Inés Alveano Aguerrebere En el centro de Ámsterdam, muchos negocios tienen letreros de “se busca ayuda” (empleado/a). Es el lugar más turístico, por lo que meseras, cocineros, camaristas, recepcionistas, son indispensables para que las cosas funcionen. Sin embargo, hay pocas personas que quieran trabajar. Las razones pueden ser varias. Supongo que el sueldo (mínimo) tiene bastante que ver, pero otro punto que considero importante es la cercanía con las viviendas. Esta ciudad está atravesando, en mayor o menor medida, por un proceso de gentrificación. Si es la primera vez que lee/escucha la palabra, le cuento que significa que la población original está siendo desplazada, para dar lugar a residentes con mayor poder adquisitivo. Seguramente lo ha visto en su ciudad. En Morelia, para mí fue evidente cuando edificios completos (vecindades) en el centro fueron desalojados para dar lugar a hoteles; y tiendas de larga tradición (por ejemplo, ferreterías) fueron reemplazadas por negocios de tecnología. A diferencia de México, y otros países latinoamericanos, Países Bajos tiene un sistema llamado “vivienda social”. Funciona de manera que las familias de bajos ingresos pueden acceder a rentas accesibles en distintas partes de la ciudad. Es decir, suponen costos mensuales de vivienda que no están vinculados al mercado inmobiliario, sino que están determinadas por el gobierno. Esto permitía que en una misma zona de la ciudad (incluyendo en el centro), pudieran convivir habitantes de diversos estratos socioeconómicos. Esto es deseable a nivel social por muchas razones, que quizás abordaré en otra ocasión. Hoy en día, la lista de espera para acceder a una vivienda social, es de más de 12 años. La necesidad de vivienda ha sobrepasado la oferta existente. En resumidas cuentas, eso implica que muchas personas no pueden vivir “cerca” de sus lugares de trabajo. Recientemente, Cody Hochstenbach un investigador de la Universidad de Ámsterdam publicó un libro titulado “Uitgewoond” (la traducción literal es “desgastado/exhausto/deteriorado”) en donde muestra datos de cómo la cantidad de vivienda social ha ido disminuyendo, y de cómo cada vez es más difícil tanto para la clase trabajadora, como para la clase media, acceder a una vivienda digna en una zona conectada. Es fundamental esta característica. Para que haya personas que puedan trabajar en el centro de la ciudad, debe haber medios para que se muevan desde sus viviendas. De mis colegas en el restaurante, soy la única afortunada de vivir relativamente cerca (3 kilómetros) y poder llegar en bicicleta. Las demás personas deben tomar bus, metro, tren y/o tranvía para poder moverse hacia y desde el restaurante. Mi ventaja me da infinidad de libertad. En cambio, las demás dependen de los horarios del servicio de su transporte público (y mientras más tarde se hace, menos frecuencia hay). Me parece que la falta de personal (el Aeropuerto Schiphol también tiene fuertes problemas por esto) está estrechamente relacionado con el deterioro o la involución en el tema de la vivienda. Desde mi perspectiva, esto implica que a las corporaciones con personal (cuyo trabajo es necesariamente presencial) debería interesarles el que la sociedad en su conjunto, pero sobre todo la clase trabajadora, pueda acceder a una vivienda conectada. Vivienda cada vez más alejada = menos mano de obra dispuesta a trabajar en donde se requiere.