El déficit del 2024 |Jaime Darío Oseguera Méndez

En días recientes el Gobierno Federal presentó ante el Legislativo el paquete económico 2024, donde se anunció un Déficit Fiscal que asciende al 4.9 del presupuesto total, el más alto desde 1988.

Por fin parece haber llegado el momento que tanto esperaban los críticos del presidente López Obrador en materia de economía: el aumento histórico del déficit.

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En días recientes el Gobierno Federal presentó ante el Legislativo el paquete económico 2024, donde se anunció un Déficit Fiscal que asciende al 4.9 del presupuesto total, el más alto desde 1988.

El déficit servirá fundamentalmente para financiar los programas sociales emblema del Presidente como el apoyo a jóvenes y adultos mayores, las grandes obras públicas con las que se ha comprometido para terminar su sexenio como el Tren Maya y la refinería o lo que falta del aeropuerto y, de manera muy destacada y estructuralmente importante para el país, el pago del sistema de pensiones.

En este último punto, habrá que diseñar con mucho cuidado al futuro inmediato de México, diseñando un mecanismo para enfrentar la contingencia financiera que se nos viene ya en muy poco tiempo. Muchas instituciones se están quedado sin dinero por pagar las pensiones de quienes ya trabajaron e hicieron sus aportaciones.

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El aumento en la esperanza media de vida de nuestros países, va a provocar muy pronto un colapso total en el sistema de pensiones.

Hoy reportan dinero al sistema general de pensiones mucho menos trabajadores que antes. Sin embargo, la pirámide poblacional se invirtió y el peso del mantenimiento a los pensionados con las aportaciones de los trabajadores en activo es insostenible en el mediano plazo.

Otro elemento importante es que la mayoría de los pagos por el sistema de pensiones se los lleva una minoría de pensionados ingresos altos. También ahí hay una gran diferenciación social. Cierto es que todos los que reciben, la cantidad que sea, trabajaron para lograrlo, pero no es un sistema en el que la mayoría reciba ingresos importantes, así que no necesariamente contribuye al bienestar del país.

Así que el déficit fiscal siempre se presenta como la solución que tienen los países, en diferentes momentos de su historia, para resolver el problema de imponer su sello personal, sin lastimar a los contribuyentes o incrementar impuestos ni recortar los programas que le dan base electoral a un gobierno.

A pesar de lo anterior se han realizado muy buenas críticas respecto de los criterios económicos en el presupuesto: contiene cifras realistas, con proyecciones de ingresos consistentes y con el referente de la expectativa en los precios del petróleo a niveles razonables.

Si sube el precio del petróleo, seguramente el gobierno tendrá mucho más dinero para gastar. La expectativa es en ese sentido así que muy probablemente los niveles de ingresos sean mayores a los proyectados. Veremos qué pasa con el déficit en ese escenario

Hay toda historia sobre 1988, año en que se dio el déficit fiscal más alto que el actual, Carlos Salinas de Gortari, obtuvo la candidatura a la Presidencia de la República.

Siendo secretario de Programación y Presupuesto, figura que no existe más, proyectó un déficit alto. Dicen algunos que lo trazó en función de su propio proyecto político, para hacer compromisos de gasto, independientemente de los bajos niveles de ingreso, lo que lo hizo más popular que su competidor en ese momento, el Secretario de Hacienda Jesús Silva Herzog.

En la competencia por la Presidencia, Salinas no quería bajar el gasto y Silva Herzog no quería aumentar el ingreso, menos a través de más impuestos.

El Secretario de Programación Salinas, tenía el contacto y el control de los acuerdos con los sectores sociales, los gobernadores, los empresarios, lo que a la postre le la candidatura del PRI a través del Presidente Miguel de la Madrid. La conclusión es que el déficit, algunas veces, para algunas personas puede ser políticamente rentable.

La aceptación de un déficit fiscal puede traer al menos tres consecuencias posibles.

Primero: la necesidad de bajar el gasto. Situación que se ve realmente poco posible en un año electoral como es el 2024. Es empíricamente comprobable que los gobiernos, en cualquier parte del mundo, y lo es también en nuestro país, tienden a generar aumento del gasto en los años electorales, tratando de cumplir sus compromisos y agradar a sus simpatizantes.

El gobierno plantea un déficit para 2024 y se ve poco probable que disminuya su gasto en el corto plazo. Sin embargo, controlar el gasto público es el único elemento de política pública que resuelve el fondo del problema. Será el nuevo gobierno, antes de entrar el próximo sexenio quien se encargue de enfrentar los problemas que genere esta medida.

Segundo: el déficit público se resuelve a través del aumento en los ingresos por la vía de la creación o incremento de impuestos. A lo largo del sexenio, a pesar de comentarios y especulaciones sobre más impuestos, se ha sostenido la disciplina y racionalidad, para no afectar a las clases medias con más carga impositiva.

No ha habido aumento significativo a los principales impuestos y en buena parte eso explica el alto índice de popularidad del Presidente. Tiene su mérito porque siempre hay una tentación por hacerse de recursos fiscales a través de las contribuciones.

De hecho, ha sido al revés. Ante el entorno económico internacional incierto por la Pandemia y la guerra de Rusia con Ucrania, la tendencia mundial ha sido al aumento en el precio de las gasolinas.

En México esa tensión fue controlada a través del subsidio a los precios de los combustibles, estabilizando de paso los niveles de inflación.

Siempre habrá presión social para que no haya aumento en ese producto de referencia tan sensible.

Mantener los precios controlados ha mejorado la popularidad del Presidente, pero a costa de un déficit más alto. Será una de las tareas de la nueva administración, decidir si continúa esta política pública.

Tercero: la manera en que se maneja el déficit, es necesariamente a través de endeudamiento público. Será el más grave error recurrir a la deuda excesiva. Perderá el sitio que pretende en la historia del país.