Inés Alveano Aguerrebere “Lo pequeño es hermoso”. Eso dice Schumacher. Y contrario a lo que podríamos pensar, no es un corredor de autos. Es un escritor. Para qué les miento, no he leído ese libro, pero está en mi lista de pendientes de leer. El resumen dice que es “un vigoroso alegato contra una sociedad distorsionada por el culto al crecimiento económico. Su tesis es que necesitamos una profunda reorientación de los objetivos de nuestra economía y nuestra técnica para ponerlas al servicio -y a la escala- del hombre”. Me parece que esta perspectiva, de “lo pequeño es hermoso”, y de reorientar los objetivos para ponerlos al servicio de las personas puede aplicarse no sólo a la economía. Pienso en el transporte público de Morelia. Al parecer, estamos esperando lo necesario para hacer una línea de autobús de tránsito rápido (BRT por sus siglas en inglés). Uno como el Metrobús en México, el Optibús de León o el primero en el mundo en Curitiba. Tengo entendido que el último estudio de movilidad indicó que era necesario. En realidad, la ONU Hábitat señala que lo ideal es que por cada 100 mil habitantes haya al menos una línea de transporte público con carril exclusivo y acceso automatizado. O sea que ya deberíamos tener entre 8 y 10… Sería genial tener al menos un BRT en Morelia. Sin embargo, creo que por mirar hacia lo grande estamos perdiendo de vista que hay cambios pequeños que podríamos hacer, para elevar considerablemente la calidad del servicio (y las condiciones para los conductores). Y no sólo en Morelia. Para empezar, podríamos dedicar ciertos espacios para que sean carriles exclusivos del transporte público. Si pensamos en la distribución modal actual, se mueve más gente en este medio que en vehículos privados, por lo que deberían tener prioridad. El Implan estimó que en la zona metropolitana el 30 por ciento de los viajes diarios se hace en transporte público y sólo 20 por ciento en autos particulares (40 por ciento se hace a pie, pero ese es tema de otro día). Si a eso le sumamos que el transporte público es más eficiente en términos de espacio, debería por sí mismo justificar la decisión de destinarles espacios dignos y exclusivos. Desde mi perspectiva, estos pequeños cambios podrían ser incrementales, es decir, se podría iniciar con algunos espacios (por ejemplo, algunos carriles en avenidas y algunas calles en el centro), y poco a poco, pero sistemáticamente ir sumando más. El transporte público de calidad no sólo es necesario, sino urgente. Cada vez, la población opta por otros medios para moverse, que no sólo traen consecuencias individuales sino también sociales y medioambientales: el número de autos crece, y la congestión y contaminación también; las motos están en aumento, igual que las muertes de motociclistas. Un dato que le ha faltado tener a las organizaciones de transportistas, es cuántos clientes pierden al año. Si supieran que en algunas ciudades de Estados Unidos de América sólo el 1 o el 2 por ciento de la población se mueven en transporte público, se deberían poner a temblar. Eso que algunas personas consideran libertad, es más bien esclavitud (no poderse mover más que en auto). En las ciudades mexicanas tenemos la fortuna de tener porcentaje elevado de viajes en transporte público. Cuidemos este porcentaje brindando a las y los usuarios, un servicio eficiente, puntual y digno. Finalmente, como dice Enrique Peñalosa: un país desarrollado no es aquel donde el pobre tiene auto, sino donde el rico usa transporte público.