CIUDAD POSIBLE | Lo bueno, lo malo y lo feo

Me voy decepcionada pero también contenta y optimista, porque sus errores y sus aciertos me hacen confirmar que los holandeses no son de Marte, que igual son personas y cometen errores. Que nuestras ciudades no son Ámsterdam, pero pueden ser mejores versiones de sí mismas.

Inés Alveano Aguerrebere

Esta es mi última semana en Países Bajos. Con sus sinsabores y sus alegrías, regreso con muchos aprendizajes. Ahora sé que acá no es el paraíso. Aunque sean ejemplo a nivel mundial en niveles de uso cotidiano de la bicicleta, aún tienen mucho por hacer. Éstas son mis reflexiones de hoy:

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1. Ir y venir sólo en bicicleta al trabajo se ha vuelto un privilegio. Las personas no viven a distancias ciclables (aunque ya existe la bici eléctrica). La mayor parte de la población trabajadora debe combinar la bici o moverse a pie con el transporte público (tren, bus, tranvía y/o metro). En este sentido, las ciudades en Países Bajos son como suburbios. El tiempo ahorrado por la construcción de nuevas vías no se traducen en tiempo libre para emplear en actividades elegidas porque debido a la carencia cercana de vivienda, cada vez recorren mayores distancias. Onésimo Flores bien lo entiende cundo dice: techo y acceso van de la mano.

2. Como dicen en muchas redes sociales: Ámsterdam no era Ámsterdam. Sin habérselo planteado, son una ciudad que recibe 20 millones de turistas al año, gracias a que en los 70 tomaron decisiones diferentes a las del resto del mundo occidental. Su éxito turístico, al mismo tiempo es una desgracia, ya que por un lado las inmobiliarias han hecho negocios y la población está siendo expulsada hacia las afueras (igual que sucede en muchos lugares del mundo desde el apartheid obligatorio en India). Por otro lado, ese nivel de población flotante trae fuertes demandas en materia de provisión de servicios como limpieza de espacios públicos, agua, luz, gas (importado), manejo de la basura, etc…

3. Al igual que Nueva York, no construyeron autopistas urbanas que desgarraran la zona histórica gracias a que la población se manifestó. Ambas ciudades tienen en común, que diversos grupos unieron fuerzas contra intereses políticos y económicos. Ambas son puntos sumamente atractivos por la diversidad y la calidad de vida que pueden brindar. Pecando de simplista, podría decir que a mayor cantidad de autopistas urbanas (y menores opciones de transporte público, y lugares seguros para caminar e ir en bicicleta), menor lugar para disfrutar y para vivir. Y esto es más grave y extenso de lo que parece. Mientras más espacio (“techo”) se le brinda al automóvil para estar (estacionamiento en la calle o privado), menos opciones hay de “techo” (vivienda) para las personas.

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4. Actualmente, es posible ir de manera segura de un punto del país al otro extremo en bicicleta. Sin embargo, esa característica ha traído consigo fricciones entre grupos diversos tales como ecologistas, ciclistas de carreras, ciclistas urbanos, personas en bicicleta eléctrica, motonetas, patines eléctricos y peatones. La dominancia del automóvil (aún presente), hace que el espacio residual sea un espacio sumamente peleado.

5. Finalmente, es evidente para mí, que políticos y tomadores de decisiones no persiguen intereses sociales auténticos. En el 2017 tres investigadores declararon básicamente que acá el fenómeno de la demanda inducida (más vías atraen más autos) no aplica. Son tan soberbios o cínicos como para afirmar que algo que se ha demostrado en todo el mundo, acá “no sucede”. Es tan absurdo como decir que la ley de la gravedad no gobierna Países Bajos.

Me voy decepcionada pero también contenta y optimista, porque sus errores y sus aciertos me hacen confirmar que los holandeses no son de Marte, que igual son personas y cometen errores. Que nuestras ciudades no son Ámsterdam, pero pueden ser mejores versiones de sí mismas.