JAIME DARÍO OSEGUERA Aunque ene l país no parece haber tregua para los políticos, ha llegado la Semana Santa y con ella los días de reflexión y sosiego; silencio y tranquilidad, son los días de guardar. Nos identificamos como un pueblo profundamente religioso; somos creyentes más que crédulos decía Octavio Paz. Sólo que esa tradición de fe arraigada en la médula de nuestra cultura, en la actualidad vive un gran desencuentro y es cuestionada por la violencia generalizada que vivimos. En su monumental explicación teórica denominada “Las formas elementales de la vida religiosa” el gran sociólogo francés Emile Durkheim, se propone explicar y analizar el fenómeno religioso en la historia de la humanidad, para comprender su desarrollo, causas y efectos en el mundo moderno. En las sociedades primitivas el sistema de creencias provee definiciones, identidad y justificaciones para el ser humano que vive en comunidad; le explica lo que pasa. En nuestros días subsisten muchas de esas formas y rituales que nos permiten comprender la naturaleza religiosa del hombre: nos sigue explicando lo que nos sucede. Estos días de guardar deberían ser motivo para analizar cómo vamos en el país. Ya pasó el proceso de revocación del mandato y estamos en espera del debate sobre la reforma energética que, si todo sigue como está, no va a ser aprobada en los términos que la envió el Presidente. Tal vez sea un momento para que todos se retraigan y en la tranquilidad del descanso, en estos días de guardar, la religiosidad se introyecte en los políticos para que nos traigan nuevas soluciones a nuestros mismos problemas. La historia de las religiones o de los fenómenos religiosos para decirlo de forma más adecuada, nos permite entender la civilización. Todas las religiones responden a condiciones dadas de la existencia humana en diferentes momentos de nuestro desarrollo cultural. En ese sentido, nos dice Durkheim, todas son verdaderas. La religión o mejor dicho la religiosidad crea comunidad porque permite compartir verdades. Una buena parte de la explicación de la violencia actual, tiene que ver con el crecimiento intenso del individualismo en las sociedades modernas. La consecuencia es la pérdida de las identidades colectivas, la solidaridad, el sentido de pertenencia y cohesión. Una manera de recuperar ese sentido de comunidad y solidaridad lo representa la religión. Y esto no quiere decir que necesitemos más vida religiosa para acabar con la violencia. No es ese aquí el razonamiento. Hay que verlo al revés. El debilitamiento de los lazos que genera la vida religiosa coincide con la falta de cohesión social también a través de la escuela, la familia, el centro de trabajo, la comunicación en el barrio o el centro deportivo. Durkheim lo explica de la siguiente manera: En las sociedades donde todo es común a todos , la similaridad intelectual consolida a los grupos. Las explicaciones que todos aceptamos nos unen. De esa forma, la religión explica a través de sus conceptos los hechos de la vida cotidiana y los hace uniformes, aceptados. La religión es siempre una cosmología; pretender dar una explicación sobre el todo o sus partes más importantes. En palabras de Durkheim son una explicación de lo divino, que se transmiten a través de rituales y símbolos. La religión provee una buena parte de las categorías del entendimiento, comprensión o significación del mundo, tanto el científico como el filosófico, que nacen de las ideas religiosas. Es eminentemente social. Seguimos con Durkheim para explicar la función que cumple el fenómeno religioso en estos días de guardar: “Las representaciones religiosas son representaciones colectivas, que expresan realidades colectivas; los ritos son maneras de actuar que surgen en los grupos reunidos y que están destinados a mantener, rehacer ciertos estados mentales de esos grupos. También establece las funciones del tiempo, las divisiones en días, semanas y meses, años, etc. corresponden a la periodicidad de los ritos, las fiestas y las ceremonias públicas. El calendario expresa el ritmo de la actividad colectiva y su regularidad.” Provee categorías homogéneas, el espacio, tiempo, causa, número, sin las cuales no sería posible la vida intelectual. Justamente estamos en los días de la semana santa, días de guardar en función del calendario religioso que define el tiempo y da sentido al espacio. La religión libera las fuerzas emotivas que tenemos los individuos. La repetición se convierte en culto, y éste en un habito aceptado que “suscita impresiones de paz, alegría, serenidad y entusiasmo. La gran contribución es a la acción común, cooperación”. Durkheim dice que casi todas las grandes instituciones sociales han nacido de la religión. En resumen, la religión nos da las representaciones y conceptos colectivos que identificamos como aceptables a lo largo del tiempo y éstas generan cooperación entre los individuos en las sociedades. Justamente lo que queremos dejar sentado, es que la falta de cooperación, solidaridad, se deriva del grave debilitamiento de los lazos de cohesión social que antes se encontraban muy unidos a través de diferentes instituciones como la familia, la escuela, el gremio, el barrio o la iglesia. Regresamos al principio. Mientras la cohesión social expresada a través de la cooperación, fraternidad y solidaridad se siga desgastando, la violencia seguirá creciendo. No es un tema del gobierno sino de la sociedad en general. No estamos hablando de culpas, sino de funciones. De saber quién se encarga de qué. Los días de guardar pueden ser un buen momento para retomar esos lazos. Vale la pena retomarlos a través de códigos religiosos compartidos, convivencia familiar o reflexiones colectivas aprovechando el espacio que nos da el silencio de estos días. En lo que vuelven los políticos y lo descomponen todo otra vez.