CIUDAD POSIBLE Inés Alveano Aguerrebere ¿Le cuento una cosa? Le tengo terror a la carretera. Cada vez que se avecina una salida por trabajo, o por vacaciones, me da un temor inmenso a morir, o que alguien de mis seres queridos muera. El grado de pánico varía, dependiendo de quién va manejando. Pero, aun así, es un miedo que me ha impulsado a cancelar por lo menos dos viajes. También hay destinos que ya no elijo para vacacionar. Desde pequeña ha estado presente. Recuerdo alguna vez contarle a mi terapeuta, en mi juventud, sólo para recibir un comentario (inadecuado, totalmente) tal como: “¿Es la única vez que te preocupa morir o que alguien muera? Hay muchas otras situaciones en las que estamos en riesgo. Por ejemplo, un paciente esquizofrénico podría lastimar a tu papá en el consultorio”. Pero no vengo a hablar hoy aquí de la falta de empatía y malas prácticas de algunos psicólogos. Vuelvo a la sensación horrible que me da el imaginar que un choque en carretera puede ser fatal. Se ha intensificado en los últimos años. Y no es casualidad. Mi miedo número 1 es a la muerte en un hecho vial. No temo a los secuestros ni a la violencia del crimen organizado. En términos de estadísticas, en los últimos años en Michoacán han muerto más o menos las mismas personas tanto en choques o en atropellamientos, como las que han muerto de forma violenta. Y en teoría, debería tener igual cantidad de miedo, pero no es así. Supongo que estoy influenciada por el acceso a los datos de las muertes (las edades, el género, las ubicaciones). En palabras de Paco de Anda, personas buenas, muriendo o matando a otras personas buenas, en su tránsito cotidiano. En Michoacán, los accidentes vehiculares están en las primeras 8 causas de muerte de población general, pero son la primera en niños, niñas y adolescentes. Hasta ahora, puede juzgar si en realidad, mi miedo es racional, o no. Pero pensar que tengo razón no me da consuelo. De hecho, me ha llevado a imaginarme viviendo en otro país. Uno en el que no dependa de viajar en carretera para poder trabajar o vacacionar. (Tal es el caso de muchos países Europeos, dado que cuentan con una red de trenes de muy alta calidad). Y justo meditando esto, me topé con un libro. Se llama Dark PR, de Grant Ennis. (Relaciones públicas obscuras sería la traducción al español). El autor habla de cómo a nivel mundial los gobernantes han fallado en tomar decisiones que protejan realmente la salud de la población, disminuyan las muertes por hechos viales y eviten el sobrecalentamiento. Las corporaciones dedicadas a la producción de alimentos azucarados han utilizado diversas artimañas para convencer a los políticos de que sus productos no tienen relación con el incremento del sobrepeso, la obesidad y la diabetes. Y con respecto a choques mortales, atropellamientos letales y el sobrecalentamiento, todo está vinculado a la dependencia del uso del automóvil. La dispersión de las ciudades, y el subsidio a la gasolina influyen mayoritariamente. Los países con más kilómetros recorridos en auto por persona se encuentran dentro de los que más tienen muertes y lesiones por hechos viales y emisiones de gases de efecto invernadero. Estados Unidos, Australia y Canadá van a la cabeza. Hasta eso, México aún no está tan grave. Y literal, donde la gente tiene diversas alternativas eficientes para moverse dentro de la ciudad, o de una a otra, se mueren menos. Si me mudo a otro país, quizás puedo huir del terror de viajar en carretera. Pero el compromiso moral que tengo como uno de mis convicciones y motores de vida, es el de mejorar la calidad de vida para las demás personas en mi estado. Voy a seguir actualizándome en conocimientos y trabajando para perseguir ciudades más seguras para la gente, pero definitivamente no veo al alcance de mis manos el impulsar que la red de infraestructura ferroviaria funcione de nuevo para el tránsito de personas.