Jaime Darío Oseguera Méndez Al inicio de 2018 el entonces Presidente de los Estados Unidos Donald Trump ordenó imponer aranceles a los productos importados de China. El monto de los mismos fue calculado en más de cincuenta mil millones de dólares. Inició así la denominada guerra comercial entre los dos gigantes del mundo comercial. Lo que Trump argumentó en su momento fueron prácticas desleales de comercio chino por varias razones. Lo primero son los bajos salarios que se pagan en aquel país de oriente y que provoca que los productos chinos sean sustantivamente más baratos. Siempre se ha criticado que las condiciones laborales de China sean supuestamente precarias. Finalmente ellos tienen un sistema de seguridad social diferente y, en teoría, todos tienen acceso al mismo, por lo tanto, no se contempla dentro de su salario como si sucede en los Estados Unidos donde el sistema de salud es básicamente privado y como consecuencia muy caro. También se argumentó por parte de Trump “prácticas desleales de comercio” en particular piratería de la tecnología que copian los chinos de las empresas y universidades de América del Norte. Se crearon impuestos, aranceles y cuotas a varias decenas de productos chinos que ingresan y se consumen en los Estados Unidos. La consecuencia fue el encarecimiento de los productos americanos con componentes chinos principalmente en la industria electrónica y de autopartes. La contraparte fue el mismo tipo de medidas de parte de China a los Estados Unidos. ¿Cómo afecta esta situación a nuestro país? Muchos de los componentes de la industria maquiladora en México son producidos en China, así que su encarecimiento provoca un aumento de los costos de nuestra industria. También generó carencia de los mismos componentes y dificultades para cumplir compromisos de producción. Sin embrago, México se convirtió en un posible destino para la inversión China porque al estar en la zona de Libre Comercio, los productos con componentes locales, tienen beneficios arancelarios para luego ser exportados a Estados Unidos. En los últimos años aumentó de manera importante la inversión directa de China en México. Sin embargo, sigue siendo poco significativa la venta de productos mexicanos hacia el oriente. Pareciera lógico teniendo el mayor mercado del mundo a un lado de nuestro país, pero el gobierno debería tener como prioridad seguir diversificando nuestro intercambio con oriente. Nos beneficiaría en intercambio y proyectos tecnológicos de los que tenemos que aprender y mejorar nuestras capacidades productivas. México debería tener cientos o miles de estudiantes allá, tratando de entender cómo funcionan y qué prácticas competitivas vale la pena traer, imitar para ser más productivos y competitivos. Aún con esta limitante, ya las importaciones mexicanas desde China son de casi el veinte por ciento y seguirán creciendo irremediablemente. Hoy tenemos un déficit comercial de casi diez mil millones. México exporta a China minerales de nuestras minas. Nosotros les compramos tecnología, principalmente teléfonos, móviles y aparatos electrodomésticos. Resulta interesante saber que los dos estados que más intercambio comercial tienen con China fueron Puebla y Sonora, principalmente por el intercambio de autopartes y la industria maquiladora de la frontera. ¿Dónde está Michoacán? Si tenemos el principal puerto del pacífico mexicano deberíamos ser uno de los estados beneficiados por el intercambio, pero no es así. Aún no se ha consolidado el gran proyecto de una Zona Económica Especial del Puerto de Lázaro Cárdenas que atraiga a los chinos para que aquí puedan llegar sus mercancías por mar y se exporten a los Estados Unidos. No es así. Los estaos que reciben más inversión china son Nuevo León, Jalisco, Sonora y, sorprendentemente Yucatán. La guerra comercial en realidad se convirtió en el sucedáneo de la Guerra Fría. Son dos modelos de desarrollo: capitalismo y comunismo. Ambos países se empeñan en exhibir que el suyo es un sistema mejor, que genera más desarrollo y bienestar. Es claro que, como siempre citamos a Alan Ridding, México y los Estados Unidos somos unos “vecinos distantes” y nada nos perjudicaría acercar nuestras relaciones con diferentes países para no depender tanto de un solo mercado, el de Estados Unidos. Si ellos quisieran cerrar sus fronteras nos perjudicaría terriblemente y eso puede suceder si nuevamente llegara a la Presidencia de Estados Unidos un proteccionista como Trump. Parece una contradicción que el país más libre del mundo y el promotor histórico del capitalismo, el libre comercio y la inversión, los Estados Unidos, haya vuelto a convertirse en un país altamente proteccionista. Habría que voltear hacia allá, porque China a través del intercambio económico llegó a crecer a las más altas tasas durante muchos años consecutivos, casi al 10 por ciento anual durante varias décadas. La clave está en la tecnología, el aprovechamiento de los recursos naturales, altas tasas de ahorro, reservas de dinero y un mercado interno que ha crecido de manera importante. Sus exportaciones han llegado a crecer por encima de 30 por ciento anual. De ninguna manera nos conviene ser parte de la guerra comercial entre los dos países, aunque estamos atrapados en medio. Hay que voltear hacia otros países. Nunca es tarde. El propio intercambio comercial con Europa y América del Sur tienen un subdesarrollo y potencial importante. Michoacán sería uno de los principales beneficiados. Nunca es tarde para reiniciar el intercambio, aprender su idioma, ver sus universidades, conocer la lógica de su sistema. No se trata de ser comunistas sino de entender que con las maravillas de recursos naturales que tenemos en Michoacán, hay otros modelos que nos conviene imitar.