnos. Eso significa que estamos desaprovechando la oportunidad de usar nuestras piernas para ir de un lugar a otro. Solo caminamos lo necesario (en casa, para llegar al auto o dentro de un centro comercial, etc). El resultado a largo plazo, es que tendremos problemas para que nuestras piernas nos respondan eficientemente. Ello, en el peor de los casos posibles, significará que dependeremos de alguien más, o incluso de una silla de ruedas para desplazarnos aún dentro de nuestra propia casa. La forma que le damos a nuestras ciudades, puede ayudar a prevenir el efecto degenerativo, de la “falta de uso”. Si ellas nos invitan a que constantemente caminemos, estemos activos, casi tendremos asegurado el poder seguir usando nuestras piernas durante la vejez. Poder seguir siendo personas autónomas. Hasta hace unas décadas, las ciudades mexicanas, latinoamericanas y en todas las regiones del mundo, estaban diseñadas para la movilidad a pie. Precisamente por eso, es que el señor José tuvo la posibilidad de caminar incluso hasta los 105 años de vida. El detalle es que su camino cotidiano era en las zonas relativamente antiguas de la ciudad. En el caso de Morelia, eso significaba “todo lo que estuviera contenido por el periférico”. Históricamente, muchas ciudades fueron creadas desde antes de la llegada del automóvil. Nuestro error como humanidad, fue recibirlo con los brazos abiertos. Le dedicamos tanto espacio, que marginamos e hicimos hostil e incluso imposible la movilidad activa, como caminar o usar la bicicleta. Contrario a don José, don Joaquín no tuvo la posibilidad de caminar los últimos años de su vida. Supongo que mucho tuvo que ver “la modernidad” que llegó a su entorno. Se hizo más difícil y poco atractivo moverse a pie, y las condiciones para caminar se hicieron hostiles. Por la “falta de uso”, comenzó a caminar cada vez menos, en un ciclo infinito. Mientras más usaba el auto para viajes cortos (que mucho tiempo hizo a pie), menos podía usar sus piernas. Países Bajos en los 70’s no era amigable con las personas fuera de los autos. La razón por la que hoy en día muchos viajes se hacen a pie y en bicicleta (de manera no sólo cómoda y segura, sino también atractiva), es que diversos grupos se opusieron a la construcción de autopistas urbanas y exigieron mayor seguridad vial. Conservacionistas (por el valor histórico de los edificios), grupos de personas defendiendo sus vecindarios (de ser demolidos), y padres y madres de familia cuyos hijos/hijas habían sido atropellados, hicieron posible que Amsterdam sea una ciudad en la que cada persona puede moverse sin necesitar de un auto. Me da un poco de pena que muchos tomadores de decisiones en relación al transporte y a la forma de las ciudades, no han notado que podrían estar maquilando su propia condena. Quizás, cuando lleguen a viejos, notarán que la ciudad que antes les pareció ideal, puede ser un infierno para los que no gozan de total salud y capacidades. No todos tendrán un chofer disponible. La ciudad que es posible, no sólo nos ayuda a prevenir el efecto de la “falta de uso”, sino que también facilita la accesibilidad de cualquier ciudadano, sin importar su edad, discapacidad, condición social o económica.